PGE 2023: ¡Fuera manos, trabaja vista!
Uno de los trucos de magia más antiguos de la humanidad, probablemente, es aquel de los vasos y la bolita que desaparece. El pajpaku de turno coloca una bolita roja en uno de los tres vasos boca abajo y lanza la consigna: “¡Nada por aquí, nada por allá!¡Fuera manos, trabaja vista!”. Y comienza a mover los vasos de manera frenética de izquierda a derecha, de adelante hacia atrás sobre la mesa, hasta que después de algunos segundos del juego de manos desafía a la audiencia a que encuentre dónde está la bolita mágica, no sin antes invitar a que alguien haga la apuesta de rigor. El resultado siempre es el mismo. El incauto, que se arriesgó a aceptar el reto, nunca acierta. No encuentra la bolita.
Algo similar sucede todos los años cuando se presenta el Presupuesto General del Estado (PGE). Como en el amor y la politiquería el papel aguanta todo, se colocan cifras de ingresos, gastos e inversiones mirabolantes y se mueve las manos con rapidez en el Excel. La contabilidad creativa y la propaganda expande sus anchas alas sobre la opinión pública y la bolita desaparece en los “ladrillos” que son los documentos del Presupuesto.
Revelemos algunos de los trucos del PGE 2023. El primero tiene que ver con el Síndrome de Adán. Cada año se reinventa la pólvora. Una práctica muy saludable es presentar el Presupuesto ejecutado del año que termina (2022) y sus proyecciones de cierre. Pero en Bolivia: Naranjas. Cada año comienza la historia fiscal de cero. El Gobierno no rinde cuentas (ingresos, gastos o inversiones) de lo que propuso y de lo que cumplió o no en el año que termina. Por ejemplo, en la exposición de motivos de la Ley del Presupuesto 2023 se habla del contexto nacional e internacional, del modelo, del plan de desarrollo, pero ni una sola palabra sobre cómo se ejecutó el Presupuesto 2022.
Segundo, es la historia del elefante vestido, coquetamente, de hormiguita. El PGE 2023 es gigantesco. Este año los gastos llegaran a 244 mil millones de bolivianos, es decir, unos 35.000 millones de dólares, un 83% del Producto Interno Bruto (PIB). Los gastos corrientes llegarán a 145 mil millones de bolivianos o 21.000 millones de dólares. El 50% del PIB se gastará en el funcionamiento de un paquidermo que lleva en su lomo a 500.000 empleados públicos, una población más grande que las ciudades de Potosí, Oruro o Tarija.
Tercero. El Gobierno sostiene que el déficit público es como el colesterol. Hay del bueno y del malo. Una vez más, como en los últimos 10 años, el Gobierno anuncia una brecha fiscal de -7,49%. Pero ojito. No tenemos el colesterol (déficit) malo, sostiene la Nomenklatura del poder. Al contrario, los ingresos corrientes serán mayores a los gastos corrientes. Somos más pulcros que pañuelo de monja. El déficit público global es elevado (colesterol bueno), pero es por las inversiones. No pasa nada, empanada. Pero ni una palabra de que la mayoría de las inversiones públicas son en elefantes azules.
Cuarto. El gas se hace gas y el PGE 2023 ni se entera. Caen los ingresos tributarios provenientes del sector petróleo que eran el sustento del modelo económico. La gallina de los huevos de oro (YPFB) fue estrangulada. Los subsidios a la gasolina y diésel serán gigantescos (1.100 millones de dólares) en pleno auge mundial del gas natural y, para colmo, nos convertimos en un importador de hidrocarburos (otros 1.000 millones de dólares).
Quinto. La vuelta del chupasangre. ¿Recuerdan cuando el masismo echaba el grito al cielo cuando decía que las transnacionales chupasangre se llevan el 82% del gas y dejan sólo el 18% para Bolivia? Ahora el gobierno de Arce usa la misma fórmula del oprobio. El PGE 2023 asigna el 82% (23.056 millones de bolivianos) de la inversión pública (27.482 millones de bolivianos) al aparato central del Gobierno y otorga sólo el 18% a los gobiernos regionales.
Sexto. Los impuestos para mis enemigos, para mis amigos las prebendas. Se amplían los gastos y servicios para grupos que no pagan impuestos. El ejemplo más cínico son los cooperativistas mineros del oro que exportarán algo como 2.600 millones de dólares y sólo pagarán el 4,8% de sus ventas. Usted y yo pagamos el 16% de nuestros ingresos. Es la sociedad de los socorros mutuos. Es el capitalismo estatal y depredador de amiguetes. Hoy por ti, mañana por mí.
Séptimo. El mundo está fascinado con el modelo económico boliviano y nos seguirá financiando. Según el PGE 2023, una vez más nos prestaran 2.000 millones de dólares. La deuda externa llega al 28% del PIB, tendríamos margen para endeudarnos sin problema. Obviamente, no se dice una palabra de la deuda interna, otro 30% del PIB, ni de la deuda de las empresas públicas mankagastos que le deben al Estado otro 20% del PIB. Si consideramos estas otras deudas, el mito de la solvencia financiera del Estado queda comprometido. Claro que ahora que la Gestora Pública se hará cargo de 23.000 millones de dólares de los aportes a las AFP aumenta el riesgo de que este dinero se use, con más holgura, para financiar al elefante.
Octavo. Fuera manos, trabaja vista. Se anuncia un presupuesto de inversión pública gigantesco. Es el estandarte del modelo estatista. Una vez más la inversión pública comandará el crecimiento económico del país y mostrará las infinitas bondades del modelo primario exportador, rentista y centralista. Sin embargo, en los últimos años hay una gran distancia entre la realidad y la promesa. En 2021, por ejemplo, la inversión pública ofertada, por los aprendices de mago del árbol del poder, fue de 4.000 millones de dólares, pero la ejecución a fin de año fue sólo de 2.600 millones de dólares, es decir, el 65% de lo prometido. Al año siguiente, y sin ponerse rojitos, comienza nuevamente la prestidigitación contable. En 2022 invertiremos 5.000 millones de dólares. “¡Oh!”, celebran con admiración los fanáticos del extractivismo. Y como ahora se reconoce, transcurridos 11 meses del año tan sólo se ejecutó el 40% de estos recursos, es decir, 2.000 millones de dólares, pero la magia continuará y lo que no se hizo en 330 días, apretando el acelerador, se hará en 30 días. Otra triquiñuela de la hechicería de la revolución.
Llega el siguiente año, 2023, y hay que volver a la plaza del entretenimiento. En esta oportunidad, en un acto magnánimo y de austeridad, se anuncia que la inversión pública bajará y será sólo de 4.000 millones de dólares. Por supuesto, bajará con respecto a lo presupuestado el año pasado, que fue de 5.000 millones de dólares, pero subirá sobre el ejecutado,que, siendo muy generosos, llegará a 2.500 millones de dólares. Tomando como referencia este parámetro, la inversión pública ofertada subirá y no bajará. ¡Waway!
Columnas de GONZALO CHÁVEZ A.