Segunda ola del feminismo en Bolivia. Primera parte (1952-1978)
La primera ola del Movimiento Feminista en Bolivia alcanzó sus principales demandas: recibir herencia (1882), el derecho al voto (1920 a 1956), al divorcio (1926 a 1932), a contar con cédula de identidad (1952 a 1955). El Ateneo Femenino (1923), compuesto por mujeres de clase alta, vanguardista de estas luchas, se extinguió lentamente, después de la Revolución del 52.
Desde la Convención Feminista de 1929, las nuevas reivindicaciones feministas empezaron a manifestarse en el contexto de los grandes cambios de la Revolución del 52. Un requerimiento importante en la segunda ola del feminismo en Bolivia fue el derecho a la educación (después de haber conseguido su demanda principal: el derecho al voto).
En la naciente República (1825) la sociedad estaba compuesta básicamente por dos clases sociales: la alta (los criollos) y los indios (que fungían como pongos de los criollos). La Revolución del 52 mantuvo a la clase alta/criolla, los campesinos -otrora denominados indios- con algunos derechos (votar y con acceso a educación) y una nueva “clase media”.
Resultante de los cambios estructurales de las décadas del 50 y 60, a las mujeres de todos los estratos sociales se les permitió acceder a mayores niveles de educación, que durante el siglo XIX abarcaban sólo a los primeros niveles de primaria (para las mujeres de clase alta): en el siglo XX, su horizonte educativo se amplió a concluir la escuela, el colegio e incluso acceder a la enseñanza superior.
A mediados del siglo XX, las mujeres empezaron a incursionar en estudios superiores. ¿Cuáles eran las profesiones asignadas a ellas? Las que replicaban su rol asignado en el hogar. Podían ser maestras (de educadoras de sus hijos, a educar a otros niños); o secretarias (de ser la asistente de su hogar a ser la asistente de un jefe). Además, la profesión que escogieran tenía que ser compatible con “sus labores domésticas”, es decir, “las labores asignadas por su condición de género”; porque luego de su trabajo remunerado debían continuar haciéndose cargo de todo lo que implica el desarrollo de un hogar: cocinar, lavar, planchar, hacer tareas con los hijos, atender al esposo cuando vuelve del trabajo y también ser una buena psicóloga, para apoyar los problemas laborales del esposo, etc. etc.
Al ser abruptamente interrumpida la Revolución del 52 en 1964, mediante el golpe de Estado de René Barrientos (vicepresidente de Víctor Paz del Movimiento Nacionalista Revolucionario, MNR), llegaron largos años de lucha contra los gobiernos dictatoriales (Barrientos, 1964-1969; Alfredo Ovando, 1969-1970; Hugo Banzer, 1971-1978), durante estos años cualquier demanda sectorial quedó postergada.
La incursión de las mujeres en los partidos políticos en el siglo XX, desde 1952 y durante los gobiernos dictatoriales, fue cada vez mayor; sin embargo, su participación reflejó nítidamente el traspaso de “su condición de mujer” del hogar al partido. En todos los gobiernos dictatoriales, las mujeres, dentro de los partidos políticos, cumplieron -mayoritariamente- roles asignados en su condición de género: eran “correos”, ofrecían “casas de seguridad” a los compañeros clandestinos.
En este período (1952-1978) sólo se conoce una organización de mujeres dentro de un partido político –el MNR-, el Comando Femenino “Las Barzolas” (en homenaje a María Barzola, minera asesinada en la Masacre de Catavi, durante el gobierno de Enrique Peñaranda, en 1942); este Comando fue utilizado como grupo de choque del MNR.
Paralelamente, en el Movimiento de Mujeres se fundó el Comité de Amas de Casa Mineras (1961-1987), dirigido por Domitila Barrios de Chungara, formando un frente de apoyo al movimiento minero revolucionario y de resistencia a los gobiernos dictatoriales de ese tiempo.
La demanda principal de acceso a la educación en todos los niveles -primario, secundario y superior- se alcanzó; no solamente a magisterio o secretariado, sino también a la universidad, aunque en este periodo las mujeres ingresaron a carreras específicas para su género, como ser farmacia, enfermería, obstetricia, idiomas.
Columnas de CLAUDIA MIRANDA DÍAZ