Convergencia política para la resistencia democrática
La democracia, definitivamente, es una excepción en nuestra tradición política. Durante los 200 años republicanos hemos caminado de dogma en dogma confiando siempre que mañana llegaría el día de la diversidad, pero sabiendo que la ausencia de color en nuestra vida política era seña de identidad. Por eso celebrábamos revoluciones, insurrecciones, levantamientos en blanco y negro. Porque éramos incapaces de atesorar la simple burocracia del voto.
En 2016, 36 años después de nosotros haber cuidado a la segunda niña democrática —la primera ocurrió en 1952, el déspota de turno se arranca la máscara electoral y nos hace saber que no le importa la diversidad ciudadana—. En 2019, sabiendo su derrota, acude al fraude. Pero como 25 años de ejercicio democrático no pasan en vano, la generación política que había construido la maravillosa costumbre de elegir se levanta, logra que el déspota se destierre, pero comete el enorme error de entregar el gobierno a unos bebés políticos sin haber comprado pañales.
Realizadas las elecciones, la democracia pierde porque los bebés sólo hicieron lo que hacen los bebés incontinentes, la dirigencia democrática —como tantas veces— se fragmenta y el despotismo gana porque promete limpiar la incontinencia.
Hoy, sin embargo, la promesa de limpiar —porque limpiar cuesta caro— no se la puede cumplir. El despotismo pudo seducirnos con sus gasíferos cantos de sirena y sus recursos narco; hoy se acabó el derroche, hoy hay que producir. Como el despotismo no sabe trabajar porque cree que el maná debe caer del cielo totalitario y porque asume tener el derecho inalienable a vivir del sudor de la frente ajena, pretende vivir de prestado. Pero como sabemos los sobrevivientes, no se puede vivir de prestado.
Hoy está sucediendo un segundo desastre. La disputa interna del MAS por la propiedad del poder y sus prebendas ha generado la continuación del terrorismo de Estado y la judicialización de la política: el TIPNIS, Porvenir, Hotel Las Américas, 180 encarcelamientos —notablemente Jeanine Áñez, Marco Antonio Pumari, Luis Fernando Camacho, etc.—. El MAS acude al despotismo profundizando su conducta dictatorial.
Por eso hoy, finalmente, sabemos que sin convergencia política para la resistencia democrática lo que llegará es la tragedia del despotismo. Ojalá, cuando menos esto, se haya aprendido.
Pero, lamentablemente, lo que todavía no está claro ni acordado es el camino. Por supuesto que se hace camino al andar, pero también hay que saber llegar. ¿Huelga de hambre nacional para lograr la renuncia? ¿Realización del referéndum revocatorio? ¿Desobediencia civil organizada? ¿Todo junto y revuelto de acuerdo a las idiosincrasias regionales? La convergencia política entre partidos, instituciones como las universidades y el movimiento ciudadano requiere acordar un camino y una brújula para que el Bicentenario no nos agarre desnudos de democracia. Hay que convocarla ayer, hay que organizarla hoy, hay que alimentarla mañana. Es bastante tarde, pero si no se quiere lo imposible, no se quiere.
La plataforma UNO promueve el debate plural, pero no necesariamente comparte los puntos de vista del autor.
Columnas de GUILLERMO MARIACA ITURRI