¿Los sindicatos son de izquierda?
Nunca falta el zurdito desubicado (perdón por la redundancia) que se sorprende cuando le cuento que participé en varios sindicatos a lo largo de mi vida y que incluso ayudé a crear uno.
Como con tantas cosas, los adscritos a esa franquicia ideológica se apropiaron del concepto y hasta juran que lo inventaron. En su realidad, no ser de izquierda equivale a oponerse a los sindicatos por principio. Nada más lejano de la realidad.
Lo cierto es que sí corresponde oponerse a lo que la izquierda ha hecho de los sindicatos en Bolivia y otros lugares: burocracias parasitarias demasiado cercanas al Gobierno y ajenas al bienestar de los trabajadores. Pero ello no implica estar contra los sindicatos por principio.
Organizarse en un sindicato no es contrario a un saludable individualismo ni uno se convierte en un feroz socialista por apoyar alguna forma de acción colectiva. Al contrario, formar grupos y crear lazos de solidaridad más allá de la familia inmediata son características esencialmente humanas. Hacemos eso desde que cazábamos bestias de cinco toneladas con palos y piedras...
Además, es importante protegerse de la posibilidad de que el patrón o jefe cometa algún abuso. No digo que todos sean unos tiranos o crápulas, pero está claro que el poder sin contrapesos es siempre pernicioso para la mente y el espíritu. De ahí que un jefe inteligente debería apoyar la creación de sindicatos serios y responsables, no intentar destruirlos.
Acá quisiera mencionar el curioso caso de izquierdistas que creen en la lucha de clases y derechos laborales hasta que asumen algún puesto en una empresa o administración pública. Nunca vi gente más vil para negar en los hechos lo que defiende de labios para afuera...
Todo esto para insistir en una idea que me habita desde que aparecen señales de una posible crisis económica: es urgente forjar lazos de solidaridad a todo nivel. Eso nos ayudará a capear el temporal.
Columnas de ERNESTO BASCOPÉ