Día Mundial de la Eficiencia Energética
El 5 de marzo de cada año se celebra el Día Mundial de la Eficiencia Energética. En 1998, en la Primera Conferencia Mundial sobre Eficiencia Energética, celebrada en Austria, se acordó conmemorar esta fecha para recordar a los ciudadanos del mundo “la necesidad de usar la energía (en todas sus formas) de manera responsable y eficiente”.
Desde entonces se ha avanzado mucho en el tema en todos los países y regiones. Se ha desarrollado tecnología, se han aplicado políticas públicas, la academia se ha dedicado a la investigación y la enseñanza, cada vez son mayores los fondos disponibles para inversiones específicas y también es creciente la preocupación ciudadana por el tema.
En el caso de Bolivia, las medidas gubernamentales para mejorar la eficiencia energética empezaron a aplicarse en el segundo gobierno de Banzer, con la promulgación del Decreto Supremo 25090 (de julio de 1998) que disponía el cambio de horario (retraso de una hora) entre los meses de mayo y septiembre de cada año.
Las críticas de los especialistas a la medida, que advirtieron que estaba mal definida (en vez de ahorrar energía, se gastaría más), obligaron al Gobierno a suspender su aplicación (DS 25342 de marzo de 1999).
La siguiente mención al tema en las políticas públicas es el Decreto Supremo 29466 de 5 de marzo de 2008, que aprueba el Plan Nacional de Eficiencia Energética (excelente coincidencia de fecha). Este plan definía la discusión de una Ley Nacional de Eficiencia Energética que hasta hoy no se ha promulgado.
El plan tenía por objeto aprobar el cambio de focos incandescentes por fluorescentes, medida que sirvió para evitar apagones de electricidad por falta de capacidad de generación en el Sistema Interconectado Nacional.
Según la Ley Marco de la Madre Tierra (Ley 300 de octubre de 2012), la eficiencia energética debería ser la principal política del sector energético, pero ni siquiera se la menciona en las leyes sectoriales de hidrocarburos y electricidad, y menos en los documentos de planificación del gobierno central (Agenda Patriótica, Plan de Desarrollo Económico y Social 2021-25 entre otros).
Es decir, hay un vacío normativo y contradicciones, y además una ausencia institucional: no existe en el Gobierno central una instancia capaz de liderar la proposición, aplicación y coordinación de políticas de eficiencia energética en el país.
Peor aún, el Ministerio de Trabajo acaba de imponer la suspensión del horario continuo de trabajo, tanto para el sector público como para el privado (Resolución Ministerial 264/23 de 28 de febrero de 2023).
Esta decisión implicará un gasto adicional de combustible no sólo por la cantidad adicional de viajes que requerirán los empleados para trasladarse hacia y desde sus fuentes de trabajo, sino también por el gasto adicional que implican las trancaderas que se producen en las horas pico que ahora serán 4 en vez de 2.
Adicionalmente, aumentará el gasto de electricidad para iluminación en las oficinas al terminar la jornada laboral, sobre todo en invierno.
Es decir, el Gobierno central está “celebrando” el Día de la Eficiencia Energética con una medida que incentiva el derroche y el despilfarro de energéticos. Al igual que hizo el Gobierno de Banzer al percatarse de su error, sería muy recomendable que el actual retroceda en esta decisión.
El país tiene ya una rica experiencia acumulada en avances en eficiencia energética. Desde los programas aplicados en industrias manufactureras, pasando por iniciativas en alumbrado público, terminando en la disposición cada vez mayor de recursos para financiamiento de proyectos de eficiencia energética, muestran que las posibilidades reales de mejora son muchas.
Para concretizarlas es imprescindible que el Gobierno central avance en la definición de la normativa general, en la construcción institucional para el liderazgo del tema, en la promulgación de datos, estadísticas e información, y en la coordinación de las acciones involucrando a los gobiernos subnacionales, la academia y el sector privado.
Estas medidas deben hacerse integrando la promoción de la eficiencia energética con la promoción de energías renovables, generación distribuida, manejo de demanda y otros relacionados.
No nos olvidemos que “la energía más limpia y barata es la que no se produce ni consume”.
Por eso, la eficiencia energética es una urgencia, y puede contribuir a mejoras económicas, sociales y ambientales.