La población urbana que nos está atropellando y la ciudad de los 15 minutos
Bolivia tiene una población mayoritariamente urbana y enfrenta un discurso estatal que sostiene una cualidad indígena originaria campesina. Por ser un debate ideológico y de una contundencia discursiva muy grande, nos hemos paralogizado desconociendo la realidad urbana y hoy estamos viendo las consecuencias al no haber desarrollado estrategias que permitan al gobierno de las ciudades darse respuestas oportunas y eficaces.
A pesar de ello, la realidad urbana se está imponiendo con todas las dificultades que acompaña la falta de políticas públicas globales. Sin desconocer la importancia de lo rural por la producción de alimentos, energía y agua, ni la riqueza cultural y humana que puebla nuestra historia y el territorio, insisto, tenemos una sociedad urbana que todavía no asume el reconocimiento de su volumen.
Para decirlo en sencillo, ni las autoridades ni los administrados asumimos nuestra vida en ciudad y esto redunda negativamente en la ausencia de servicios básicos que son necesarios para vivir dignamente, en cualquier lugar que lo hagamos. Los municipios que los administran no cuentan ni con catastros funcionando ni soluciones reales para el manejo de los residuos sólidos, como evidencia de lo afirmado.
Necesitamos servicios básicos de salud, agua, educación, energía, transporte, ocio productivo, más allá de nuestro origen étnico, cultural, territorial, social y económico, y mal hemos hecho hasta ahora en pretender establecer diferencias que son inadmisibles desde el punto de vista de los derechos humanos. Necesito esos servicios, con oportunidad y suficiencia, más allá de mi condición cultural o las opciones que me permite mi libertad.
El Censo de Población a realizarse el año 2024 mostrará la realidad a la que hemos llegado por estudio, investigaciones y proyecciones y que se resume en que 30 municipios con población mayor de 45.000 habitantes ya tienen el 75% de la población del país. ¿Necesitamos mayor evidencia?
Esta realidad nos obliga a aceptar, además, que estamos frente a una población joven, que vive en ciudades, con un despoblamiento rural incontrolado, para el que no hemos aceptado los paradigmas de la modernidad y que se expresan en conectividad y competitividad mundial, para las personas y los territorios.
La agenda ciudadana exige, entonces, desarrollo de inteligencia, sostenibilidad ambiental y respuesta a la pregunta, ¿qué haremos con un millón de km2 cuando el 90% de los habitantes de Bolivia vivamos en ciudades?
Las ciudades modernas se consolidaron con la revolución industrial. En Bolivia no hubo, no hay, no habrá revolución industrial en los términos tradicionales. En la última etapa de la historia de la humanidad, las ciudades absorbieron población del campo precisamente por la necesidad de mano de obra que necesitaba la máquina, y nosotros estamos llegando a las ciudades sin haber pasado por la revolución industrial.
Hemos llegado a los dos procesos, consolidación de ciudades y desarrollo, por caminos diferentes soportando, sin embargo, falta de consciencia urbana, ausencia de debate social y falencia de políticas públicas. Estamos atascados en la agenda urbana de los burgos de la Edad Media, pues la gente todavía hace libremente “el uno” y “el dos” en las calles. Estos inconvenientes son más complicados cuando existe menor desarrollo, se tiene poca población en territorios extensos y baja cohesión social, condiciones que fisonomisan a Bolivia.
Para ayudar a enfrentar las dificultades conceptuales, está apareciendo la ciudad de los 15 minutos y que plantea organizar los barrios de modo que nadie tenga que desplazarse más de 1/4 de hora desde su casa para acceder a los servicios básicos, reduciendo las emisiones derivadas de los desplazamientos y ganando en calidad de vida.
El reto aumenta si a esto le sumamos que el 60% de la población es menor de 30 años, y que estos jóvenes consideran la democracia como un bien público que no está en debate, se expresan en las redes sociales, en el celular, en relaciones horizontales, no saben qué fue la Revolución Nacional y ya vive en ciudades.
La buena noticia es que el mundo ya dio respuesta a todos estos problemas y sólo nos queda ajustarlas a nuestras necesidades, con creatividad y ternura.
Columnas de CARLOS HUGO MOLINA