El MAS en 28 años
El siglo XX terminaba con un nuevo panorama político. Un nuevo partido emergía al final de un ciclo dominado por tres partidos tradicionales: MNR, ADN y MIR.
Surgía el Movimiento Al Socialismo (MAS), de la mano del líder cocalero Evo Morales, quien con su discurso nacionalista, indigenista y antiimperialista seducía no sólo a los sectores tradicionalmente excluidos (como los campesinos y obreros), sino también a grupos intelectuales.
Los tres partidos tradicionales, estigmatizados por su corriente neoliberal y denuncias mutuas, terminaron por desgastarse y convertirse en impopulares.
El MAS se presentaba entonces como la reserva moral del país, superando incluso su estigma de partido de cocaleros y el dilema coca-cocaína, y avanzando del área rural a la urbana, desde las clases bajas hasta las clases medias.
Asumía el poder en 2005 y la suerte estaba de su lado: la elevación de los precios internacionales del petróleo se traducía en réditos para el país, derivando en una época de bonanza que, en la percepción del ciudadano común, sólo podían significar que la “nacionalización” de los hidrocarburos de 2006 era un éxito.
Y mientras se iba afianzando con contundentes victorias electorales, el poderoso MAS se quitaba la careta de reserva moral, desvelando su angurria de poder, la cooptación sistemática de todos los órganos del Estado y la persecución política judicializada, dando como resultado prácticamente una pulverización de cualquier fuerza disidente.
Esa deformación avanzó de forma paralela a permanentes denuncias de millonaria corrupción, desde el Fondo Indígena hasta el último caso de ABC, pasando por CAMC. En todos los casos, el denominador común es la impunidad.
Esta situación sumada al declive económico que se arrastra desde 2014 (con la caída de los precios del petróleo) deja al país en el umbral de las crisis: económica y política.
El MAS llega a su aniversario 28 desorientado, respecto de las soluciones económicas para el país, y también ante su propio futuro como partido. La prematura campaña electoral para 2025 empuja a eso.
Los analistas están convencidos de que el MAS cumplió su ciclo y que la decadencia es un hecho, que el discurso nacionalista e indigenista está agotado y que el mismo MAS va sacando sus trapitos al sol. Las denuncias de corrupción, que antes venían de una escuálida oposición, ahora surgen del propio oficialismo dividido.
El MAS se está destruyendo a sí mismo. ¿Tiene los días contados? Los analistas dicen que sí, pero tal vez ésa aún sea una pregunta abierta, y aunque es una oportunidad para que surjan nuevos actores y cambie una vez más el rumbo de la política, la respuesta parece tenerla, por ahora, el propio MAS.