Jacinto Bejuco y el micro con alas
Jacinto Bejuco no había sentido tanta incomodidad desde aquella vez en que tuvo que soportar el cataplasma de coca que le pusieron en la pierna, en aquel tiempo no le incomodaba el olor de la hierba ni las propiedades milagrosas de la hoja milenaria, pero sí le despertaba cierta extrañeza que cada hoja estaba mascada hasta el cansancio, triturada y desmenuzada —por no decir succionada— hasta el punto que parecían unas cáscaras secas más propias del otoño que de la medicina.
Sin embargo, de aquella memoria imborrable lo que hoy le fastidiaba sobremanera era algo mucho más prosaico y real: el servicio de transporte de la aerolínea estatal.
Jacinto Bejuco cedía ante la zozobra que traía consigo el trastorno de la espera; su vuelo, demorado ya por cinco horas, retrataba la pesadumbre de las críticas que a diario recibía la compañía pública.
—Hubiese llegado más rápido a pie —afirmó en voz baja.
Cuando finalmente pudo abordar el avión, una sensación inmisericorde lo golpeó al derecho y al revés. No era el aparato, que parecía hecho para todo menos para volar, era un miedo que desbarataba su armonía y socavaba su alma.
Acomodado ya en su asiento, enumeró las varias críticas que sufría a diario la monolítica aerolínea estatal.
La lista de quejas era amplia y gorda, cabían en ella las meriendas más cercanas a la menudencia que a la comida, así como las órdenes que demoraban los vuelos sólo para esperar al político de turno, o los cientos de corazones rotos por las eternas demoras o por el extravío de algún ser querido, tampoco estaba ausente la carga de droga que viajó como si nada hasta el Viejo Mundo, ni la impunidad de los altos cargos ejecutivos.
Más densos aún fueron sus pensamientos cuando el avión encendió sus motores, no porque temía volar sobre quién sabe qué delito vinculado al narcotráfico, pero sí porque estaba seguro —como lo estaba también la mayoría de la población— que los aviones de la línea estatal eran poco más que micros con alas.
El autor es escritor, ronniepierola.blogspot.com
Columnas de RONNIE PIÉROLA GÓMEZ