Desafío: del extractivismo a la 4ª revolución industrial
Hace algunas semanas The Economist publicó un artículo donde menciona que América Latina tiene una nueva ventana de oportunidad económica debido a los cambios profundos que se registran en la economía mundial. Entre las macrotendencias, la revista menciona: i) la descarbonización de las economías desarrolladas y la transición hacia energías verdes que aumentará en gran cantidad la demanda de metales y minerales de la región, así como la energía necesaria para procesarlos. Esto significa que habrá una mayor demanda de cobre, plata y litio. Adicionaría que también habrá una mayor demanda de gas natural, la energía considerada de transición hacia el uso de las energías renovables.
Asimismo, The Economist sostiene que la demanda por alimentos también aumentará significativamente: granos, animales, café azúcar y otros. El gran comprador será la China.
La nueva Guerra Fría, entre EEUU y China, está haciendo que los países de Occidente, primero, salgan a gran velocidad del gigante asiático y, segundo, busquen zonas de inversión más seguras y cercanas como es el caso de América Latina.
Además, yo añadiría que estamos viviendo una revolución en los servicios tradicionales, como el turismo y la gastronomía, o en los relativamente nuevos servicios como la informática y la inteligencia artificial.
¿Frente a este nuevo contexto que podría hacer un país pequeño como Bolivia? Sin duda estas tendencias abren un nuevo horizonte para el desarrollo.
A continuación, algunas propuestas. El nuevo centro de las políticas de desarrollo debe ser el capital humano, este objetivo que ordena la política económica y social. En el lenguaje de Mariana Mazzucato, la misión central de la sociedad y su Estado es dar un salto cuántico en la educación y el capital humano. Es decir, la gente se vuelve el centro del universo de la política pública. Todo lo que se haga en materia de política externa, sectorial, regional, social, energética, económica, comercial y otras deben tener algún vínculo para dar oportunidades y/o potenciar a las personas.
Se inicia un nuevo ciclo de precios y demanda para los minerales impulsado por la descarbonización de las economías desarrolladas y la transición energética, Bolivia puede entrar a una nueva era del litio, la plata, el estaño, el cobre y otros minerales, pero estas actividades deben ser las últimas fronteras extractivistas y los puentes para que Bolivia desemboque en la cuarta revolución industrial. Los nuevos conglomerados deben buscar la industrialización de los recursos naturales, pero sobre todo la industrialización para la minería. Se tendría que crear, en torno del litio, un ecosistema para la economía digital.
No sólo se tendría que vender el litio transformado en batería u otro producto procesado, sino otras formas de energía. Pero, además, se debería atraer nubes del internet (Amazon, Google) al altiplano boliviano, convertirlo en un nuevo espacio del territorio inteligente. En décadas pasadas se soñaba con convertir a Bolivia en el gran distribuidor de gas natural en la región, algo que se logró parcialmente. Igualmente se debería soñar con convertir ahora al país en el hub (nodo) de la economía de la información y de los datos.
Se trata de construir una nueva visión, una nueva narrativa que entienda que hay una nueva geografía económica y comercial en construcción. En la vieja economía, Bolivia estaba al lado de Argentina, Chile o Perú. Todo el comercio se realiza por tierra, mar o tren. Pero ahora, en los nuevos territorios inteligentes, Bolivia podría tener nuevas fronteras, estar al lado, por ejemplo, de la India, EEUU o la China porque en el nuevo territorio del ciberespacio las cosas han cambiado. Cochabamba está al lado de Bangalore o de Barcelona, en la ciudad del valle están las empresas de software más importantes del país. Por lo tanto, debemos apoyar ecosistemas que integren, lo privado, lo público y el sistema educativo, para desarrollar la industria del software en Bolivia.
Junto a la producción de plata, estaño y cobre debemos entrar a las industrias del cableado, las turbinas eólicas, los paneles solares y todo el hardware y software que requieren estas actividades de transmisión y generación de electricidad.
Bolivia podría ser una potencia en alimentos y productos forestales, abasteciendo los mercados asiáticos. Tenemos una gran diversidad que brinda un enorme potencial para desarrollar una industria de alimentos innovadora, competitiva y sostenible. La industrialización en el sector está asociada la biotecnología. Esta puede aportar soluciones a los principales desafíos que enfrenta el sector agroalimentario boliviano, como el cambio climático, la escasez de agua, la pérdida de biodiversidad, la seguridad alimentaria, la calidad e inocuidad de los alimentos, y la generación de valor agregado y empleo.
Aquí, el conglomerado debe apostar al mejoramiento genético de cultivos y animales, la producción de biofertilizantes y biopesticidas, la producción de aditivos, enzimas, aromas, colorantes y otros ingredientes alimentarios a partir de microorganismos o células vegetales o animales y la producción de biocombustibles a partir de biomasa vegetal o animal.
Finalmente, la revolución en servicios está en el impulso del ecosistema de turismo, gastronomía, la historia, la cultura, la arquitectura y otros. En base al desarrollo local, la economía creativa ofrece un enorme potencial en el país.
La apuesta a un nuevo desarrollo parte de la idea de que el liderazgo en estos cambios debe ser impulsado por los emprendedores privados nacionales y la inversión extranjera directa, apoyados por un Estado local y nacional emprendedor que complemente virtuosamente la iniciativa privada pequeña, mediana y grande. Que cree las condiciones legales y de infraestructura para estos nuevos ecosistemas e impulse la innovación.
Una de las oportunidades más importantes para viabilizar el desarrollo de los ecosistemas mencionados es aprovechar el reshoring (reubicación) de la producción y los servicios a nivel mundial y atraer las inversiones extranjeras que antes estaban en China, pero también atraer la inversión asiática que busca un mejor posicionamiento estratégico en el mundo. Para esto, la política externa nacional debe ser pragmática y enfocada en los intereses nacionales.
Columnas de Gonzalo Chávez Álvarez