La gente sin cabeza - Simbolismo de un sueño (II)
Tras el encuentro feliz de la pareja, al día siguiente el hombre joven trabaja en su habitación de paredes agrietadas, golpea un clavo en la madera, toma una sierra, baja los brazos, sólo piensa en la mujer sin cabeza, sus ojos se iluminan de ilusión, echa las herramientas al suelo, mira el viejo reloj colgado en la pared rajada, son las 10.30 de la mañana o de la noche, no interesa, abre la puerta, sale a la calle.
Personas sin cabeza cruzan la calle, están aferradas al celular, aparece un automóvil, los atropella, unos quedan en el piso, otros se levantan, todo es normal, continúan manipulando su aparato digital, el automóvil es fantasma, sin conductor, no, sus vidrios están polarizados, un policía está parado, sin cabeza, un perro enano y rechoncho levanta su pierna y orina en el pie del guardia, aparece en la acera el hombre joven con un ramillete de flores blancas, se encuentra con la mujer soñada, es como si ésta le hubiese estado esperando, está parada frente a él, están muy cerca, casi juntos, corre un hombre sin cabeza llevándose una cartera, le persigue un hombre con un palo, el hombre joven toma de una mano a la dama sin cabeza, con aire de dicha le entrega las flores, el gentío descabezado pasa presuroso, ella le toma del brazo, se dirigen a una plazoleta silenciosa, banquillos estropeados parecen desarmarse, los postes están torcidos y cuelgan tristes faroles de luz débil.
Se sientan en una de las banquetas, juntos, muy juntos, ella pasa su tierna mano por el cuerpo del joven, palpa su silueta, toca su pecho. Viene el desastre, la mano tierna de la mujer sin cabeza choca con el rostro del hombre, ella se horroriza, el hombre de sus sueños ¡tiene cabeza!, bruscamente la mujer se pone de pie, da dos pasos atrás, tira las flores al piso, huye, él se levanta, el rostro se le alarga, su tristeza es infinita, está solo, se retira a su habitación, la congoja no tiene límite, cabizbajo se aproxima a la ventana, ve todo nublado, se da vuelta, se encuentra con un fantasma muy alto, retira la sábana que cubre al espectro, es un enorme armazón en forma de rieles verticales, es una guillotina, tiene una plataforma, sube a ella, se pone de rodillas, introduce su cuello, jala un cordel, cae una pesada y filosa cuchilla, rueda su cabeza dando golpes en el suelo, hilos de sangre corren por el piso.
El joven queda exhausto, tendido sobre la plataforma ensangrentada, se mueve, no ve nada, intenta bajar, lo logra, se pone de pie, tambalea, sale a la calle, todo es gris, camina a tientas, no tiene cabeza, extiende sus brazos, arrastra sus pies, tropieza con un cadáver tirado en el suelo, cae, coge a tientas el bastón del muerto, se levanta, da otros pasos dificultosos, se apoya en el bastón, camina como todos los demás, nadie tiene cabeza, envuelto en la bruma se encuentra con la mujer de su corazón, los dos están frente a frente, ella le toca su cuerpo, palpa su cuello, ¡su amado no tiene cabeza!, la felicidad los une, no ven nada, no sienten nada, no saben nada, nada les interesa, es la felicidad completa, no conocen el mundo, se abrazan con ternura, se toman de la mano, caminan, se le doblan las rodillas al nuevo descabezado, tropieza, se apoya en ella, continúan su camino.
En la lejanía, el sol resplandece, se aproxima amenazante una enorme nube negra, el sol se ensombrece, empieza a morir, todo se oscurece, ellos no ven nada, no tienen cabeza, son felices, desaparecen en el horizonte. La sinrazón es su felicidad.
¿Habrá luz y esperanza tras las nubes más oscuras del mundo?
El autor es jurista
Columnas de GONZALO PEÑARANDA TAIDA