Gracias Flecheiro
La despedida de la selección boliviana de fútbol de su histórico goleador Marcelo Martins, O Flecheiro, brinda una valiosa oportunidad para reflexionar sobre el valor del agradecimiento o gratitud, especialmente desde el conjunto de la ciudadanía.
Si bien es evidente que el goleador —junto con el resto de la “verdecita”— no nos habrán regalado una Copa Mundial o América o algo siquiera parecido, dentro del panorama del fútbol boliviano la exitosa carrera del Flecheiro resalta notablemente no solamente por sus goles (fue el máximo goleador de la anterior eliminatoria, por ejemplo), sino por su entrega y amor a la selección y, a su país. Desconocer tan significativo aporte y, especialmente, buen ejemplo, peor si eres futbolero, resulta una supina omisión si es que no ignorancia.
Estuve personalmente en el partido de la selección boliviana contra la del Perú aprovechando un viaje por cuestiones laborales y, me quedé con sabor a muy, pero muy, poco con la reacción de los presentes en el Hernando Siles cuando el Flecheiro salió antes del final del partido, probablemente porque la hinchada peruana había tomado mayoritariamente el estadio (quedé de agente encubierto en medio de una de sus varias barras), pero me llamó la atención que no se produjo la ovación esperada de nuestra hinchada. Eso, a diferencia de la recién recibida en el Centenario de Montevideo y, especialmente, el reconocimiento de sus colegas charrúas incluyendo a su DT. Parece no más confirmarse una vez más aquello que nadie es profeta en su propia tierra.
Y es que el sentimiento de gratitud, en el caso colectivo (aunque cada quien por supuesto ejerce su libre derecho al desarrollo de su personalidad) frente a la carrera futbolera de nuestro Flecheiro abre margen para razonar cómo es que los pueblos construyen y tratan a sus personajes notables que han aportado favorablemente en cualquier aspecto con base en ese sentimiento tan loable como es la cultura del agradecimiento, el saber separar las sombras de las luces y, en definitiva, de esa actitud positiva, de buena leche, que marca muchísimas diferencias no sólo individual sino colectivamente.
Pareciera que de tanto mal ejemplo cotidiano que recibimos —verbigracia: el de la casta política partidaria que ha hecho de la sinvergüenzura la regla— nos costaría reconocer y aplaudir lo bueno. Nos estamos acostumbrando y peor, rindiendo ante la mediocridad, la bajeza o la pendejez como lo regular, aplaudiendo o hasta envidiando a los tiranos, narcos, corruptos o pendejos que, aunque tal vez millonarios o poderosos, siguen siendo unos pobres diablos que nada de positivo aportan a la sociedad. Es doloroso saber de niños que, en vez de seguir estudiando y aprendiendo, desean ser narcos, como si el crimen fuera un triunfo o sinónimo de éxito o, peor, de felicidad.
Aunque por supuesto forma parte del sagrado derecho a la libertad de expresión, discrepo de aquellas posturas que en vez de por lo menos resaltar a este destacado deportista y agradecerle por su obra, en este caso futbolera, escojan siempre lo malo —me enfoco en las flores no en las malas hierbas, enseña Weiss— buscándole aspectos negativos, que los tendrá como todos los seres humanos los tenemos, omitiendo su carrera internacional como pocas de quienes se dedican al fútbol profesional en Bolivia. Ese autor —les recomiendo su libro El efecto gratitud— enseña que la ignorancia radica en ver sólo un aspecto y la sabiduría es ver los dos opuestos en todos los acontecimientos y personas.
Por mi parte, Flecheiro, respetando su decisión personal para dejar la “verdecita”, no queda más que agradecerle por las alegrías regaladas que, aunque pocas, seguramente comparativamente con otros seleccionados sistemáticamente galardonados, son altamente valiosas, precisamente por los pocos éxitos del fútbol boliviano. “La gratitud no sólo es la más grande de las virtudes, sino la que engendra todas las demás”, Cicerón.
El autor es abogado
Columnas de ARTURO YÁÑEZ CORTÉS