Romelia Aporre y la lógica del poder
Romelia Aporre nunca había entendido la lógica del poder, para ella criticar un tiempo pasado, cuando en el fondo seguían gobernando los de siempre, era poco menos que una contradicción.
Por eso, quizá, la inquietaba tanto ir a confesarse aquella víspera de Pentecostés. Sabía que en palabra y obra su conducta era intachable, pero estaba muy segura que en pensamiento había pecado mucho, no incumpliendo los preceptos más importantes de Dios, por supuesto, ¡eso jamás!, pero más de una vez se encontró a sí misma deseando la muerte de aquellos que manipulaban los hilos del poder.
—No debería ser pecado desear la muerte de un político —se atrevió a decirle al párroco de su localidad justo en la mitad de su confesión.
El cura, que era un español grueso, de timbre firme y cejas pobladas, la miró a través de la vieja rejilla que los separaba.
A punto estuvo de recriminar su comentario, amparando su reflexión no sólo en la palabra de Dios, sino también en el derecho humano a la vida; pero casi de inmediato, se acordó de las decenas de veces en las que los políticos de ocasión supieron aprovecharse del pueblo maltratado y del erario público desprotegido.
Su profunda reflexión la completó Romelia Aporre, cuando le dijo que aquel sentimiento poco cristiano lo tuvo de modo agudo en numerosas ocasiones, con regímenes de turno y con gobiernos de oposición, y que más recientemente lo sintió por la falta de dólares, los hechos de corrupción, las amenazas de bloqueos y las largas filas por la gasolina.
En ese instante el hispano tuvo una revelación. A su mente aparecieron los indultos a los separatistas catalanes, las jugarretas de los poderosos en Madrid y el desprestigio de un oficio desgastado desde su nacimiento y que, ni él ni nadie, se explicaba cómo seguía subsistiendo: el rol de político universal.
Agobiado por la realidad, golpeado por la sinceridad de un sentimiento auténtico, dijo:
—Tenéis razón, hija, no debería ser pecado desear la muerte de un político.
Columnas de RONNIE PIÉROLA GÓMEZ