Esto no es un cuento
afirmaba Arthur Schopenhauer que “el cambio es la única cosa inmutable”, y tenía razón. Tiempo atrás empecé a escribir mi columna en formato de relatos, la forma y fondo de estos recibió una conveniente crítica y dio nacimiento a un material interesante y con buena acogida; sin embargo, esta configuración, si bien rica en recursos literarios, no facilita la cita de ciertos elementos que se hacen esenciales hoy a la vista de la coyuntura. Por ello en esta ocasión y hasta cuando sea necesario, acudo a la frase del conocido filósofo alemán para volver a esquemas más tradicionales. Es por eso que esto no es un cuento.
La Real Academia Española indica que gobernar implica “dirigir un país o una colectividad política”, en términos sencillos esto significa manejar el aparato público, decidir, mandar y ejercer el poder. Hacerlo no es cosa fácil, porque “el poder es el gran afrodisíaco”, así lo define Henry Kissinger y así lo han vivido los gobiernos del mundo entero, sean estos de izquierda o de derecha.
Si partimos por analizar lo obvio podríamos concluir que estamos mal gobernados, es más, sobrevivimos así desde hace décadas, mal gestionados por gente de izquierda, así como por personeros de la derecha; pero injusto sería identificar que únicamente son responsables los poderosos de turno, porque para desembocar en la crisis actual hemos tenido que cometer faltas, ya sea por acción u omisión, pero todos erramos al fin. Bien afirmaba Joseph de Maistre cuando decía que “cada pueblo o nación tiene el gobierno que merece”, porque si bien hoy lamentamos el insano subsidio y el engañoso bono, ayer nos sentíamos cómodos sentados en nuestras subvenciones, disfrutando del dinero que nos caía por la voluntad del gobierno y aplaudiendo el derroche que en su momento nos llenó de canchitas y de un museo inútil.
Tomemos, pues, al toro por las astas: nuestra situación económica es un desastre, pero como toda ciencia, la economía está movida por la lógica y el sentido técnico, por lo que pueden tomarse acciones que encarrilen nuevamente el destino de este pobre país.
Las soluciones son conocidas, las vienen pregonando los analistas y expertos desde las redes sociales, las páginas de los diarios y las entrevistas para la prensa: se hace preciso disminuir el aparato estatal y reducir el gasto público en procura de alcanzar el equilibrio fiscal; se deben aplicar políticas que atraigan inversiones y promuevan las exportaciones a fin de superar los malos registros en las cuentas corrientes fiscales, es necesario evaluar y cerrar las empresas públicas deficitarias y promover por todas las formas posibles el crecimiento del aparato productivo privado, es imprescindible aceptar, técnica y legalmente, que el tipo de cambio que vivimos es una ficción, es fundamental reducir el acoso tributario y flexibilizar las obligaciones que ahorcan a la iniciativa privada, se deben buscar nuevas formas de sustento energético que permitan un trabajo confiable a mediano y largo plazo, permitiendo la importación de combustible por parte de empresarios privados; es urgente dotar de un marco legal inmediato para que las obligaciones bancarias puedan reprogramarse a fin de dar oxígeno a los deudores y, por supuesto, es imperioso aceptar que el Modelo Económico Social Comunitario Productivo ha fracasado rotundamente.
Puede no gustarle a todo el mundo, pero es tiempo de abrazar las ideas de mercado que son las únicas viables en un mundo en el que no se pueden sostener las utopías socialistas.
Ese es el camino a seguir, lo demás es puro cuento.
Columnas de RONNIE PIÉROLA GÓMEZ