10 de enero 2025, fecha crucial para los venezolanos
La suerte de Venezuela se definirá en función del desenlace que podría significar el cuestionado juramento de Nicolás Maduro para su tercer mandato presidencial, en un ambiente de rechazo generalizado. El 10 de enero del 2025 y su deriva, definirán el ingreso de la dictadura chavista a una fase más autoritaria con características totalitarias o la recuperación de la libertad y la democracia.
Con el grito de “libertad”, las movilizaciones de resistencia y rebelión organizadas para esa fecha, si son sostenidas y con el pueblo unido, podrían lograr la ansiada recuperación de la libertad y la democracia, poniendo fin al oprobioso régimen chavista, con más de 25 años en el poder.
Sin apego al razonamiento binario, el destino de Venezuela tendría estos dos caminos: el ingreso a una fase autoritaria superior, cercana al totalitarismo, o la libertad con el retorno a la democracia. En las circunstancias actuales, la lucha y resistencia en las calles definirán el camino.
Maduro pretende asumir su tercer mandato, con un monumental y grosero fraude de por medio. El Consejo Nacional Electoral, sin mostrar las actas, lo proclamó ganador con el 52% de la votación. Como quiera que en regímenes autoritarios no existe la separación e independencia de poderes, el Tribunal Supremo de Justicia venezolano ratificó los resultados de este “asqueroso” fraude.
El candidato opositor Edmundo Gonzales, con 24.532 actas en mano, que significan el 81% del total, demostró que fue el ganador con el 67% de la votación, frente al 30% que habría obtenido Maduro. La diferencia es sustancial. En esa medida, también el fraude es colosal. Las movilizaciones convocadas para esa fecha, lideradas por Corina Machado, demandaban precisamente el respeto del voto popular.
El segundo mandato de Maduro, que se inició en octubre de 2019, fue también como resultado de unas elecciones cuestionadas, nada transparentes. Por ello, desde entonces, es considerado interna y externamente como un presidente ilegitimo. A tal extremo que solo cuatro presidentes latinoamericanos asistieron a su acto de posesión, entre ellos, Evo Morales, con quien, más allá de las coincidencias ideológicas, hay un pacto donde, a similitud de las mafias, prevalece la lógica del “espíritu de cuerpo”.
El régimen chavista, como los vigentes en Cuba, Nicaragua y Rusia son contrarios a la alternancia del poder y para mantenerse indefinidamente en su ejercicio han implementado nuevas constituciones que son verdaderas obras de ingeniería política. Cuando les incomodan, las cambian y las modifican a su antojo.
Como carecen de respaldo popular y legitimidad, quedándose cada vez más solos, el principal recurso de su poder, radica en la coerción y la fuerza. En Venezuela, con el monopolio de la fuerza y la violencia se ha implementado un feroz aparato represivo compuesto no solo por militares y policías, sino también milicias armadas. Las famosas “milicias bolivarianas”, creadas por Hugo Chávez para la “defensa de Venezuela”. Este grupo paramilitar al servicio del régimen crea zozobra y terror al interior de la sociedad venezolana.
Los principales instrumentos de dominación y control del régimen chavista, ahora con Nicolas Maduro, son el hambre y el miedo. La “administración del hambre”, es un aparato brutalmente eficaz que condiciona el acceso de comida con la lealtad al Gobierno.
El miedo, a su vez, es la herramienta fundamental de dominación. A través de intimidación y violencia silencian a opositores, periodistas, activistas y ciudadanos comunes. Con el miedo extinguen disidencias y hacen más disciplinada la obediencia. El miedo siempre ha sido uno de los principales instrumentos de dominación, sobre todo en regímenes totalitarios.
En este macabro estado de cosas, la rebelión es ciertamente difícil, pero no imposible. Es el único camino para alcanzar la libertad. Para que esto ocurra es de fundamental importancia que el pueblo venezolano, definitivamente, pierda el miedo. Cuando eso ocurre los tiranos pierden el poder. Aquí, viene a colación, aquella famosa respuesta de Séneca al Emperador Nerón: “Tu poder radica en mi miedo. Yo, ya no te tengo miedo; tú ya no tienes poder”.
Perdiendo el miedo, la rebelión en las calles debe propiciar un cambio en la asimétrica correlación de fuerzas. Para ello, será determinante acabar con la lealtad de los militares. Ellos son, finalmente, los que sostienen al régimen. En estos momentos cruciales, de sus decisiones y cambio de conducta depende el futuro de Venezuela. En una actitud patriótica, tendrían la obligación de acompañar la rebelión.
Hasta ahora, la lealtad de los militares, ha sido “sellada” con un descomunal “intercambio de servicios”. El régimen colocó en sus manos la principal empresa estatal de petróleo Pdvsa, los ministerios del Interior, Agricultura, Vivienda y Alimentación. Además, les dio el monopolio del control de áreas estratégicas, con total autonomía e independencia, de la minería de oro y la explotación de diamantes.
De la intensidad y organización de la rebelión —que pasa por perder el miedo— y el cambio de lealtades de militares patriotas depende el futuro de Venezuela.
De no suceder esto, el pueblo venezolano, estará condenado a muchos decenios más de dictadura, ya con características totalitarias.
Algún día, empero, como el régimen de Bashar al Asad, en Siria, el régimen chavista debe caer. Seguramente, como en Siria, se encontrarán truculentas infraestructuras de tortura y reclusión de opositores, como la cárcel de Saydnaya, el matadero humano del derrocado dictador.
Dueles en el alma, Venezuela.
El autor es profesor de la carrera de Ciencia Política de la Universidad Mayor de San Simón
Columnas de ROLANDO TELLERÍA A.