Gaza: La tragedia del siglo ante la mirada del mundo
En la Franja de Gaza, el mundo presencia —casi impasible— una catástrofe humana de proporciones históricas. Lo que comenzó como una escalada del conflicto palestino-israelí se ha convertido en una ofensiva militar sistemática que muchos organismos internacionales, líderes políticos, juristas y defensores de derechos humanos califican como un genocidio en curso.
Desde octubre de 2023, las Fuerzas de Defensa de Israel han llevado a cabo una campaña devastadora sobre Gaza, un territorio densamente poblado y bloqueado desde hace más de 17 años. Hospitales, escuelas, campos de refugiados y corredores humanitarios han sido bombardeados. Más de 54.600 palestinos han muerto —la mayoría mujeres, niños y ancianos— y decenas de miles más permanecen heridos, desaparecidos o atrapados bajo los escombros. La infraestructura civil ha sido pulverizada. La ONU ha advertido que Gaza podría volverse “inhabitable” en cualquier momento. Las acciones emprendidas han sido calificadas por diversos organismos internacionales y defensores de derechos humanos como posibles actos de genocidio.
La Franja de Gaza, un territorio de aproximadamente 365 km², ha estado, desde 2007, bajo un bloqueo terrestre, marítimo y aéreo impuesto por Israel. Este bloqueo ha limitado severamente el acceso a bienes esenciales, servicios médicos y restringe la libertad de movimiento para sus más de dos millones de habitantes. Las tensiones se intensificaron tras el ataque de Hamás el 7 de octubre de 2023, que resultó en la muerte de 1.200 personas en Israel y la captura de 251 rehenes. En respuesta, Israel lanzó una ofensiva militar masiva sobre Gaza, desencadenando una crisis humanitaria de enormes proporciones que se agrava cada día.
Este conflicto, que tiene raíces profundas y complejas, no puede seguir reduciéndose a justificaciones de seguridad nacional o legítima defensa. Las acciones actuales de Israel exceden cualquier proporción militar, cruzando líneas que el derecho internacional humanitario establece claramente.
A pesar de la abrumadora evidencia, las grandes potencias han mantenido, en su mayoría, un apoyo incondicional al Gobierno israelí. Han bloqueado resoluciones vinculantes en el Consejo de Seguridad de la ONU y continúan suministrando armas, legitimando así una política de castigo colectivo que ha convertido Gaza en un campo de muerte.
En contraparte, la Corte Internacional de Justicia (CIJ), ha abierto una investigación por posibles crímenes de guerra y genocidio, ha reconocido la posibilidad de actos de genocidio en Gaza, ordenando a Israel tomar medidas para prevenir tales actos y permitir la entrega de ayuda humanitaria esencial.
Amnistía Internacional también ha concluido que Israel está cometiendo genocidio contra los palestinos en Gaza, instando a la comunidad internacional a tomar acciones enérgicas para detener estas atrocidades.
Además, el bloqueo prolongado y la restricción de ayuda humanitaria son considerados formas de castigo colectivo, prohibidas por el derecho internacional.
La Corte Penal Internacional (CPI), ha emitido órdenes de arresto contra el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y el exministro de Defensa, Yoav Gallant y otros líderes israelíes y del movimiento Hamás, por crímenes de guerra y de lesa humanidad, marcando un precedente legal que no se veía desde los juicios de Nuremberg contra los responsables nazis del exterminio de judíos, hace 80 años. Además, más de 80 líderes mundiales han exigido a la CPI intervenir ante los crímenes cometidos por Israel.
No se trata de tomar partido por un grupo o una bandera. Se trata de humanidad. Se trata de reconocer que ningún Estado tiene derecho a exterminar a una población entera bajo el pretexto de combatir el terrorismo.
Condenar el genocidio en Gaza no es antisemitismo. Es un acto de conciencia ética y moral. Es levantar la voz cuando la maquinaria de la guerra pretende silenciar la vida.
La situación en Gaza representa una de las crisis humanitarias más graves del siglo XXI. La presión internacional es crucial para detener la violencia y garantizar justicia para las víctimas.
Es imperativo que se tomen medidas para proteger a la población civil, garantizar la entrega de ayuda humanitaria y llevar a los responsables ante la justicia.
La historia juzgará con severidad la inacción y la complicidad; aún es tiempo de actuar y cambiar el curso de los acontecimientos. Desde nuestras calles, aulas, templos y medios de comunicación, es nuestra responsabilidad exigir un alto al fuego en la Franja de Gaza, justicia para las víctimas y el fin del apartheid que oprime al pueblo palestino desde hace décadas.
Porque la paz no se construye sobre ruinas ni sobre tumbas. Se construye con justicia, verdad y dignidad.
El autor es abogado
Columnas de MIGUEL A. DÍAZ COSSÍO