País corrupto
Así como no creo que se pueda hacer una lista de los 50 mejores restaurantes del mundo, tampoco creo que una lista de los países más corruptos del mundo pueda ser confiable, y de hecho realmente es muy poco importante saber si logramos un campeonato mundial en esa, poco honorable, categoría o si estamos solo entre los 10 más aventajados, lo cierto es que la corrupción, la vivimos, la respiramos y en cierto sentido la ejercemos.
Cuando en enero del año 2006, Evo Morales, en su discurso inaugural, se lanzó con la abyecta frase de que él representaba, ( no se sabe si étnicamente, o partidariamente),” la reserva moral de la humanidad”, lo primero que yo vi allí fue un acto de suma ignorancia, porque decir eso, como líder político, solo podía acercarlo –si se refería a su pertenencia étnica– al monstruo alemán del siglo anterior, y si se refería a su partido, estaba hablando de uno fundado en el derecho a producir materia prima para quienes fabrican drogas que son ilegales en el mundo entero.
Este último detalle no le importó a más de la mitad de los electores bolivianos, y así empezamos. La corrupción no fue inventada por el MAS, pero en estos 20 años, no solo no se hizo nada por disminuirla, no solo se dejó que fuera creciendo en forma natural, sino que se dictaron normas y crearon sistemas para que esta se implemente.
Es difícil decidir por donde empezar, está la corrupción a gran escala, la de los contratos millonarios secretos o de dudosa transparencia, están los contratos directos hechos sin licitación, como por ejemplo el del teleférico de La Paz –no tenemos pruebas de que hubiera un sobreprecio, pero que fue mucho más caro que otros similares, lo podemos comprobar–, esta la compra del avión de Evo, un juguete carísimo no solo a la hora de ser comprado, sino para su mantenimiento, están las obras grandes en general, que salen luego de una licitación y una comisión previamente concertada, (lo sé de buena fuente).
Pero esta también el cotidiano, las multas de la Policía de Tránsito, que se arreglan con pagos bajo la mesa a la entrada de los barrios más caros del país, están las extorciones en la carretera, y no hablemos del mundo que no conozco, del contrabando de todo tipo de artículos, desde drogas, pasando por oro y mercurio, y terminando en autos, unos robados y otros simplemente usados, y la ropa usada, tan prohibida como puesta a la venta en la gran feria de El Alto. Y no dejemos de lado cualquier trámite en Derechos Reales y en las alcaldías.
No creo que Bolivia pueda llegar a ser un país sin corrupción de la noche a la mañana, pero sí creo que esta puede disminuir si se toman las medidas correctas. Por ejemplo, si se transparentan los contratos y las compras del Estado, si no se imponen prohibiciones absurdas como la importación de autos usados, o de ropa usada, si se cobra impuestos más razonables de importación, y si realmente se demuestra una voluntad política para acabar con las coimas. (Empezando por las que se cobran a los futuros policías y militares para poder ingresar a las respectivas academias).
El MAS es un partido tremendamente corrupto, pero la pregunta es si el resto de los bolivianos son menos corruptos, el año que el MAS no nos gobernó, tampoco se caracterizó por un comportamiento diferente.
Creo que en el andamiaje de esta sociedad corrupta, los factores se combinan, la necesidad tiene cara de hereje, la ocasión hace al ladrón, y el poder corrompe. Por eso hay que desarrollar un sistema que evite haga que alguien se vea obligado a corromperse, vale decir que no solo pueda tener acceso a un coche si este es chuto, como sucede con la mayoría de la gente que vive en el campo, que haya transparencia e institucionalidad como se la fue estructurando en los denostados tiempos neoliberales, y que nadie pueda entornillarse en el poder, y que se recuperen las instituciones que frenan el poder de quienes manejan el Estado. Quiero una Defensoría del Pueblo que abogue por mis derechos en el cotidiano en las oficinas públicas.
Recuperar la justicia de manos del MAS, es por supuesto la labor más importante que tenemos por delante, pero ese es tema para otra columna.
El autor es operador de turismo
Columnas de AGUSTÍN ECHALAR ASCARRUNZ