Bolivia, la región menos transparente
¿“Es ésta la región más transparente del aire? ¿Qué habéis hecho, entonces, de mi alto valle metafísico? ¿Por qué se empaña, por qué se amarillece? Corren sobre él como fuegos fatuos los remolinillos de tierra. Caen sobre él los mantos de sepia, que roban profundidad al paisaje y precipitan en un solo plano espectral lejanías y cercanías, dando a sus rasgos y colores la irrealidad de una calcomanía grotesca, de una estampa vieja artificial, de una hoja prematuramente marchita. Mordemos con asco las arenillas. Y el polvo se agarra en la garganta, nos tapa la respiración con las manos. Quiere asfixiarnos y quiere estrangularnos” (...)
Este fragmento, pertenece a la parte inicial del ensayo “Palinodia del polvo” del escritor mexicano Alfonso Reyes, una suma melancólica que, utilizando al polvo como metáfora, pretende señalar una profunda angustia del hombre por el hombre.
Desde mi opinión, esta primera reflexión de Reyes también podría estar ligada a múltiples interpretaciones: el polvo es un referente general que se traduce en molestia, opacidad, deterioro, angustia, asfixia, desesperanza y una paulatina decrepitud en la esencia de la ética y la justicia.
Reyes sentencia y, al mismo tiempo, presagia un futuro que se va resquebrajando a medida que avanza el presente, un camino de la nada que devora a su paso el devenir y la inocencia, los sojuzga y los aniquila. Esa inocencia que ya no nos es común.
La palinodia de Reyes va por otro lado, su esencia apunta a esa rectificación pública de una sociedad lánguida, atrapada en una gigantesca nube de polvo, también, claro está, en una inmensa metáfora –política, social y cultural.
Es la “venganza y venganza del polvo, lo más bajo del mundo”, dice. ¿Qué es lo más bajo del mundo? La traición a uno mismo, a sus principios, a las formas más elementales de entender la ética y la transparencia, es la actitud necia de un Caín que asesina diariamente sin piedad.
Pero también es el descreimiento cotidiano de la humanidad, es la desesperanza más desoladora de ya no creer en la palabra dicha y en la acción hecha. Un escepticismo que nace de la impotencia y se refugia en cada acción del hombre.
“(…) ¡Oh desecadores de lagos, taladores de bosques! ¡Cercenadores de pulmones, rompedores de espejos mágicos! (…)
Yo digo. ¡Oh desecadores de esperanzas, taladores de la ética y de la justicia! ¡Cercenadores de la verdad, de la
libertad, rompedores de la unidad, de la solidaridad y del bien común.
En Palinodia del polvo, Reyes alude a la historia, a la patria hecha de “ceniza” y de “restos”. Esa ceniza es también un legado: la herencia material e inmaterial de los antepasados. Bolivia, por su parte, arrastra una historia de despojos —desde la Colonia hasta el neoliberalismo y el populismo con disfraz de indigenismo— que han afectado su soberanía territorial, cultural y económica.
La Guerra del Pacífico (1879), por ejemplo, le costó el acceso al mar. La constante defensa de los recursos naturales, como el gas y el litio, son parte de una narrativa donde la tierra sigue siendo el eje del conflicto y la dignidad. Reyes, al aludir el polvo como símbolo de lo propio, se conecta con este impulso de rescatar lo negado y convertirlo en fuente de fuerza.
Yo vivo en la región menos transparente. Una región en donde día a día el polvo de la corrupción esculpe monstruos de dos cabezas. Una región en donde las manos gigantes de esos monstruos pudren la ética y los sueños. Es una región en la que el futuro es una gigantesca muralla que no permite pasar, en ella nos estrellamos minuto a minuto, otros, más osados, mueren en el intento.
La región menos transparente, es esa en la que siempre resucitan los fuegos fatuos. Tiene como gobierno a los inservibles, a los incapaces, a los corruptos, a los que vomitan mierda en el día y fuego en la noche. Son antropófagos, se comen a sus habitantes y, con ellos, sus sueños, sus esperanzas y sus utopías.
“Cien pueblos apedrearon este valle y por eso las casas y la calle son de una sola pieza. Se reduce el lenguaje y la tristeza es sobria como sombra de detalle”, dice el poeta Carlos Pellicer. Pasen y compren: todo está cuidadosamente envuelto en polvo.
La región menos transparente está forrada de injusticias y mentiras, en ella soplan aires que sofocan, como la tierra que entra por la garganta, raspa las entrañas y deja sin voz y sin palabra.
En la región menos transparente, gobiernan los sedientos de venganza, perros que babean el resentimiento, enfermos de poder que disparan contra la libertad.
En esta región, mandan los aprendices de presidentes, matones y charlatanes, es una región opaca, pero su opacidad está fabricada, no es invencible.
En este país ya no existen estrellas fugaces, ya no, porque son muchos los deseos de sus habitantes: deseos de verdad, de transparencia, bienestar y progreso.
Bolivia muerde polvo de vejación, de injusticia, estafa y coerción. Acaso, como sentencia Alfonso Reyes, “el polvo sea el alfa y el omega”, pero en este caso, lo es de un país en donde el tiempo y su Gobierno obligan a sus habitantes a acumular bosta (donde antes se plantaban flores) para enturbiar las verdades.
Acaso el polvo sea el tiempo histórico. Pero no ese polvo que ciega y amordaza, sino, ese tiempo halagüeño que en algún instante de la vida pedimos como deseo a esa estrella fugaz del pasado, ése que lucha por convivir con el espacio más transparente, cierto y soberano.
Tiempo y espacio cohabitando una región en donde la libertad, la justicia, la verdad y el estado de bienestar claman su eje central y piden el destierro de la estafa, la mentira, la corrupción y el azote de la antidemocracia.
El autor es comunicador social
Columnas de RUDDY ORELLANA V.