15 de enero, la luz eterna de los héroes
Era un jueves lluvioso ese 15 de enero de 1981. Arcil y Gloria en la mañana confirmaron la reunión a las 14:30 en un departamentito de la calle “Harrington” en Sopocachi. Ricardo debía salir del país después, porque estaba delicado de salud. Lucho aseguró a su esposa volver temprano para un compromiso; Gonzalo y Cristo compartieron esa mañana unas salteñas en la plaza “Abaroa”. Artemio, agripado, inscribió a los niños en la escuela y estuvo taciturno en el almuerzo. Pepe toda la mañana recabó informes y Ramiro estuvo revisando varios documentos.
Todos concurrieron a la reunión para evaluar la respuesta popular al “paquete económico” que la dictadura había dictado 6 días antes imponiendo condiciones más gravosas a la vida de los bolivianos. Estos líderes, todos muy jóvenes, habían asumido la conducción del MIR en la clandestinidad; fueron ellos el motor de la reorganización partidaria y los tributarios principales de la rearticulación sindical y de la resistencia activa a un régimen que, desde el 17 de julio de 1980, desconociendo la voluntad popular, asalto el poder, ametralló los campamentos mineros, asesinó a dirigentes como Marcelo Quiroga, y desató una represión feroz donde todos teníamos que “andar con el testamento bajo el brazo”. La respuesta popular al “paquete”, pese a la represión reforzada en las ciudades y las minas, fue importante, aunque solo inicial. El paro de 48 horas decretado por la COB y el CONADE fue acatado en algunas fábricas de La Paz y Cochabamba y en varios distritos mineros, pero la mayoría del país solo reforzó su repudio silencioso a un régimen apoyado únicamente en las tanquetas.
Eran cerca de las 17:30 de la tarde; la reunión estaba concluyendo, todos coincidieron en la tarea de reforzar la resistencia democrática. Pero en ese momento llegaron en tropel, armados hasta los dientes, los paramilitares que rompiendo las puertas y los vidrios asaltaron el inmueble, atraparon a los dirigentes y de manera salvaje, estando ya detenidos e inermes, los ametrallaron por la espalda. Solo Gloria sobrevivió providencialmente, ocultándose en un primer momento del asalto, descubriéndola después, cuando ya no era posible ejecutarla. Nuestro país se oscureció aún más esa anoche, y era casi imposible avizorar la luz después de esa tragedia bárbara. Ocho líderes jóvenes, brillantes, comprometidos con su patria, amantes de sus familias, habían sido masacrados:
José Reyes Carvajal
“El haberte perdido nos ha hecho añorar tu presencia cada uno de los días de tu larga ausencia, y aunque nos queda el recuerdo para alimentar nuestros sueños y orientar nuestras vidas, hay otra ausencia profunda que duele y lastima, es la tuya en tus nietos…”. Escribió Lilian Reyes, una de las 4 hijas de Pepe, de José Reyes que nació el 4 de agosto de 1940 en Padilla, Chuquisaca, y que fue asesinado a sus 40 años. Era oficial de policía y abogado de la UMSA. Combatió en Laikakota contra el golpe del 21 de agosto de 1971 y en octubre fue apresado y exiliado. Era alto vigoroso y de gran capacidad organizativa; fue bajo su mando que, durante la apertura democrática, después del banzerato, se organizó el MIR en la ciudad y en el departamento de La Paz; dimanaba un gran carisma, era de voz clara y fuerte como su mirada, pero al mismo tiempo era un compañero cálido y amante de su esposa, Olivia Pando, y de sus hijas.
Ricardo Navarro Mogro
“Ricardo, tu cuerpo puede ya ser polvo, pasaron los años, pero tu voz, tu risa y tu amor hacia Ruth y Angélica y tu familia siguen en nuestra memoria…gracias por enseñarnos a ver de diferente manera la vida; gracias por hacernos ver qué hacer política no es escalar, alcanzar el poder y mirar de arriba a los otros…” Son las palabras de Elvira Llanos hermana política del “Flaco”, de Ricardo Navarro que cayó cuando solo tenía 30 años. Ingeniero de la UMSA, catedrático universitario, pero sobre todo dirigente de centenares de jóvenes que lo conocimos como el pilar de la victoria universitaria del MIR en la FUL, el año 1971. Fue apresado en 1972 durante el banzerato, exiliado luego y a su retorno, en la apertura democrática, fue el dínamo de una presencia partidaria institucional universitaria en todo el país, en la CUB y en el CEUB. Era delgado y nervudo, alegre todo el tiempo, de una energía inagotable y contagiosa. Se enamoró y casó con Ruth Llanos en medio de la lucha clandestina en 1971, y al año siguiente llegó Angélica, la hija de ambos que junto a su esposa fueron los amores eternos de este hombre, de este muchacho líder, que nos inspiró a muchos.
Arcil Menacho Loayza
“La pérdida es siempre terrible cuando lo perdido es un ser amado… cicatriz qué sangra de modo permanente, proyectos presentes y futuros cortados para siempre, ausencias que nos acompañan y forman parte de nuestras vidas”. Reseñó Teresa Menacho una de las hijas de Arcil, que hace 4 décadas nos parecía el más viejo de los dirigentes del MIR histórico, sí, era el mayor de todos, pero antes de que lo mataran tenía solo 47 años. Había sido militar en los años 50, lo que luego le mereció la cárcel y un prolongado exilio. Se casó muy joven con Teresa Ríos con quién tuvo seis hijos, y cuando retornó al país muy rápidamente se enroló en lo que a él le pareció un movimiento juvenil inigualable. Era un hombre grueso, de mediana estatura, de corte militar, dicharachero, pero sobre todo de un tesón enorme para el trabajo político, con el que levantó la estructura partidaria en Pando, y no solo en Cobija sino en la selva, surcando los ríos de la Amazonía, ampliando y universalizando la visión del MIR al conjunto del país.
Jorge Baldivieso Menacho
Doña Miriam, su madre, me dijo en Sucre, con las pupilas húmedas y después de un suspiro largo: “…solo tenía 33 años y era el gran soporte de esta familia, el ejemplo de todos sus hermanos, era mi esperanza, mi consuelo, y me juró que nunca me abandonaría”. Jorge nació en Sucre en marzo de 1947 y fue dirigente desde colegial en la FES por el colegio “Bernardo Monteagudo”. Se fue a Oruro a estudiar ingeniería en la UTO donde fue elegido secretario ejecutivo de la FUL. Escribía y editaba un semanario que tituló “Cristo Universitario” donde resumía sus ideales humanistas y revolucionarios y de ahí le quedó lo de “Cristo”. Cristo Baldivieso fue apresado y exiliado cuando era integrante de la Dirección Clandestina del MIR en 1974. Era delgado, de tez clara, cabello negro, igual que el bigotito recortado. Era de una austeridad casi franciscana, intolerante con la indisciplina o el desorden, riguroso en el análisis político, así como en el estudio y la disciplina personal. No se casó, su madre, Doña Miriam y sus 4 hermanos fueron su referencia familiar imprescindible, sobre todo después de la muerte de su padre, Luis Baldivieso, que se produjo cuando estaba preso.
Ramiro Velasco Arce
“Tenía 30 años cuando lo mataron por la espalda, a él que siempre vivió de frente. Es que los asesinos no fueron capaces de enfrentar su mirar tranquilo, su inmensa integridad y su infinita confianza en el mañana”. Así lo recordaría una crónica de la Asociación de familiares. Lo conocíamos más por “Moisés” que por Ramiro, porque dada su larga inserción en el aparato del Estado, no era pública su militancia. Era de una inteligencia excepcional. Había salido bachiller en La paz, su ciudad natal, a los 16 años; a los 21 ya era economista de la Universidad Católica y a sus 24 fue director Ejecutivo del INE, después de haber ejercido como investigador técnico del Banco Central, desempeñándose al mismo tiempo como catedrático de macroeconomía. Hizo una Maestría en planificación en Varsovia, en 1977, y a sus 27 años fue subdirector de política monetaria del Ministerio de Finanzas, administrador de la Dirección de presupuesto y como tal miembro de los directorios YPFB, CBF y del Banco Agrícola. Gozaba de gran respeto profesional y académico pese a su visible juventud, y sus conocimientos no solo beneficiaron a la administración pública sino que se plasmaron en el programa de gobierno del MIR, en la tesis económica de la Central Obrera Boliviana de la que fue consultor, y también en los campamentos mineros de Catavi y Siglo XX donde, con algo de sigilo, se desplazaba los fines de semana para impartir cursos de capacitación en economía y dónde, junto a los dirigentes sindicales, elaboraba las “tesis económicas” para los ampliados y congresos. Era de tez blanca, cabello y bigotes negrísimos y abundantes, de buena estatura y de una simpatía personal inocultable al igual que la sonrisa y los ojos negros que le han copiado los dos hijos que nacieron del amor con Gladys Lucksic, su esposa.
Artemio Camargo Crespo
“Estuvo muy alegre cuando nació Patricia, dijo ´mujercita, qué lindo´. Decía que era muy inteligente porque ella a los 10 meses aprendió a decir “papá” y a Artemio, feliz, le brillaban los ojos de alegría…”. Era uno de los recuerdos de Juana Contreras su esposa, madre de su hija menor que nació apenas 11 meses antes de su asesinato. Era de estatura media, pero sobre todo era muy fuerte por el trabajo de perforista en la sección “Salvadora” en la mina de Siglo XX. El “gordo” le decían sus compañeros de trabajo que de él sabían que nació en Sopachuy, un pueblito chuquisaqueño donde sus padres, pese a ser hijo único, lo criaron con la rigurosa disciplina del trabajo campesino. Solo cursó el 1er año de Derecho en Sucre, porque muy al inicio de la dictadura banzerista se trasladó a Siglo XX donde se enroló como minero. Su carrera sindical y política fue rauda no solo por su carisma, sino por su dedicación al aprendizaje teórico y a la lectura. Primero fue delegado de sección y como tal, junto a otros dirigentes comandó la resistencia minera a la ocupación militar de Siglo XX en 1976. Luego fue apresado y ya en la apertura democrática fue elegido primero Secretario General de Siglo XX y luego, en Telamayo en 1979, 1er Secretario de Conflictos de la FSTMB junto a Lechin, López, Reyes y Salas. En esa calidad le tocó dirigir la resistencia al golpe de García Meza, a la cabeza de una huelga general por 21 días, que pudo terminar en masacre de no intervenir la experiencia temprana de este hombre excepcional que en esa oportunidad logró un acuerdo. Solo tenía 30 años cuando lo ametrallaron, y junto al trajín de dirigente y a los rigores de la clandestinidad y la cárcel nunca dejó de velar por sus 4 hijos.
Luis Suárez Guzmán
Betina Suárez, su esposa, recordaba una de las cartas de Lucho “…cuando yo amo las flores, cuando canto una canción, cuando escribo un verso o cuando pienso cosas buenas estoy hablándote a tí de amor …cuando pienso en la justicia o en ayudar a buscar para este mundo algo mejor, te estoy diciendo a tí cosas de amor. Una lágrima o una carcajada, un dolor o una alegría, son cosas que pasan por tí y están empapadas de amor”. Es que Luis Suárez Guzmán, además de sociólogo, pedagogo y catedrático, era poeta y amante de la vida, de la gente, de su esposa y de sus 2 hijos. Nació en La Paz en diciembre de 1943. Era hijo del General Hugo Suárez y por ello desde niño recorrió todo el país compartiendo con su familia la vida cuartelaria. Los años 60, estudió sociología en la universidad de Salamanca en España, donde también se doctoró años después. Fue un autodidacta disciplinado en pedagogía y periodismo. Voráz en la lectura y prolíjo en la escritura, especialmente en la prosa delicada como la que recuerda su esposa. Pero además de académico e intelectual de fuste, era un activista infatigable. Fue catedrático de varios institutos militares, de la UMSA y la Universidad Católica, y junto a Liber Forti fue el mentor intelectual de la Universidad Nacional de Siglo XX, en medio de los campamentos. Era de un porte inolvidable, alto, de cabellos medio largos, descuidados, de bigote espeso, de vestir informal y dueño de ademanes vigorosos que, sin embargo, no ocultaban la risa sincera y la calidez del trato personal, junto a la ternura con los suyos que la ponía en verso, en caricias y en abrazos.
Gonzalo Barrón Rendón
Graciela Landaeta, su esposa, nos estremeció con una carta que le escribió a Gonzalo, después de su muerte: “Te digo qué te extraño cada vez que te miro en mi memoria; cada vez que te hablo en mi silencio; cada vez que no logro el reencuentro con tus ojos transparentes y profundos, tan míos, sin serlo!...Pero tus manos dibujantes de la vida, el amor y el compromiso, tus manos tan mías sin serlo! me recorren aún el pelo y la piel, se hacen tú y se convierten en sueños en diciembre o en abril, en lunes o en domingo, en 14 o 16, cualquier vez, cualquier día, pero nunca en enero, nunca jueves, nunca 15!”.
Gonzalo era un artista además de Arquitecto y muralista. Nació en La Paz en julio de 1949 fue dirigente desde muchacho, en la Federación de Secundaria de Cochabamba y luego del Comité interfacultativo de la Universidad de San Simón, que en el 1974 reconquistó la autonomía universitaria derrotando al banzerismo. En 1976 como dirigente de la FUL cochabambina fue apresado y residenciado en La Paz hasta la apertura democrática, donde ya como arquitecto se especializó en el arte mural que desplegó con gran vocación, especialmente durante las campañas políticas. Era además un activista y organizador eximio que levantó en todo el país la estructura política universitaria. Era muy simpático, de melena, barba y ojos negros, de rostro alegre, de mirada profunda, de cultivado conocimiento político e ideológico, de carisma juvenil pero potente y de esas manos de artista que no olvidaba Graciela y con las que acarició, en su inicial infancia, a sus dos hijas Paloma y Lidia Andrea.
Perpetuar el ejemplo en la memoria
41 años después, ya no hablemos en abstracto de la “Harrington” y de los mártires. Tenemos que restregar a los viejos y machacar en los jóvenes la luz de esas 8 vidas que, pese a la penumbra inicial de su asesinato, alumbró decisivamente la recuperación democrática. Es que casi todos los gobiernos estas 4 décadas han sido desleales con el sacrificio de esos héroes, no solo por la ausencia de memoria y de vindicación estatal histórica, sino porque desde neoliberales hasta populistas reinstalaron el autoritarismo, la corrupción y el pragmatismo, tendiendo así una neblina espesa que impidió al país seguir y perpetuar su ejemplo democrático. Trágicamente se han producido otras masacres. Otros huérfanos y viudas han quedado en el desconsuelo por Amayapampa y Capacirca, por octubre negro, por el hotel “Las Américas”, por la Calancha, y por Montero, Sacaba y Senkata.
La sobrevivencia de Gloria Ardaya, su valeroso testimonio y la sentencia en el juicio de Responsabilidades contra Gracia Meza, impidieron la impunidad de los masacradores, pero la impunidad autoritaria de estas 4 décadas es un insulto inaceptable a la memoria de los caídos. Es que detrás de esa impunidad está una “cultura” política primaria de la mayoría de nuestros líderes y gobernantes. El patrimonio público es un botín, la política un mercado, el cargo un privilegio, las mentiras y la demagogia el mejor método, y el adversario sigue siendo el enemigo a eliminar, incluso físicamente, si la difamación, la persecución judicial y la detención preventiva fueran insuficientes. ¿Necesitamos más muertes, más dolor para aprender a vivir en democracia?
Rindamos homenaje a Artemio, Ramiro, Arcil, Gonzalo, Pepe, Cristo, Lucho y Ricardo, intentando restablecer en la vida pública los valores de sus vidas, porque solo así los haremos inmortales.