Ligamento cruzado anterior, la lesión más común del deportista
DR. FREDDY GONZÁLEZ G.
ORTOPEDIA-TRAUMATOLOGÍA
Si hay mitos en nuestras vidas, esos giran en torno a tres cosas principalmente: las dietas, el sexo y el deporte.
En general, el deporte es una forma segura y eficaz de hacer ejercicio; sin embargo, se pueden sufrir variadas lesiones: fracturas, esguinces, distensiones que pueden ser relativamente frecuentes. Cada actividad en el deporte conlleva una predominancia en el uso de ciertos grupos musculares, por consiguiente, de cierto tipo de lesiones, y con seguridad podemos afirmar que la rodilla es uno de los segmentos más afectados, y generalmente son importantes. Las más comunes afectan a los ligamentos y meniscos. La rodilla es una articulación bastante compleja, tiene como principales componentes estabilizadores de la articulación a cuatro ligamentos, estos permiten que las carillas articulares de un hueso (fémur) con relación al otro (tibia), siempre se mantengan en un solo lugar. De estos quizás el más importante sea el ligamento cruzado anterior (LCA), que cruza por el medio de la rodilla y es uno de los ligamentos “clave”, que ayuda a estabilizar la articulación.
El LCA, en condiciones normales, es el freno principal (90%) al desplazamiento anterior de la tibia, limita la rotación tibial y la angulación externa e interna, cuando está completamente estirada.
La lesión
Las lesiones del LCA comúnmente se producen durante la práctica de deportes que implican paradas repentinas o cambios de dirección, saltar y caer con los pies, como ocurre en el futbol, baloncesto, voleibol, tenis, futbol americano, etc.
Así pues, una de las tragedias deportivas más frecuentes, como es la lesión del LCA, que pueden ir desde un esguince, hasta un desgarro (rotura) total o parcial.
Entre los factores que aumentan el riesgo de lesión del LCA, están los deportes de alto impacto y mucha demanda para la articulación de la rodilla. Las atletas de sexo femenino tienen mayor propensión a lesionarse el LCA, dadas sus características anatómicas: mayor laxitud ligamentaria, pelvis más ancha que condiciona una mayor rotación externa de la tibia, y además que el lugar donde se aloja el LCA en la articulación (escotadura) es menor que en el sexo masculino. El escaso acondicionamiento físico del deportista, es otro factor a tomarse en cuenta, así como la superficie dura del terreno deportivo, como el césped artificial, y finalmente el uso de equipo deportivo inadecuado, como zapatos o la no utilización de indumentaria reglamentaria que exija el deporte en cuestión.
Cuando existe una lesión reciente (aguda) del LCA, el deportista refiere haber sentido un “sonido explosivo” en la rodilla, y se queja de dolor intenso que limita la flexión y extensión, o porque suele haber lesión asociada de los meniscos u otros ligamentos, además la rodilla suele inflamarse después de la lesión. En general, una vez que la inflamación se reduce o desaparece, las personas con un desgarro del LCA pueden caminar con cierta dificultad y/o con ayuda de muletas, pero es posible que sientan que la rodilla está inestable, no soporte el peso corporal y provoque una pérdida del equilibrio, de tal manera que el atleta no puede efectuar movimientos violentos, ni frenar, peor correr, debido a la sensación de inseguridad.
Auxilio inmediato
La asistencia médica inmediata es de vital importancia para realizar el diagnóstico preciso. El especialista después de enterarse de los antecedentes realiza un examen físico, con maniobras específicas (signos: “cajón anterior”, Lachmann, etc.) para corroborar la lesión del LCA. Sin embargo, es necesario solicitar estudios de imágenes que son muy importantes para determinar la gravedad de la lesión y llegar a un diagnóstico de precisión, entre ellos se incluyen: radiografías para confirmar o descartar lesiones en los huesos, y una resonancia magnética para comprobar el grado de desgarro del ligamento y para ver si existen otras lesiones concomitantes en la rodilla.
Una vez que se tiene el diagnóstico preciso es necesario encarar un tratamiento adecuado y eficaz. De todas maneras, en primera instancia, o sea, inmediatamente después de la lesión se indica: reposo absoluto, vendaje compresivo con venda elástica, aplicación de hielo local y declino terapia (elevación de la extremidad afectada). Se administran analgésicos, antiinflamatorios, hasta una nueva evaluación clínica.
Posteriormente, según la gravedad de la lesión del LCA, el tratamiento puede ser conservador o quirúrgico. La decisión de tratamiento quirúrgico o no quirúrgico se basa en variables específicas para cada individuo, y en la experiencia del médico especialista. Sin embargo, podemos inferir en general que el tratamiento conservador está indicado en esguinces, donde existe integridad del LCA, es decir, sólo distensión del ligamento o un desgarro parcial; en el que está indicada la utilización de aparatos ortopédicos (rodilleras, férulas) y terapia física de rehabilitación. Es posible que durante la recuperación el deportista deba usar muletas.
Cirugía
Los desgarros completos del LCA requieren de cirugía. La necesidad de una cirugía es ineludible, sobre todo cuando existen otras lesiones asociadas y/o cuando el deportista tenga que continuar con actividad deportiva como sustento de vida o para evitar eventuales complicaciones que inexorablemente llegan.
La cirugía de reconstrucción del LCA suele ser por vía artroscópica; este tipo de cirugía se realiza con una pequeña cámara denominada artroscopio e instrumentos específicos que se insertan a través de pequeños cortes.
En la cirugía de reconstrucción del LCA se utiliza un injerto para reconstruir el ligamento. El injerto puede ser un tendón con o sin huesos unidos a él, extraído del cuerpo mismo paciente (autoinjerto) o de otra persona que haya donado el tendón (aloinjerto).
Recuperación
La recuperación de una cirugía del LCA puede llevar de 6 a 12 meses. La fisioterapia es importante para ayudar a que la rodilla se recupere, puesto que mejora el rango de movimiento y la flexibilidad, recupera la fuerza de la rodilla y los músculos del muslo, reduce el dolor y la inflamación y mejora el equilibrio.
Los deportistas que padecen de una lesión del LCA corren mayor riesgo de contraer artrosis en la rodilla en forma precoz, incluso si ya ha pasado por una cirugía de reconstrucción del ligamento.
Prevención
Un entrenamiento y ejercicios adecuados de potenciación muscular pueden ayudar a reducir el riesgo de sufrir una lesión del LCA; un médico deportólogo, un fisioterapeuta, un entrenador atlético u otro especialista en medicina deportiva pueden ofrecer evaluación, enseñanza y comentarios que puedan ayudar a reducir los riesgos. Sin embargo, se recomienda ejercicios que fortalecen los músculos de las piernas, sobre todo aquellos referidos a los isquiotibiales y cuádriceps, a fin de permitir un equilibrio general de la fuerza muscular de las piernas. Ejercicios que fortalecen el centro del cuerpo que incluyen las caderas, la pelvis y la parte inferior del abdomen. Entrenamiento para adquirir una técnica adecuada y posición correcta de las rodillas a la hora de saltar y caer sobre los pies, y también para mejorar la técnica al realizar giros y movimientos bruscos.
Finalmente, usar calzados y almohadillas que sean adecuados para el deporte que se practica con el fin de que ayuden a evitar lesiones.
Si una persona sufre un desgarro del LCA tiene más riesgos de volver a sufrir otro; al parecer el uso de un dispositivo de inmovilización de rodilla no previene las lesiones del LCA ni reduce el riesgo de reaparición de la lesión después de una cirugía.
Esta lesión se produce cuando el deportista realiza un giro de rodilla mientras el pie permanece fijo.