El Mundial de Catar y el análisis desde el ojo periodístico nacional
¿Es realmente Catar como se lo pinta? Entre mucha información que circuló por redes sociales y diferentes medios, el país fue muy cuestionado por diferentes organismos internacionales sobre restricciones y otros temas.
Los Tiempos conversó con el periodista deportivo boliviano Roberto Acosta Echavarría, quien, además, es ingeniero de sistemas. Este contó su experiencia en Catar, ya que realiza la cobertura del Mundial para la Red Bolivisión.
Es el tercer mundial al que asiste como periodista deportivo. Señaló que en comparación con el Mundial de Brasil 2014 y, sobre todo, con el de Rusia 2018, la atención que les brindan los cataríes a los de prensa “es muy buena”, además de tener una “buena organización”.
“En este Mundial, a comparación del de Rusia, se puede trabajar 24 horas, ya que allá tenía que ver dónde podía trabajar”, comentó Acosta desde la nación árabe.
Las salas de prensa que habilitaron se encuentran en el centro de la ciudad de Doha, capital de Catar. El lugar consta de lavandería, peluquería, snacks, gimnasio, restaurantes, estudios de televisión y radio, pantallas, conexión por cable, wifi, incluso atención de catering.
El periodista afirmó que la tecnología fue un plus en este acontecimiento. Dijo que la aplicación FIFA mejoró la experiencia en los partidos, debido a que se puede monitorear las jugadas, los usuarios tienen la posibilidad de escanear la cancha y hasta analizar el partido en tiempo real.
Asimismo, explicó que las restricciones de la nación catarí bajaron por el Mundial, excepto el consumo de las bebidas alcohólicas -salvo alguna excepción- y aquellos actos reñidos contra la moral que están prohibidos.
A pesar de haber gozado de algunos privilegios, también tuvo ciertos altercados. Uno de ellos fue cuando al ingresar a la sala de prensa los policías cataríes lo abordaron creyendo que el logo del canal para el que trabaja era un símbolo LGBTI.
Otro de los percances que experimentó en estas tierras es que los cataríes, sobre todo las mujeres, pedían a los periodistas que no las filmaran, acto seguido se ponían el velo. “Hablando con ellas se nota que no se ven obligadas, pero sí se sienten desnudas. Finalmente, es parte de su cultura”, añadió.
Por último, dijo que percibió que la gente del lugar no estaba preparada para recibir a extranjeros. Por ello, el viaje fue largo, debido a que en el aeropuerto no hacían solo un control, sino realizaban hasta tres controles minuciosos.