Un pacto de conformidad con la serie que despertó pasiones
Un desenlace que ha generado más discordia y divisiones que la rebelión de Robert y la batalla de los cinco reyes. No me refiero a lo que haya podido suceder geográficamente en los Siete Reinos, sino a las reacciones de los espectadores alrededor de todo el mundo.
En esta temporada más que en otras, hemos extrañado la complejidad de las tramas, la infinidad de detalles y el misticismo. Ni qué decir de los grises tan bien pinceleados en personajes que empezamos amando y terminamos odiando o viceversa. En realidad, la serie inició su declive temporadas atrás, cuando dejó de estar basada en la saga “Canción de hielo y fuego”, de George RR Martin. Ese equilibrio entre una majestuosa producción, batallas épicas y la inteligente construcción de tramas se perdió, quedando como prioridad un espectáculo televisivo casi perfecto. Así y todo, por fidelidad a la historia y principalmente por devoción a nuestros personajes, dejamos pasar en alto muchas incongruencias y vacíos. Por eso, cuesta tanto entender la reacción de muchos fanáticos ilusos, quienes hicieron ojos ciegos al esperar un final digno de todo lo que nos dio la serie a un inicio. La clave para disfrutar el capítulo final estaba en verlo con cierta resignación, pues en las últimas temporadas ya se sintió la premura por poner un punto final , la evidencia de ello fueron regiros flojos, forzosas muertes y personajes que fueron perdiendo su verdadera esencia.
Las profecías quedaron inconclusas y muchos aspectos que parecían importantes terminaron en ser nada relevantes. Drogon pareció tener más sentimientos que muchos protagonistas.
Mucho se ha discutido si las acciones de Daenerys fueron consistentes con su personaje, pero el problema no fue su transformación, sino que el giro no estuvo bien construido, podríamos atribuir esto nuevamente al factor tiempo. Ni siquiera su reinado del terror duró lo que debía. Era inconcebible pensar que llegaríamos a odiarla. Sin embargo, después de cruzar esa delgada línea entre el amor y el odio, deberíamos detestarla con más fuerza. Tuvimos muy poco de la “Reina Loca”, en realidad sólo minutos.
Dolió muchísimo más que la muerte de la “Madre de Dragones” el destierro de Jon Snow, un héroe que siempre sacrificó su felicidad por la de los demás. Aquel que como deidad volvió de entre los muertos y unió a dos pueblos enemigos . Nació como bastardo, cuando en verdad era el verdadero heredero del trono de hierro. Un hombre, justo y con extraordinarios dones bélicos. En la última temporada, su nobleza que estuvo tan bien estructurada, se confundió más de una vez con estupidez.
Las serie culminó sin un trono de hierro y con una monarquía no tan monárquica, en la que se puso un punto final a la sucesión por nacimiento. Y así, de la noche a la mañana, Bran se hizo rey gracias a un discurso de Tyrion, quien señaló que son las historias las que unen a las personas. ¿En verdad su historia es la mejor?
Lo que sí resulta extraño es que Meñique y Varys, esos personajes maquinadores e intrigantes que siempre se adelantaron a los hechos y fueron los cerebros reales detrás de la corona, no hayan tenido un papel importante en el desenlace.
Respecto a qué conmovió, sí tuvo su toque emotivo, ver a los hermanos Stark, vivos y encabezando misiones importantes. Con el norte autónomo y el emblema del lobo huargo más alto que nunca.
Podríamos seguir y seguir, sin embargo éste ha sido el final. Por amor a la historia que unió al mundo y despertó pasiones más fuertes que las sentidas por el fútbol, no queda más que realizar un pacto de paz para aceptarlo y no juzgarnos entre semejantes por intentar disfrutarlo, pues nos despedimos de historias que las vivimos como propias. A los guionistas y productores, los perdonamos, no sin antes pedir al Señor de la luz o a los antiguos dioses, que den larga vida a Martin para que termine de escribir la saga, pues ha cambiado la vida de millones de personas y lo curioso es que no estamos hablando de un libro de autoayuda.