“Los muertos más puros”: el dinámico contexto humano por donde se mueve la ficción
Rosario Q. de Urquieta
Escritora
“Aquellos inocentes muertos volvieron a pasar flotando por el río tempestuoso, de venas gruesas y aguas turbias que cruza en absoluto silencio el sueño de primavera en flor y mariposas amarillas de Heriberto Ocampo.” Esa, la atmósfera de entrada al nuevo libro del escritor Gonzalo Lema: “Los muertos más puros”, novela y “Mariposas amarillas”, cuentos.
La novela tiene como marco histórico la guerra del Chaco: el antes, el ahora y el después de este acontecimiento bélico. Hecho que está presente en gran parte de la narrativa de Lema. El escritor lo confirma cuando se refiere a los excombatientes: “Pienso en ellos y, sin proponérmelo, gran parte de mi narrativa está impregnada de su recuerdo. Este hecho me alegra. Diría que me constituye”.
Lo que motiva esta aproximación a los “Muertos más puros” no son los hechos de esa guerra con sus estrategias, ya acertadas o equívocas sino el excombatiente y los recursos literarios que sostienen el andamiaje de la narración.
El contexto humano, con consecuencias económicas, sociales y psicológicas, en el que se mueve la ficción está dinamizado por los personajes: los que lograron retornar o los que se quedaron a esperar. Todos ellos sufren las secuelas que les dejó la guerra: miedo, pobreza, falta de fe, tristeza, dudas que ensombrecen su cotidianidad: “Parece que la guerra ha dado cuenta de todos ustedes…A unos los ha cargado, pero a otros les ha dejado envenenada el alma”. Todos los personajes están bien caracterizados, pero pensamos que en Heriberto Ocampo está conceptualizado el perfil de un excombatiente de guerra.
Lo que el lenguaje transmite alrededor de este protagonista: ya sea una frase, una oración o párrafos que hablan de cosas, casos, de sucesos que vienen del recuerdo, de la realidad cotidiana, de los hechos de la fantasía; lo que dice, lo que hace, lo que piensa y siente nos permite construir el perfil de su personalidad. Heriberto Ocampo excombatiente tiene un enemigo, Modesto Apaza, a quien considera culpable de la muerte de los chulupis. Heriberto Ocampo es un típico caso de la psicosis de guerra. Vive y revive pesadillas y alucinaciones que se vuelven patologías obsesivas, recurrentes que lo convierten en un individuo incapaz de una reincorporación normal a su comunidad porque: “El sueño se le presentaba siempre en silencio inundado de imágenes paradisiacas... con el fondo verde sucio del desierto vegetal más grande y triste del mundo”. Así avance la narración, el lenguaje, con términos de amplia connotación, transmite ese trauma emocional que revela el mundo interior de Heriberto a través de la evocación de sucesos sufridos en su experiencia bélica: “Heriberto tenía en mente las imágenes de la masacre sin piedad se los chulupis… de inmediato le llegaron flotando los muertos.” Son fantasmas que lo acosan, lo persiguen, le privan de la posibilidad de una salida más digna de ser vivida. No siente deseos de emprender nada que lo saque de su negligencia. Su esposa e hijo, prácticamente viven en la miseria, pero a él esto parece no importarle; por el contrario sólo atina a sugerir soluciones descabelladas. Su depresión crónica sólo lo induce a pensar en su autoeliminación. Es un suicida en potencia: “Salió de la casa a caminar como un hombre buscando dónde matarse.” Ya no tiene fe. No cree en nada ni en nadie. Es satírico con las costumbres y creencias de su comunidad: “Si la culpa es de sus maridos… ¿por qué mierdas rezamos por ellas? Junto a sus pesadillas obsesivas, está el odio a muerte contra quien cree que es el culpable de la masacre de los chulupis y quien le robó el amor de sus amores, María Arauz. Como en la crónica de la muerte anunciada, toda la comunidad sabe que él quiere matar a Modesto Apaza. Esta fijación va creciendo hasta concretarse en una imperiosa necesidad de hacerla realidad: matar al culpable : “...asomó tímidamente una boca de fusil, entre la puerta y el marco, y un fogonazo rojo se le metió íntegro en el estómago... la voz del amigo despidiéndose de este mundo…Heriberto no volteó a escucharlo…se escurrió apresurado por el sendero del río”. Así cumple con lo que le atormentaba día y noche. Así acalla la voz insistente de su memoria que no le permitió vivir sin el tormento sufrido en la guerra. Él se pierde por el sendero del río, quizá libre ya de pesadillas. Los más conjeturan; sólo su esposa afirma con certeza: “ ... mi marido se va a matar en el monte”. Es un final abierto y sugestivo. Suponemos que quien quiere acabar con su vida, finalmente lo logra.
Uno de los recursos literarios de la narración es la riqueza verbal que se concretiza en lo que transmiten las descripciones, ubicando las situaciones que viven y las acciones que emprenden los protagonistas logrando la transferencia del tiempo real del lector al espacio y tiempo de la ficción.
Entre Ríos, Tarija, el Chaco boliviano y el Chaco Boreal son los espacios por donde transitan los hechos. El paisaje descrito es de tal fuerza vital que le permite al autor construir un marco idílico y a la vez dramático. Inevitable paradoja del placer y la agresión. Naturaleza compleja, poblada de contradicciones en su relación con el hombre y las circunstancias que le toca vivir: “La delgada pero firme rama de churqui se desprendió del tronco... se mostró ante ojos incrédulos un paisaje de otro mundo.” Ese paisaje no es el que inspire confianza y seguridad en medio de lo desconocido. La presencia inusitada de una naturaleza agresiva es demandante, convirtiéndose en un enemigo más con quien lidiar: “El chaco Boreal era el paraíso trajeado de infierno… otra batalla los había empujado a ese cañón vegetal de feroz naturaleza.” Pero, la naturaleza también es generosa como una luz de solaz quietud y paz para el espíritu: “El encantador lugar se llenó de trinos y graznidos. El mismo verdor del monte recobró con bríos.”
La anécdota tiene una admirable e inagotable intensidad descriptiva que recobra y transcribe la atmósfera que envuelve cada caso. El narrador expresa un lenguaje que bien puede llegar hasta la perspectiva lírica. En este recurso encontramos un elemento recurrente que es el agua, no en vano el lugar de los hechos es Entre Ríos, rodeado por el Pilcomayo. Lluvias, tormentas, alegran o apenan a los habitantes. El agua como lluvia es un componente más de la naturaleza que tiene una presencia también ambivalente. Es benefactora. Es mensajera de floración, de renovación: “Una sorpresiva lluvia primaveral espantó la modorra de Entre Ríos… la vida era una maravilla.” También es enemiga del soldado combatiente: “La lluvia no había cesado desde varios días atrás, y empezó a acumularse sin remedio en el fondo profundo de la línea.” El agua son las manos de ternura maternal, recobra la dignidad en medio de ese horror que aniquila la vida: “La enorme lluvia lavó la sangre del cadáver bello de Modesto Apaza. Le suavizó el dolor del rostro, le bañó íntegra la herida y la dejó como fuente de agua para las mariposas amarillas.” El lenguaje de amplia connotación metafórica y simbólica es uno de los muchos méritos literarios de la novela.
“Los muertos más puros” alcanza sus objetivos: personificar al excombatiente y hacer buena literatura con el uso de recursos estilísticos que giran alrededor de la ficción.
EDITORIAL KIPUS
Novela corta y cuentos
El libro, editado por Kipus, incluye una novela corta titulada “Los muertos más puros” y varios cuentos que llevan el título de uno de ellos, “Mariposas amarillas”. Fue presentado en abril de este año.