El Premio Abaroa y la “magia ministerial”
Andrea Riera
Artista y gestora
Primer acto: En 2011, se promulgó el Decreto Supremo 859 con el que se creó el Fondo de Fomento a la Educación Cívico Patriótica, su objeto: “institucionalizar mecanismos e instrumentos para promover y fortalecer la educación cívico patriótica, y realzar el fervor patrio de todas las bolivianas y los bolivianos sobre el derecho a la reivindicación marítima” (aunque ya cumplían/cumplen con esa misión las unidades educativas —y a rajatabla—. Lo sé por experiencia propia y porque aún soy vecina de la plaza Abaroa). Pero lo importante es que en ese marco se crearía el Premio Eduardo Abaroa, como “incentivo al desarrollo de actividades destinadas a la reivindicación marítima, para ser otorgado anualmente el 23 de marzo, en las áreas señaladas en los incisos a), b), c) y d) del artículo 5 del presente Decreto Supremo”.
Las áreas señaladas son: académica (investigación, ensayos, publicaciones, libros), deportiva (campeonatos en diferentes disciplinas), cultural (pintura, escultura, música, danza, cine, teatro, literatura, festivales), de difusión (cartillas, folletos, afiches, spots, volantes) y otros (foros, seminarios, talleres).
Segundo acto: El Premio tuvo un inicio complicado, se proponían “estimular, incentivar, fomentar y contribuir a la creación y revalorización de las diferentes expresiones artísticas-culturales e investigación”, pero la fervorosa temática en la que enmarcaban su objetivo era restrictiva. Una de las peores cosas que le puede pasar a un creador es que le digan qué crear (pasa, existe… por ejemplo, los programas de cooperación lo hacen a menudo para trabajar sus objetivos, pero ése es un punto aparte, por ahora), eso lo convierte en una especie de operador que cumple una misión, que piensa y siente en función a una consigna, concentra su energía en el objetivo de la consigna y resigna su propia investigación.
No sé bien qué pasó, tal vez la presión de algunos artistas, la lucidez de algún funcionario o la alineación de los astros, pero un tiempo después, se liberó la temática. Finalmente el Premio podría ser un buen espacio para fomentar, estimular e incentivar las artes. Hubo premiaciones que para unos no eran merecidas y que para otros sí. Hubo y habrá.
Tercer acto: Acaban de lanzar la convocatoria al Premio, tienen presupuestado 1,8 millones para los ganadores, finalmente tienen una página web para postular de manera digital y sumaron una nueva categoría “Social Media” (para estar acorde a los nuevos tiempos). Pero lo verdaderamente interesante es que este año se le ocurrió al Ministerio de Culturas “hacer desaparecer” las categorías: Artes Escénicas, Diseño y Periodismo y las menciones de música sinfónica clásica, así de fácil, así de simple. Revelando —nuevamente— cuáles son sus prioridades.
¿Y ahora? A llorar al río nomás, perdimos estas categorías, nos las arrebataron y en ese acto de prestidigitación también desaparecieron del mapa (de su mapa) a varios artistas, proyectos y expresiones artísticas. Pero nada, siempre nos queda el 23 de marzo para mostrar nuestro fervor por las cosas perdidas.