Apuntes sobre “¿A quién te llevarías a una isla desierta?”
Marcos Loayza
Cineasta
Jota Linares es un director joven nacido en Cádiz, que después de un par de cortos exitosos trabajó mucho en publicidad y, que con su primera película: “Animales sin collar” (2018), basada en el clásico del teatro de Ibsen “Casa de muñecas” (1879), ganó prestigio como un narrador prometedor dentro del cine ibérico.
“¿A quién llevarías a una isla desierta?” es la segunda película de Jota, y parte de una premisa muy de moda en Netflix, que es ubicar a un grupo de personas, sean amigos, socios o parejas, en una única locación para exponerlos a algún juego con reglas precisas, sean lúdicas o de situación dramática. Esa manera de casi ajustarse a la regla dramática de unidad de espacio y tiempo le llevó al director a escribir una obra de teatro, basada en muchos aspectos sobre su propia vida, que tuvo mucho éxito en Madrid y de donde nació la adaptación para cine.
El elenco está compuesto por cuatro actores jóvenes (Pol Monen, María Pedraza de “La casa de papel”, Jaime Lorente y Andrea Ros) que están renovando el panorama del cine español y que sostienen todo el relato con mucha solvencia donde cada uno aporta detalles en la construcción de sus personajes. Que el peso del relato esté apoyado en los actores no es una tarea fácil de sostener ni de resolver, y si bien a momentos se nota la costura y se pueden intuir las marcaciones del director, el resultado es por demás satisfactorio.
La película, al estilo de la clásica “Singles” (Cameron Crowe, 1992), en una primera lectura es un homenaje a una generación cargada de detalles y referencias de su cultura pop, desde frases, poleras, canciones y citas cinematográficas; pero en una mirada más profunda es un retrato crudo y real de toda una generación cargada de miedos y frustraciones sobre su realización en la vida; una generación que no cree en el sueño del noviazgo y matrimonio feliz. Es decir, la película es un buen retrato de millones de jóvenes que crecieron mirando la exitosa comedia televisiva que mostraba, lo mismo que muestra la cinta, un hogar de amigos solteros que viven juntos saliendo de los moldes de la familia funcional, que hasta entonces tenían las comedidas de ese tipo. Friends, Marta Kauffman y David Crane, 1994-2004. No es una historia de amor, sino una historia sobre el amor.
El relato mantiene un buen pulso narrativo que va en ascenso, y presenta continuamente nueva información y puntos de giros, con una puesta en escena de cámara en mano de acercarse y escudriñar los momentos más íntimos de cada uno de los personajes.
Además, para los nostálgicos, la cinta tiene una banda sonora llena de guiños, de los noventa que incluye canciones de las míticas bandas: “Nacha Pop”, “Ducan Dhu”, “Los piratas”, “El último de la fila”.
Si bien este tipo de estructura requiere que el espectador acepte las reglas del juego en las que se ha puesto a los personajes, aceptando que, como en todo juego, la verosimilitud se queda en casa.