Caminos de la poesía en la “Bitácora” de Francisco Medina
Rosario Quiroga
Escritora
El poetaFrancisco Medina Chávez nacido enPerú, autor del poemario “Bitácora”, galardonado con el premio “Huauco de oro” hace una confidencia en el prólogo del libro: “Presento esta primera obra …mi tiempo convertido en ritmo, en sombras, en claroscuros, en pausas, cadencias y silencios; mi espacio guardado por mucho tiempo, y libre al finahora”, cierto sí, el poeta ha decidido compartircon otras emociones el palpitar de su vida, ya como transeúnte cotidiano que es capaz de vivirla experiencia inefable del amoro como ser existencial que se sabe nacido para el vacío y la nada.
El poemario está configurado en tres partes: “Despedidas”, “Naufragio” y “Bitácora”, cada una de ellas de sustancial significación temática que conceptualizan un periplo temporal, con trances de vital recorrido entre el ayer, el ahora y el después.
Los versos de “Despedidas”, de tono amatorio, transitan un ayer de posesión, de pertenencia, de plenitud y que en el ahora, ha dejado su testimonio de lo que fue. Desde esa circunstancia, desde esa imposibilidad de recuperación de lo ya transitado, el poeta asume el acabamiento de un ciclo que fue de entrega mágica pero de final presentido: “Morirán contigo los últimos hálitos/ de congoja y pena, las lascivas carnes de tu suspirar, morena”.
En la instancia poética del“hoy”y del “ayer”con el sujeto amado se activa la memoria afectiva que reviveel dolor delosrecuerdos con la certeza de pérdida: “ Te vi ayer cruzar mi tiempo/y me golpearon los recuerdos/ de tus beso...” Es así como lacarencia hierealnombrar la ausencia,lo que motiva que el poetaexprese, muy a pesar suyo, su deseode desasimiento: “Quisiera olvidar, pero no puedo… Quisiera olvidar, pero aún tengo sus senos en mis días…Quisiera olvidar, pero te llevo a donde vaya…” Sin embargo esa necesidad de olvido ahonda en profundidad que rebasa la piel del puro sentimiento y ya no es la persona amada que habita la ausencia, ya no es la falta de ella; ahoraesun vacío existencial: “Esta noche tengo un vacío/ un vacío enorme que no llena tu ausencia”.
En “ Naufragio” los versostransitan el camino prefijado, trazado en la intencióndel encuentro: “ Caminaré despacio/ a orillas del mar…la buscaré en cada sombra de luna…/ encontraré su huella, su rastro…”, pero esta sensación de naufragio no lo inspira el inútil intento del reencuentro con el amor sino el delencuentro con uno mismo y así poder vislumbrar una luz que trascienda más allá de lo profano y que justifique la existencia: “trajín eterno de andar/ por estos caminos largos…por estos caminos largos voy…buscando en silencio a Dios”. Ahí está el testimonio de ese aquí al que ha llegado el poeta. Esa realidad que en forma irreversiblelo acorrala. Él la espera. Es una cita Inevitable. El poeta toma conciencia que arribará a un puerto insoslayable: la muerte: “Tocará la muerte /sonriente y torva/ a mi ventana un día…/ y caminaré junto a ella/ mientras vea caer en la clepsidra/ la última gota/ de mi día”.
El concepto unamuniano del sentimiento trágico de la vida, en ritmo poético, abraza al poetacuando él se identifica con: el viento confuso, la rosa roja, la letra muerta, el cordero triste para terminarafirmando su encuentro: “Con la sonrisa eterna de una triste calavera: la mía”.
El hombre es un itinerante que recorre caminos entre el sueño y la vigilia, pero le es casi imposible liberarse de estar arraigado en lo real y concreto; ahí en espacios físicos, el poeta habita la memoria que objetiva los recuerdos: “Tengo un rincón en mi habitación/ donde guardo los más gratos recuerdos/ de mi vida”. En esa dimensión también está su querencia: “Recuerdo Huanchaco/ como una vieja postal naranja/ y el bullicio de un patio veraniego. / Recuerdo Huanchaco/ con sus salinas brisas/ y sus arenas cálidas” o su inolvidable ciudad de Calendín: “En aquellas veredas viejas/ reza el sol de la mañana/ una blanca plegaria / de luz y de sueños”.
“Bitácora”, tercera parte del poemario, que lleva el título del libro, es un espacio poético que resume todo ese mundo hecho de amor, dolor, soledad, muerte, duda de raíz filosófica existencialista, los claroscuros de la fe donde las vivencias del poeta se agrandan, adquieren profundidad, ganan en densidadydescriben un carácter humano de latido directo, veamos algunos ejemplos: “Hoy me senté como de costumbre/ y he bebido del olvido/ el sudario eterno de mi sombrío amor”… “un corazón enamorado /espera/y otro ansioso de sentirlo/ latir en su costado”.
Siguiendo la huella de los grandes clásicos místicos, se poetiza el desarraigo espiritual, la pérdida de la esperanza para una vida de permanencia y que sin vuelta que dar nos conducen a emprender el último el viaje hacia el arcano: “Así Señor me encontrarás un día/ en el último recodo del destino;/ como nave sombría/ sin bitácora ni marino”. La duda, la incertidumbre, los desequilibrios de la fe confirman lo transitorio del hombre en el mundo. Su mente y espíritu, hechos carne doliente, preguntan: “¿Dios mío qué mal he hecho? / ¿profané acaso la latitud de tu mirada? / ¿es inmenso mi pecado para empapar en lágrimas...? /¿parió mi boca sacrilegio alguno/ merecedor de vivir en este sacrificio?, el poeta-hombre se responde: “Quizás…Quizás”. Así mismo es. No hay certeza porque somos una interminable pregunta.
Así fluye esta experiencia escritural, así discurren los poemas de Bitácora en su palpitación compleja, sufriblemente humana y que el inefable misterio del lenguaje poético hace posible su expresión y quizá ahí resida, perpetuar el vivir.