Lorena: Me educaron para los negocios, pero el arte no dejó de tocar mi puerta
La música, el baile, la literatura, pero sobre todo el cine son las pasiones de Lorena Vacaflores, la joven cochabambina que decidió mudarse a Francia para convertirse en directora de cine.
Tiene 20 años y es la menor de tres hermanos. Sus padres son Aldo Vacaflores, empresario, y la diseñadora Tatiana Salinas. Estudió en el AISB. En su hogar, desde pequeña, la orientaban para que en un futuro se dedique a los negocios, pero el arte logró conquistar su mente y su corazón.
Fue a los 15 años cuando Lorena decidió que, al culminar su bachillerato, alzaría vuelo para ir en busca de sus sueños. Actualmente vive en París y hace lo que más ama: cine.
Estos días estuvo de visita en la ciudad para dirigir su primer trabajo audiovisual, El secuestro, que será exhibido en diciembre por su universidad en París. El cortometraje fue rodado en Cochabamba y participaron reconocidos actores como Romel Vargas (Søren).
Lorena partió ayer a París tras un exitoso cierre de claqueta, donde estuvo presente todo el equipo de la producción y, por supuesto, sus padres, quienes la apoyan incondicionalmente.
—¿Por qué Francia?
—El colegio al que iba no dejaba mucho tiempo libre, especialmente el último año. Entonces, me enfoqué en completar el bachillerato (aprendí mucho de literatura y arte) y, pues, una vez acabado eso, ya no me daba tiempo de buscar irme afuera para ese mismo año escolar. Yo sabía que quería estudiar Cine, pero se puede estudiar de muchas maneras, en institutos o universidades. Durante meses y durante años.
Encontré en Francia una universidad donde podía estudiar Cine en todos sus aspectos (dirección, producción, edición, guion y cinematografía). Posteriormente, uno puede especializarse en el último año.
Estudio en Francia, pero en un departamento internacional con gente de todas las nacionalidades. Y lo más importante, en inglés, que me permitía comenzar la universidad mientras progresivamente aprendía francés.
—¿Por qué cine?
—Siempre me gustó el audiovisual y el arte. Sin embargo, es una carrera que de niña ni soñar, sonaba bastante imposible. Me educaron para irme hacia los negocios, pero el arte nunca dejó de tocar la puerta de mi cuarto, me despertaba mucho placer y curiosidad.
La pintura no me gustó del todo, pues necesitaba que las cosas se muevan, y que las imágenes sean varias e incluso tengan sonido. Quise aprender a hacer videos y los videoclips me inspiraban. Entonces, tuve la suerte de conocer a un director boliviano, Sergio Vargas, con quien charlaba en una ocasión y tras discutir, me invitó a participar de pasante en su película, Anomalía.
Esa es otra historia, pero estar en set fue lo más apasionante que jamás hice. Y estar parada allí todos los días, las movidas, la gente, los equipos, el trabajo de los grips, arte y cámaras era muy, muy guay. Ahí decidí que tenía que estudiar cine. Que podría trabajar en eso todos los días.
—Háblanos sobre tu trabajo audiovisual El secuestro. ¿De qué trata y cómo lo realizaste?
—Es un cortometraje, trata de qué tan lejos puede llegar una figura política por poder. Y esta trama gira alrededor de Clara, la hija de un gobernador importante, quien finge el secuestro de su hija en un intento desesperado de ganar popularidad política y ganar las elecciones.
El proceso: desde empezar a escribirlo, reescribirlo y discutirlo hasta sentir que tienes una obra de arte en tus manos; que se lo muestras al productor y te pone los pies en la tierra. Yo tenía un deadline, pues quería enviar este corto para ser exhibido por mi universidad en París, y así pueda ser visto por al menos 30 o 40 nacionalidades de todo el mundo. Llevar un aire cochalo, y que esté bien hecho, al nivel que exigen allá.
—¿Cuáles son tus proyectos?
—Pues ahora, con el corto terminado, tenemos toda una historia que fácilmente podría ser una gran película. De momento, me concentro en volver a Francia para concretar mis estudios y producir un segundo cortometraje hasta octubre del próximo año.
—¿Cómo te ves en un mediano y largo plazo?
—Es una gran pregunta, ¡no tengo idea! Creo que va a ser una sorpresa. No sé lo que viene por delante, ni cómo va a ser volver a París. Solo sé que quiero armar un buen segundo cortometraje y concentrarme en el estudio del mismo durante el próximo año.
A lo mejor pueda hacer un máster en Cine posteriormente, me encantaría estudiar la filosofía del cine por ejemplo. O quizás estudiar psicología por mi cuenta, ya que toma unos buenos años. Vamos a ver qué sucede.
—¿Qué opinas sobre la industria cinematográfica en Bolivia?
—Hay mucho talento y hay mucho que aprovechar. Me da curiosidad, y quisiera estar aquí más tiempo para conocer mejor el movimiento.
—¿Cuáles son tus influencias en el mundo del cine?
—Hablando de cine, hay tres películas que me han marcado mucho en mis comienzos. Fantastic Planet (1973), High Art (1998) y Requiem for a Dream (2000). Sin embargo, a medida que fui conociendo la cultura, he visto películas maravillosas.
De momento me inspira Christopher Nolan, ya que él comenzó estudiando literatura e hizo su primera película con 5 mil libras (6.500 dólares). Me encanta Stanley Kubrick, porque a quién no… no, mentira (ríe). Es porque compone sus filmes cual si fuese fotografía, y, pues, cuando yo me di cuenta de que quería hacer cine, era haciendo pintura. Entonces me encanta la relación de que una sola imagen te cuente mucha historia.
Las películas de Tarantino tienen una estética y una vibra que me encanta, y amaría poder reproducir en mis filmes. Y, bueno, creo que Darren Aronofsky es quien fue mi primera influencia.
—¿Alguna boliviana?
—El día que murió el silencio (1998), de Paolo Agazzi. Recientemente la vi, me la mostró mi profe de acting y es increíblemente chistosa. Me encantan las ideas de la trama, son muy originales.