La función de los contenidos culturales
Claudia Pacheco Araoz
Gestora cultural
Desde el inicio de la pandemia los trabajadores de la cultura se han enfrentado a diversas adversidades, además de aquellas que ya se venían arrastrando. Entre ellas subirse al carro de la digitalización de contenidos.
Los retos que supone subir los obras a internet demandan una serie de conocimientos tecnológicos que rápidamente pueden ser superados, pero esta es la parte más pequeña, del otro lado, pensar en las formas para la apreciación es la cuestión compleja, para qué y para quiénes.
Atravesada la etapa de la realización de actividades gratuitas en línea, comenzaron las decisiones difíciles: crear actividades que mantengan las formas artísticas, que sean pagadas para generar ingresos y que, en lo posible, puedan generar la experiencia de una actividad “no virtual”, la producción con cuidados de bioseguridad y la economía para poder desarrollarlas y, por sobre todo, las audiencias, cómo llegar a ellas si no siempre se las conoce. Ante la ficción de un “internet que democratiza todo”, en ese escenario se encuentran: las producciones independientes buscando una manera de sobrevivir y las instituciones públicas, privadas, con capacidad de generar actividades gratuitas contando con recursos para aquello. En medio de esta vorágine, los festivales nacionales que se han virtualizado y quieren dar continuidad a la labor que han realizado por años.
Si bien las actividades de unos y otros no son planificadas en conjunto, son complementarias, permiten una interacción diversa que por hábito de consumo o curiosidad desencadenará gracias a los algoritmos cierto direccionamiento para el consumo de materiales similares entre los ciudadanos, ¿hay responsabilidad sobre los contenidos que se presentan?
Pueden ser los festivales nacionales, las actividades institucionales públicas aquellas que reúnan mejores condiciones materiales para hacer disponibles los diferentes tipos de contenidos y estos a su vez tienen doble función, memoria cultural y su capacidad mediadora.
Los contenidos públicos como memoria: pueden facilitar las labores de investigación y fomento al acceso, aunque esto último depende del gasto de internet que los ciudadanos realizan. En su calidad de mediador: ponen en agenda diversas temáticas que pueden llevar a los ciudadanos a interesarse o no en consumir cultura.
Las instituciones pueden concebir sus espacios como vectores de multiplicación, por lo que su tarea no se simplifica a coordinar actividades, sino a poner al centro temáticas sustantivas por el bien común.