Selena Quintanilla, la flor que no se marchita
Jorge Luna Ortuño / Investigador y filósofo
Algo más de 26 años han pasado desde que Yolanda Saldívar le disparara una bala por la espalda a Selena Quintanilla. Episodio repudiado, del que mucho se ha escrito, pero poco se ha aclarado, más allá de deducciones, conjeturas y testimonios de testigos que generaron una narrativa oficial de lo ocurrido, siempre en clave de tragedia y de traición a manos de la presidenta del club de fans de la cantante. Narrativa que no deja de explotar la industria por medio de los mass media.
Precisamente, Selena, la serie, que se estrenó en su segunda temporada el pasado 4 de mayo por Netflix, intenta llevar de la mano a las nuevas generaciones de espectadores hasta ese momento fatídico, que terminó la vida de Selena cuando sólo estaba a semanas de cumplir 24 años.
La serie no aporta nada en este sentido, es elegante y prefiere atenerse al impacto de lo hecho en vida por Selena. No concede ni un instante al morbo ni la especulación, felizmente, la filmación del último episodio se aleja de los hechos acontecidos en aquella habitación y nos invita a vivir el hecho desde afuera, casi pasándose con un salto de garrocha la parte fea, como si ya no cupiera detenerse en ello, tal como hicieran en la celebrada película homónima de 1997 protagonizada por Jennifer López.
De aquel terrible incidente no podremos olvidar sin embargo un hecho muy doloroso, y es que Selena quería vivir, ansiaba sobrevivir, así lo prueba el largo trayecto que corrió con todas sus fuerzas después de ser disparada, casi 127 metros, aferrada a un anillo que sostenía en la mano, chorreante de la sangre que emanaba desde la parte posterior de su clavícula, logrando llegar a la recepción de ese olvidable hotel que hoy se llama Knights Inn, y que ha cambiado el número de habitación, del 158 al 150.
La versión oficial señala que las últimas palabras de Selena fueron: “Yolanda Saldívar, habitación 158”. Cabe decirse que con el paso del tiempo, y después de investigar en artículos y videos por la web, he comenzado a creer que Selena no solamente corría por su vida, sino que esencialmente corría para pedir ayuda, pero para su amiga Yolanda que se quería suicidar.
“Vayan allá, vayan a verla”, es lo que me suenan a mí esas sus últimas palabras. Si sólo hubiera estado escapando de su agresora, las palabras que seguramente hubiera tenido en su boca hubieran sido “auxilio, ayuda, protéjanme”. Pero queda claro que Yolanda intentaba chantajear a Selena, sobre todo a nivel emocional, atacando todo aquello que para ella era valioso, no sólo el prestigio frente a sus fans, sino también la amistad, la lealtad a una amiga, y finalmente a nivel administrativo, la necesidad que tenía de sacar adelante su emprendimiento con las boutiques, por lo cual necesitaba los documentos que le evitarían problemas con su declaración de impuestos.
El veredicto final en términos médicos indicó a grandes rasgos que la rápida muerte de Selena se debió a aquella corrida que realizó estando herida, en medio de semejante estrés físico y emocional, casi en estado de pánico, lo cual para una persona de su delgada complexión física y peso demandó enorme esfuerzo, aceleró fatídicamente el proceso de desangrado en la herida de bala y ocasionó un sangrado interno, evitando que la sangre llegara al cerebro.
A las 13:05 de la tarde del 31 de marzo de 1995 ya se conocía la noticia de que Selena había muerto. Desde entonces la flor ha pasado a ser uno de los símbolos que describen el paso meteórico que tuvo su vida por el planeta tierra. La fragilidad de la vida golpeó de sopetón, principalmente a su familia y a la comunidad latinoamericana, como si una fuerza autoritaria entrara bruscamente pateando las puertas de la inocencia colectiva, o lo que quedaba de ella, para recordar a medio mundo que la interrupción abrupta también existe, un día estás y al otro ya no, eso también puede suceder. Corrían los años noventa, ser niño, adolescente, joven eran otra cosa.
El acto cometido por Yolanda no tiene descargos posibles, ni aun si fuera cierta la versión que sus abogados adoptaron en corte: que fue un disparo por accidente cuando sostenía descuidadamente el arma y Selena intentaba ir a cerrar la puerta que habían dejado entreabierta durante su acalorada discusión. Incluso hoy en día Yolanda deja ver en las entrevistas que le han hecho desde la cárcel donde se encuentra, que se trata de una mujer inestable y altamente desconfiable, que ante el extremo aislamiento que le han impuesto, por su propia seguridad, ha intensificado su forma de fabular otra realidad que sólo ella reconoce y de la que parece estar absolutamente convencida.
La periodista puertorriqueña María Celeste Arrarás se empeñó tanto en descifrar las claves no reveladas de la muerte de Selena, que logró gestionar su visita a Yolanda Saldívar para entrevistarla largo y tendido dentro de prisión. Producto de ese encuentro, algo espeluznante, que se encuentra en YouTube, escribió un libro que publicó con el título El secreto de Selena, libro que fue llevado a la televisión como serie, con el mismo nombre el 2019; la temática se centra en la investigación que hace una periodista sobre los hechos alrededor de la muerte de la reina del Tex-Mex. María Celeste revela que en la habitación donde se produjo el disparo se encontró una maleta o un bolso grande que tenía ropas y muchas otras pertenencias de Selena en el armario. ¿Qué hacía ahí?, se pregunta.
También explica algunas de las teorías posibles acerca del anillo que llevaba aferrado en su mano Selena, al menos hasta dejarlo caer en la ambulancia, y que supuestamente le había sido obsequiado por la misma Yolanda. Además, menciona al infame Dr. Martínez, aparentemente un nuevo aliado que tenía Selena con quien abrirían en Monterrey una nueva sucursal de las boutiques de la compañía Selena Etc; lo detestable es cómo Yolanda intenta implicar que había una relación amorosa clandestina entre ellos, de la cual sólo ella tenía conocimiento.
Por supuesto que El secreto de Selena es una versión no autorizada por la familia Quintanilla. Sorprendentemente, Abraham Quintanilla no demandó a la autora del libro, como en cambio sí lo hizo contra Chris Pérez, el viudo de Selena, por atreverse a publicar una historia sobre su vida con la cantante en sus propios términos en el libro Con amor para Selena, y sobre todo por sugerir que llevaría esta versión a la televisión.
Lo cierto es que, si uno piensa llevar a la pantalla la historia de Selena, requiere de la bendición de su familia, puesto que es la única manera de liberar los derechos de su música para incluirlos en la producción. Este es el valor de Selena, la serie, versión autorizada, en la que las canciones de Selena son el eje sobre el cual se construye la narración. ¿Cómo llegaron a escribir sobre tal canción? ¿De dónde vino la idea de la que hablan las canciones más representativa
s de Selena y los Dinos? ¿Qué sucesos rodearon a algunas de sus presentaciones en vivo más icónicas? Respondiendo a este tipo de preguntas parecen estar constituidos los capítulos en su mayoría. El enfoque da oportunidad para que los hermanos de Selena y su padre tengan el espacio de mostrar cómo trabajaban en equipo en cada una de las fases de ese sistema que consideraba a Selena el principio y el final. La serie ayuda a entender cómo Selena era un caso tan parecido al de Messi en el Barcelona F.C., al que acogieron desde muy pequeño en el club, lo cultivaron, y después cuando llegó Guardiola se encargó de construir un sistema de juego que hacía jugar a todo el equipo para él, para maximizar las condiciones que lo hicieran brillar, en un formato donde el conjunto terminara ganándolo todo. En la vida musical de Selena ese arquitecto, ese coach, era su hermano A.B. Quintanilla, productor y bajista de la banda, una voz y mirada sobre su hermana que da gusto escuchar en las entrevistas que se encuentran en la web.
Hoy en día, la muerte de Selena me recuerda de una extraña manera a la desaparición de Bruce Lee en 1973, en la cúspide de su vida como actor de cine y artista marcial, cuando esperaba el estreno de la película que lo lanzaría en el mercado de los Estados Unidos finalmente: Operación Dragón. Por su parte, Selena trabajaba en la producción de su álbum en inglés, el primero como solista y que al final quedó incompleto, dejando tan sólo unas pocas canciones cuidadosamente elegidas que interpretó, como la póstuma “Dreaming of You” —un canto que parece evocarnos a ella misma—.
Cuando veo Selena, la serie, recuerdo ocasionalmente los malabarismos que realizaron en el filme El juego de la muerte, estrenado cinco años después de la muerte de Bruce, en el que usaron un doble para completar las escenas que no había alcanzado a filmar; hilaron una historia más o menos aceptable usando el material que había dejado grabado, principalmente las escenas de combate en una casa estilo pagoda de varios pisos.
En ambos casos, el de Bruce y el de Selena, luego de su muerte llovieron a borbotones los imitadores, los que asumían los gestos, las posturas y la vestimenta de sus ídolos, y aparecían en la pantalla para intentar revivir al mito. Selena dejó una voz inigualable, pero también el sello de un vestuario diverso, un carnaval de diferentes tipos de peinados, una variedad de formas de ser y de sentirse que expresaba con sus atuendos de múltiples registros y estéticas, que invitaban a la imaginación sin olvidar un sentido de decoro, pues tenía muy presente que su público eran también las niñas y los niños.
En definitiva, han pasado más años de los que Selena llegó a vivir incluso, sin embargo, la memoria colectiva todavía la recuerda, los premios y reconocimientos continúan llegando, como el Grammy por Life Achievement Award con el que fue honrada en marzo 2021. Selena es un recuerdo entrañable e irrepetible; Selena es la imagen de una marca y de una memoria resguardada por los Quintanilla; Selena es un sentimiento flotante que sobrevuela desde Corpus Cristi hasta confines impensables donde resuena su música; Selena es la experiencia intransferible que se guardan los fans más acérrimos; Selena es la inspiración de una mujer que se dio modos para triunfar en un mundo dominado por hombres en un tiempo donde las mujeres no tenían cabida en la música texana como solistas, y lo hizo todo sin abanderarse con la palabra feminismo; Selena es la sonrisa del gato que se difumina en el aire como en el cuento de Alicia en el país de las maravillas cuando se escucha en el ambiente uno de sus clásicos hits; Selena es una flor que no se marchita.