Semblanzas y pinceladas sobre el personaje Roberto Valcárcel
Jorge Luna Ortuño
Roberto Martin Gustavo Valcárcel Moller-Hertz era muchos en sí mismo. Una de las ficciones con las que operaba era la de ser él mismo un autor. Recorriendo su prolífica obra de más de cuatro décadas, se aprecia una gran cantidad de líneas de trabajo abiertas, en las que se desenvolvió con dominio —pintura, instalación, objeto encontrado, dibujo sobre madera, acrílico sobre paneles recortados, pintura látex sobre su cuerpo, tinta sobre papel y más—. ¿Era un solo hombre el que produjo toda esa variedad de obras, temas, enfoques y lenguajes en múltiples soportes? ¿O se trataba más bien de alguien que operaba al modo de Jean Luc Godard: “como una oficina de producción”?
El historiador Pedro Querejazu, en el catálogo de la exposición de Valcárcel “Casas”, que se realizó del 29 de junio al 18 de julio de 1989 en la Galería Arte Único (La Paz), ya hacía notar la pluralidad de facetas del artista. No obstante ello, creía encontrar una temática común: el drama del hombre expresado en los rostros humanos. Sin embargo, con el tiempo Valcárcel continuó ampliando este bagaje de temas movido por su máxima premisa: contagiar una concepción expandida del arte, ampliar sus márgenes en el contexto local.
Cada una de las exhibiciones de Valcárcel era también testimonio de los avances en su laboratorio continuo de experimentaciones, llamado “cuerpo de obra”. Para ello necesitaba que lo dejen solo, quería trabajar, desdoblarse. Se inició en 1977 con las obras de torturados, pintura hiperrealista sobre madera de embalajes desechados, pasando por “Campo de alcachofas” en 1980, hasta las acciones artísticas pintando su cuerpo de colores, por ejemplo en “Verde Viacha”. Y luego los “Ovnis”, también los “Rostros-casas”. Valcárcel recuerda que en la primera Bienal de San Pablo que asistió representando a Bolivia, un artista brasileño que admiraba le dio su opinión sobre los torturados pintados hiperrealistamente: “No puedes representar el dolor humano de manera bella”. Desde entonces entendió que ese no era un camino viable, por ello pasó a otra cosa, y no volvió al tema.
Era un solitario, que convivía con la sensación de cierto aprisionamiento, de cierta inadaptación, una especie de ramificación del sentimiento “beat”, popularizado después por lo hippies en los 60´s. Valcárcel era un poco un hippie, y un poco un aburguesado, vivía entre esa tensión, sin embargo se fue paulatinamente camuflando en la sociedad, haciendo sus “concesiones para funcionar en el sistema”, como él decía. No lo describiría como un outsider y sí mucho más como un subterráneo. Quienes hayan leído “El hombre que amaba a Amy Winehouse”, de Julio Barriga, o la novela corta “Bartleby”, de Herman Melville, entenderán a qué me refiero.
Valcárcel pensaba el sistema desde adentro, era algo oscuro y desencantado, políticamente cínico, difícil verlo como un clásico hombre de izquierdas, pero en todo caso, le atraía más impulsar el movimiento, el cambio en las ideas, el repudio hacia cualquier adoctrinamiento, y lo frustraba la dirección que veía había tomado el barco del sistema en Bolivia. Libertad era su estandarte, lo cual traducía como: dedicarse prioritariamente a hacer crecer su obra. Tatiana Fernández, catedrática en la Universidad de Brasilia, considera que Valcárcel hacía de sus clases en la universidad y en sus talleres, un espacio expandido de su práctica artística, como si fueran performances particulares con efectos verdaderos dentro de una institución educativa.
Los ensayos “La muerte del autor” (1968) de Roland Barthes y “¿Qué es un autor?” (1969) de Michel Foucault eran citados de pasada por Valcárcel en sus clases de creatividad como referencias rápidas, y sin embargo eran fundamentales para leerlo y leer su obra. Barthes veía la obra de arte o el texto como un ensamble de ideas no originales que operan en relación con otras, lo cual se oponía a la tradicional idea de que el artista era el punto de inicio, o el origen de la creación de algo original. En ese mismo plano, Foucault señalaba que el autor era en realidad una función, que existía para darle al lector la facilidad de localizar una supuesta voz solitaria que gobierna el texto o la obra entera; la función-autor es la de cortar y pegar una plétora de ideas no originales, la de clasificar esas diferentes ideas y voces “separando unas de otras, definiendo su forma y caracterizando su modo de existencia”.
Valcárcel tuvo también su faceta de posproductor. Los trabajos de inspiración dadaísta, con objetos encontrados, son una parte clave de su proceso. Enfatizaba en el hecho de que no estaba descubriendo la pólvora, sino que estaba sintetizando una serie de ideas que ya habían sido lanzadas al mundo por otros. En cuanto a su faceta de artista, hablaba de sí mismo como se habla de un grupo o de un colectivo más que de una persona; se autodenominaba “Producciones Valcárcel”. Era como si él mismo se considerara una institución ficticia con jurisdicción abierta en diversos territorios de la imaginación.
En la serie dedicada a los “Multicuadros”, desarrolla la idea y se declara poseedor de múltiples personalidades. “Cada una de ellas se expresa mediante un lenguaje artístico propio y participa en la realización de obras grupales denominadas multicuadros”. (Valcárcel: 2008, p. 284).
Explica también que los artistas que componen “Valcárcel Producciones” son de diferentes nacionalidades y géneros: Bob Martin (USA) es la voz del realismo, Hans Kopplack (ALE) ve la parte geométrica, Antonio Raffaelo (ITA) es el expresionista, Nadja Otterova (RUS) es fotógrafa, y Waldo Moffat (Gran Bretaña) es el artista conceptual. Menciona también con menor protagonismo a Max Poma (BOL) que se encarga de las acciones e intervenciones urbanas, y a Yuri Nitram (JAP) que según su relato muere de Sida en San Pablo en 1991.
“Producciones Valcárcel” era en este sentido el pseudónimo de los personajes, las voces y las aproximaciones que habitaban a Roberto Valcárcel, el hombre adulto homosexual blanco de ascendencia alemana nacido en La Paz que prefería vivir acompañado únicamente de su perro salchicha negro y rodeado de cientos de objetos extraños y polisémicos emplazados por todas partes.