Una Mona Lisa andina nace del pincel de Claudia Callizaya
Una Mona Lisa vestida con la elegancia de las cholitas bolivianas y una versión de la Venus de Botticelli con rasgos indígenas son algunas de las creaciones de la incansable aimara Claudia Callizaya, una admiradora del realismo renacentista que combinó la maternidad y el trabajo en el campo para estudiar artes plásticas.
Claudina, el nombre artístico que eligió Callizaya para firmar sus obras, nació en la comunidad de Kalla Baja, en el municipio altiplánico de Jesús de Machaca, a más de 120 kilómetros de La Paz.
A sus 32 años está a punto de terminar la carrera de Artes Plásticas en la Universidad Pública de El Alto (UPEA), donde obtuvo los conocimientos y técnicas que le faltaban para cultivar su pasión por la pintura, según comentó.
“A mí me gustan las pinturas del Renacimiento, de aquellos artistas antiguos, de Leonardo da Vinci, Miguel Ángel o Rafael, porque en esas obras veo que pintan los rostros, los pliegues de los vestidos son a la perfección, parecen fotos”, señaló.
Cuando conoció el afamado cuadro de la Mona Lisa, se planteó hacer su propia versión, pero representarla como una cholita. Es decir, con el tradicional sombrero bombín, la manta, la blusa y el cabello recogido en dos largas trenzas, además de las elegantes joyas que suelen llevar estas mujeres aimaras.
“Lo hice con el pensamiento de que las mujeres de pollera, de vestido o de pantalón no debemos discriminarnos entre nosotras porque todas somos mujeres y más bien debemos unirnos para apoyarnos, para salir adelante”, dijo.
El cuadro es parte de la exposición inaugural de la galería de Artes Plásticas de la UPEA con creaciones de Claudina, entre las cuales también resalta su versión del Nacimiento de
Venus con una cholita desnuda parada sobre un aguayo, la tela tejida por las indígenas, y alguien que busca cubrirla con una manta.
Primeros pasos
Sus inicios en el arte fueron casi un reto, pues cuando era niña no pudo dibujar un gato encargado para una tarea escolar y tuvo que pedir ayuda a su mamá.
Eso la dejó con la inquietud de aprender a dibujar, a sabiendas de que no iba a apelar a su madre todo el tiempo.
Así, se puso manos a la obra y empezó dibujando gatos, aunque ya desde entonces debía combinar sus ansias artísticas con sus labores de pastoreo y aprovechaba cada instante libre que tenía para hacer ilustraciones en piedras planas a falta de hojas de papel.
“Después dibujé otros animales, posteriormente empecé a dibujar personas”, y así el arte se volvió una constante en su vida.
Claudina recuerda con particular agradecimiento a su maestro de artes en primaria, Ramiro Tola, quien una vez le dijo que “el arte es la ventana donde se ve el mundo” y le instó a estudiar esta disciplina.
Cumplir su sueño no ha sido sencillo
El recorrido de Claudina para cumplir su sueño de ser artista profesional no ha sido sencillo, pues ha transcurrido entre Kalla Baja y El Alto, combinando el estudio con el cuidado de sus “wawas” —sus hijos, que actualmente tienen 7 y 5 años—, las labores de casa, el cuidado de sus ovejas y la venta de jugos.
La artista estaba decidida a estudiar artes y, tras superar algunos obstáculos, finalmente se inscribió a la UPEA, aprovechando que sus hijos eran pequeños.
“El primer día de clases que pasé en la carrera no parecía real, parecía que estaba soñando porque ya era mamá”, dijo Claudina, y recordó que incluso algunas veces pasó clases con su hija cargada a su espalda en aguayo y su otro pequeño en brazos. El apoyo de sus padres fue vital y también de algunos compañeros y docentes que le ayudaron a cuidar a sus hijos cuando le tocaba exponer.