Dark”, serie que todos comparan con “Stranger Things”
“Confiamos en que el tiempo se mueve en forma lineal. Que avanza siempre y de modo constante hacia el infinito. Pero la distinción entre pasado, presente y futuro no es más que una ilusión. El ayer, el hoy y el mañana no son consecutivos”. Como una forma de enmarcar la trama y como una declaración de principios filosóficos, esa frase abre el episodio uno de Dark, la primera serie alemana que llega a la plataforma Netflix.
La primera temporada, creada por Baran bo Odar y Jantje Friese, tiene 10 episodios de casi una hora de duración cada uno. El punto de partida de la historia es la desaparición de dos chicos en Winsen, uno de esos pueblos en los que nunca pasa nada. “Tenemos la tasa de crímenes más baja de la región. No hay asesinos por aquí”, dice alguien, en un momento de un episodio. En ese mismo lugar funciona una central nuclear; el director Bo Odar y el guionista Friese conocen bien el tema porque se criaron en una pequeña ciudad cercana al desastre de Chernobyl.
Antes del estreno, apenas salieron los primeros trailers de promoción, Dark fue comparada -y acusada de sumarse a la ola exitosa- con Stranger Things. En la serie alemana, al igual que en su par estadounidense, se pierde alguien y el pueblo sale a buscarlo desesperadamente. Acá también los niños andan en bicicleta y salen a dar vueltas por el bosque. Salvo esos detalles -y el género de ciencia ficción- no hay grandes puntos en común. O, si los hay, son sólo coincidencias superficiales.
Si en Stranger Things había homenaje a toda la estética y los consumos culturales de los 80, Dark sólo es fiel a sí misma y a la oscuridad que revela su título. La frase de los primeros minutos es el eje de la historia, que va desde la Alemania de 2019 a la catástrofe nuclear de 1986, pasando por la década del 50. El viaje en el tiempo -con un ida y vuelta constante- llena de misterio a los episodios plagados de viñetas sobrenaturales.
“Va a ocurrir de nuevo”, dice un anciano para anticipar algo y para ilustrar el infinito déjà vu de los episodios, que el espectador deberá ir armando como un rompecabezas. Cada caso irá removiendo historias del pasado de las familias del pueblo en el que, según dicen sus habitantes, todo es tranquilidad.
Como un gran caleidoscopio, la serie va cambiando de forma y de colores, con la participación de las distintas generaciones que habitan el misterioso lugar. Por momentos, las historias de Baran bo Odar y Jantje Friese cargan las tintas sobre la central nuclear del pueblo; luego hablan de drogas y hasta juegan con elementos de la magia, además de la noción de agujero negro y de otras dimensiones.
Esto no es Stranger Things. Nada de niños traviesos que provocan un entrañable viaje a los 80. En Dark, el espanto sucede una y otra vez; el déjà vu llega como un claro mensaje del más allá. Es misterio y ciencia ficción en modo hardcore.