Plasma hiperinmune: un tratamiento contra el coronavirus que da esperanza en Bolivia pero está condicionado a la donación
Christian Burgos
Claudio (nombre ficticio), se recuperó del coronavirus (Covid-19) hace más de cuatro semanas. Está dispuesto a donar plasma hiperinmune para otros pacientes que se encuentran hospitalizados y al borde de la terapia intensiva; sin embargo, cree que su sangre tiene un precio.
"Yo he luchado contra el virus por semanas, he dejado de trabajar en mi pequeña empresa, me he aislado, mis trabajadores se fueron, me quedé sin recibir un solo centavo y por su puesto mi familia es la más afectada. Yo estoy dispuesto a donar mi plasma pero que el Gobierno me pague por eso. Muchas familias mueren de hambre, se enferman con coronavirus y lo mínimo que pueden hacer las autoridades de Salud es remunerar a quienes también salven vidas de esa manera", justifica.
Afirma que su prioridad es sacar a flote nuevamente su negocio, pero está consciente, al igual que muchas otras personas, de la importancia que tiene su sangre para salvar vidas.
"No se trata de egoísmo, creo que es lo justo, en este momento mi familia está pasando hambre, me tomará años recuperar mi negocio", expresa con mucha preocupación.
Esta realidad está desencadenando un debate respecto al tema. Muchas personas creen que es un crimen pretender cobrar dinero por el plasma y no pensar primero en salvar la vida de un enfermo.
Incluso existe el temor de que se genere un mercado clandestino con el plasma hiperinmune cuando se lleguen a los picos más altos de contagio. Por el momento, el Gobierno aclaró que para obtener ese tratamiento el único camino es la donación sin cobro de dinero, a través de un protocolo estricto.
Lo evidente es que el plasma hiperinmune apunta a salvar vidas en el mundo y también en Bolivia, después que el Gobierno aprobara su uso como tratamiento en determinados casos de Covid-19.
Ya lo hizo anteriormente en nuestro país. Durante la fiebre hemorrágica de San Joaquín, entre 1960 y 1963, se administró el líquido a varios pacientes y se logró reducir notablemente los índices de mortalidad.
Es el suero o porción líquida que queda después de que se han eliminado glóbulos rojos, plaquetas y otros componentes celulares de la sangre.
Su uso, como medida terapéutica, fue autorizada en el país por el ministerio de Salud. Se extrae de pacientes infectados y convalecientes que han desarrollado una respuesta inmune.
El plasma convaleciente o inmunoglobulina hiperinmune puede reducir la mortalidad en pacientes con enfermedades causadas por virus respiratorios, como la Covid-19.
Fue usado, con resultados positivos, en pacientes con las más recientes variedades de coronavirus: SARS 1 en 2003, MERS en 2012, convirtiéndose en una de las mejores opciones inmediatas para ayudar a personas con Covid-19.
Sin embargo, no está claro que el plasma de las personas que se han recuperado de la Covid‐19 sea un tratamiento efectivo para los pacientes con esta enfermedad. La evolución de un infectado puede estar relacionada con el plasma convaleciente, la progresión natural de la enfermedad o con otros tratamientos recibidos.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), todavía no existe un medicamento o tratamiento aprobado para curar el coronavirus. Muchos países encaran la batalla para encontrar la fórmula y también una vacuna.
Según el ministerio de Salud, la extracción del plasma deberá ser realizada por personal entrenado en el ámbito de la donación.
Todo el proceso; desde la selección de los donantes, fraccionamiento, procesamiento, etiquetado, almacenamiento y distribución; se debe realizar en instituciones autorizadas y las mismas deben disponer de todas las garantías que acrediten la correcta práctica de los procedimientos.
El Gobierno garantiza a los donantes total confidencialidad, quienes deberán “mantener los principios de altruismo y donación no remunerada”.
El líquido puede preservarse refrigerado durante un año, manteniendo intactos los anticuerpos. Un donante puede administrar el plasma entre dos a cuatro pacientes, dependiendo de las dosis requeridas.
El éxito del plasma hiperinmune puede estar limitado ya que no todos los pacientes que se recuperan desarrollan anticuerpos neutralizantes. El contenido de anticuerpos debe probarse en pacientes convalecientes para seleccionar donante adecuados.
El plasma no es una opción más válida ante la vacuna. “Son formas de tratar totalmente diferentes. La vacuna pretende que el propio organismo produzca los anticuerpos y evite la infección”, aclara el ministerio de Salud e indica que es un “anticuerpo pasivo”.
“Si bien el plasma convaleciente puede ser administrado como herramienta terapéutica en cualquier contexto de gravedad, los estudios preliminares han resultado más beneficiosos para pacientes en mejores estadios pulmonares, es decir tempranamente. Resulta difícil analizar cuál es el mejor y rescatable estado pulmonar y en que contextos no tendría poca o ninguna utilidad como tratamiento”, puntualiza la cartera de Estado.
Lo cierto es que está funcionando en varios pacientes que reducen los síntomas graves gracias al líquido que además es de disponibilidad inmediata, a diferencia de vacunas y medicamentos que pueden tardar meses y años. Se recomienda su administración durante los primeros diez días de síntomas.
La donación la pueden hacer hombres y mujeres, pero deben cumplir ciertos requisitos, como tener dos cargas virales negativas con intervalos de 14 días.
La sangre extraída es procesada, lo que permite recoger el plasma y también devolver el resto de los componentes sanguíneos al donante.
De cada persona donante se puede obtener al menos un volumen plasmático, que varía según el peso y talla, llegando a 2.000 o 3.000 mililitros (ml), una cantidad que permite dar terapia de cuatro a seis pacientes.
A cada paciente con Covid-19 se recomienda aplicar entre 300 a 500 ml de plasma hiperinmune. “El intervalo entre dos sesiones de plasmaféresis no debe ser inferior a 7 días”, señala el ministerio de Salud, aunque el infectólogo, Juan Saavedra, recomienda una admiración de plasma cada 48 horas.
Para Bolivia y muchos países el uso del líquido es la mejor opción en estos momentos; sin embargo, solo los casos graves de Covid-19 pueden acceder a ese tratamiento ya que los de menor sintomatología son asistidos con otros fármacos.
El argumento es simple, es un tratamiento experimental. Aunque se aguardan ensayos clínicos, para su aplicación en casos moderados que también requieren hospitalización.
De todas maneras, el plasma puede ser administrado como herramienta terapéutica en cualquier contexto de gravedad de la enfermedad.
Sin embargo, expertos aseguran que si en el país se tuviera una mayor cantidad de volúmenes de plasma a disposición se podría crear un mejor escenario en el que se administre plasma de forma inmediata a todos los pacientes que han sido diagnosticados.
En Bolivia el plasma hiperimune comenzó a aplicarse en Cochabamba, Santa Cruz y La Paz hace aproximadamente 15 días y aún se esperan informes de cómo ha sido la respuesta de los pacientes graves en los que se aplicó el tratamiento.
Los riesgos principales conocidos para quienes son receptores es la lesión pulmonar aguda relacionada con la transfusión, reacciones a los componentes del suero y sobrecarga circulatoria.
“Con las técnicas modernas de almacenamiento de sangre que detectan los patógenos transmitidos por la sangre y coinciden con el tipo de sangre de los donantes y receptores, los riesgos de transferir agentes infecciosos conocidos o provocar reacciones a la transfusión son bajos” indica el Protocolo de obtención y uso de plasma hiperinmune del ministerio de Salud.
Por otro lado, está claro que ser donador clasificado no implica ningún riesgo y la esperanza de muchos bolivianos que se encuentran en estado grave por la Covid-19 está en el plasma hiperinmune, aunque la escasa donación del líquido muestra un escenario poco alentador, más ahora que se ingresará al periodo de contagio más alto, ante la flexibilización de la cuarentena.