Bolivia: un tour por los elefantes blancos
A tono con los tiempos, en el mundo surgen tours cada vez más extravagantes. En Colombia, por ejemplo, resulta célebre el circuito que recorre tres ciudades para describir la vida del narcotraficante Pablo Escobar. En Los Ángeles, California, hay el paseo por los sitios de asesinatos más sanguinarios y en la holandesa Ámsterdam el tour por la permisiva zona roja. En México, entre Mazatlán y Culiacán, son muy populares los circuitos que se brindan a turistas interesados en conocer a fondo la “narcocultura”. Quién sabe si en Bolivia, tarde o temprano, surja otro extravagante recorrido de aires delictivos: el tour de los elefantes blancos.
¿Qué se entiende por elefante blanco? “Un ‘elefante blanco’ es una obra pública de construcción, mantenimiento o instalación de un bien inmueble, con un impacto negativo para la comunidad por haber quedado abandonada o inconclusa. Además, sus costos superan los beneficios de su funcionamiento, no es utilizada o su uso es diferente a aquel para el que fue creada”. Esa la definición que realizan diversos organismos anticorrupción. La metáfora responde a la extravagancia del rey tailandés Bhumibol Adulyadej. El monarca criaba decenas de estos paquidermos a un costo elevado pese a que no prestaban ningún servicio.
Desde hace décadas, este tipo de obras estafa se multiplicaron en el país en una cantidad inversamente proporcional al número de políticos procesados. De los años 50 - 60, por ejemplo, en medio de los Yungas, quedan todavía los restos del frustrado tren La Paz-Beni. De tiempos de dictaduras, quedan cimientos y techos derruidos de las fábricas de papel, automóviles o vidrios, en Tarija, Cochabamba o El Alto, respectivamente. Nada resulta tan emblemático de aquellas épocas como la planta de fundición de plomo y plata de Karachipampa, en Potosí.
EL ÍCONO DE OTROS TIEMPOS
Se “invirtieron” cerca de 160 millones de dólares de aquel tiempo (entre 1977 y 1984) en ese complejo metalúrgico que nunca funcionó. Debido a la devaluación, hoy se calcula que aquella suma equivale a cerca de 800 millones de la divisa estadounidense. En el libro, “Los militares y su legado en Bolivia” (G. Cabrera), se establece que con aquella suma entonces podría haberse vertebrado el eje central del país.
La planta se halla a escasos 7 kilómetros de la ciudad de Potosí y, por sus dimensiones y excesos, sería una importante etapa del circuito. Pero habría más etapas. Por si le faltasen atractivos al tour de los elefantes blancos, en los últimos años se han multiplicado esta clase de obras, tanto en número como en variedad y ubicación. Constituyen una de las contadas extensiones del Estado que abarcan prácticamente todo el territorio boliviano. Es posible hallar elefantes blancos hasta en las provincias más recónditas y las fronteras más inhóspitas.
Un ejemplo: también en Potosí, en el límite con Chile, a 4.551 metros sobre el nivel del mar, en los manantiales del Silala, existen seis piscinas vacías. “Esta región es Bolivia y tenemos la obligación de sentar soberanía sobre nuestros recursos naturales”, había dicho al inaugurarlas el presidente Evo Morales en marzo de 2013. Las piscinas constituían la base de un criadero de truchas que iba a aprovechar las aguas del lugar. Costaron casi medio millón de bolivianos y debían producir 21 mil pescados anualmente, pero por lo menos desde hace cinco años están secas. Nadie sabe quién hizo mal los cálculos.
Y si de recónditos municipios de tierra adentro se trata, según múltiples denuncias, en plena selva amazónica hay un elefante blanco de notables proporciones. Constituye el ingenio azucarero de San Buenaventura, ubicado en los límites entre La Paz y Beni. Costó más de 265 millones de dólares, se construyó pese a diversas advertencias sobre su inviabilidad y fue inaugurado hace tres años y medio. Pero la región no produce ni la tercera parte de la caña necesaria para que la planta trabaje a plena capacidad y sea rentable.
AEROPUERTOS SUPERECOLÓGICOS
Es más, para intentar que se logre esa producción, se deberá deforestar cerca de 14 mil hectáreas de un bosque célebre mundialmente por su biodiversidad. Para visitar el complejo, quienes hiciesen el tour de los elefantes blancos tendrían que tomar un vuelo hacia el aeropuerto de Rurrenabaque. El problema es que, pese a que se trata de uno de los destinos turísticos más importantes del país, esa terminal aérea no ha merecido mayor atención de las autoridades. Paradójicamente, una de las especialidades de este tiempo han sido los elefantes blancos aeroportuarios.
“Por ahora no tenemos vuelos a Chimoré y no sabemos cuándo se restablecerán —responde la operadora de BoA—. La aeronave que vuela a ese destino está en reparación”. Se trata de la única aerolínea que presta servicios al aeropuerto de aquella población del trópico cochabambino. Para colmo, los dos únicos vuelos comerciales de cada semana se suspendieron precisamente en estos días, los de mayor actividad turística en el país.
Sin embargo, Soberanía —el aeropuerto internacional Chimoré— tiene una terminal de pasajeros emplazada sobre 5.100 metros cuadrados. No sólo eso, ostenta una pista de 4.000 metros lineales, una de las dos más grandes de Bolivia junto a la del aeropuerto de El Alto. Soberanía fue inaugurada el 17 de octubre de 2015 y costó 34,5 millones de dólares. Pero hay cuatro denuncias más sobre aeropuertos de escaso o nulo uso construidos en años recientes.
Quizá, en un futuro aún imprecisable, quienes tomen el tour de los elefantes blancos describan la sensación de llegar a terminales aéreas vacías, fantasmales. Los aeropuertos de Ixiamas, Apolo, Monteagudo, Oruro y Copacabana costaron en conjunto 320 millones de bolivianos, 46,4 millones de dólares. De entre ellos, la condición de elefante blanco sólo agita debate en el caso de Oruro. Si bien durante gran parte del año tiene un funcionamiento similar al de Chimoré, en las semanas del Carnaval se incrementan los vuelos en un 20 por ciento.
Mientras tanto, los aeropuertos de Ixiamas, Monteagudo, Apolo y Copacabana bien podrían ser definidos como los más ecológicos del mundo. Normalmente los sobrevuelan y ocasionalmente aterrizan en ellos bandadas de aves. Sin embargo, el caso de Copacabana cobra un particular matiz: los 7 millones de dólares que costó podrían haber servido para paliar la contaminación que aquella urbe, carente de saneamiento básico, causa al lago sagrado. Ixiamas fue inaugurado hace 43 meses, Monteagudo hace 33 meses, Apolo hace cinco meses y Copacabana hace casi seis meses.
EL NUEVO ÍCONO
Pese a la magnitud del gasto en estos cinco poco o casi nada utilizados aeropuertos, hoy es posible hallar elefantes blancos mucho mayores. El precio de estas cinco terminales aéreas juntas casi iguala al que ha sido denominado por el analista Andrés Gómez como “el elefante blanco de 2018”: La sede de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur). “El edificio fue inaugurado el 12 de septiembre del presente año (2018) por el presidente Evo Morales — recuerda Gómez en su blog Rimay Pampa—. Costó 72 millones de dólares y hasta ahora no cumple su función. Es probable que nunca lo sea en vista de que esta organización prácticamente se disolvió”.
Seis países de los 12 que integran el organismo, Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Paraguay y Perú comunicaron en abril su decisión de no participar en este foro. En agosto, el nuevo presidente Iván Duque informó la salida definitiva de Colombia del bloque. Frente a esta crisis, Morales ofreció la millonaria sede de Unasur para realizar matrimonios, promociones y todo tipo de eventos sociales. Para elegir al elefante blanco del año, en vista del escenario de posibilidades, Gómez hizo una singular encuesta en las redes sociales.
En esa encuesta, una de las edificaciones más mocionadas resultó el nuevo palacio presidencial denominado “la Casa del Pueblo”. El complejo costó 36 millones de dólares y fue sumado a otras obras que se centran en la figura del presidente Evo Morales. Un museo laudatorio a Morales en Orinoca, valuado en 7 millones de dólares, y una unidad aérea con seis aeronaves presidenciales completan la lista.
ELEFANTES EN TARIJA
El tema elefantes blancos se ha vuelto uno de los más frecuentes en las columnas de opinión de los diversos diarios bolivianos. También ha inspirado varios libros y producciones audiovisuales. Por ejemplo, el abogado tarijeño Waldemar Peralta este 12 de diciembre presentó el texto “Elefantes en Tarija”. “Tarija, durante los años de la bonanza, recibió cerca de 5.500 millones de dólares por regalías que en gran medida se destinaron a este tipo de obras —explicó a OH! Peralta—. Se han abierto más de 160 causas contra autoridades por estos casos y no hay procesados ni sentenciados, sino un gran manto de impunidad”.
Peralta asegura que cuando inició la investigación le llegaron decenas de denuncias. En su libro figuran casos considerados de antología. Vale decir que, en el hipotético tour de los elefantes blancos, Tarija bien podría convertirse en uno de los atractivos centrales. No por nada fue el departamento que mayores ingresos registró durante la bonanza del gas.
Vayan algunos ejemplos del libro de Peralta. Inicialmente, el estadio El Tonel en Uriondo, cuyo costo superó los 33.900 millones de bolivianos. Al ritmo que crece la población de la zona, pasarán 75 años para que todos los pobladores llenen esas graderías. Sin embargo, el 30 por ciento de los actuales 2.000 habitantes carece de agua potable y un 33 no tiene energía eléctrica. Otro estadio fue construido en Yunchará, costó 10 millones de bolivianos. Es el municipio más pobre de Tarija (68 por ciento de la población), sólo tres de sus 1.096 familias tienen alcantarillado.
La fábrica de jugos cítricos en la población de Bermejo implicó una inversión de 70,9 millones de bolivianos. Nunca funcionó y si un día lo hiciese, consumiría toda la materia prima de la zona en 82 días. “El hipódromo de Entre Ríos costó 45,5 millones de bolivianos y sólo se lo usa una vez al año —cita Peralta—. El Rodeo de Yacuiba costó 47 millones de bolivianos y se los usa dos veces al año. Hay fuentes de aguas danzantes en Villamontes que funcionaron una vez, carreteras abandonadas a medio hacer, canalizaciones de desagües secos, etc”.
En mayor o menor medida, el fenómeno se repite en todo el país. Las pérdidas para el Estado se multiplican en diferentes dimensiones. Por ejemplo, Julio Linares, analista del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (Cedla), estableció que entre 2007 y 2016, 11 empresas del Estado tuvieron una pérdida total de 1.966.000.000 de bolivianos, más de 284 millones de dólares. En la lista figuran las fábricas de papel, cartón, lácteos, computadoras y celulares así como el teleférico paceño y la Agencia Boliviana Espacial. Probablemente, a esa lista en tiempos recientes se habría añadido la fabrica de amoniaco y urea de Bulo Bulo, afectada por múltiples problemas de funcionamiento desde su inauguración a fines de 2017. Costó 953 millones de dólares.
Pese a la magnitud de las denuncias, al parecer las actuales autoridades no ven factible un tour de los elefantes blancos en el país. En noviembre, el ministro de Obras Públicas, Milton Claros, aseguró que este tipo de obras constituyen un mito de la oposición. Claros afirmó además que las obras denominadas “elefantes blancos” no existen en el actual Gobierno.
“Ese tema de los elefantes blancos es un mito que tiene la oposición porque obviamente antes tenían y estilaban hacer eso —manifestó la autoridad, al consultársele sobre los aeropuertos sin uso—. Pero ahora no, son proyectos que se han ejecutado, que tienen un objetivo que es la conexión”.
Quién sabe si la empresa estatal de turismo, Boltur, sí asuma la idea, máxime porque figura en la lista de las deficitarias, citadas por Linares. Bien podría iniciar el tour de los elefantes blancos en Karachipampa. Por esas cosas de la vida, en este Gobierno se invirtieron cerca de 10 millones de dólares para que deje de ser un elefante blanco. Pero aún da dolores de cabeza a los técnicos y no termina de funcionar.
Es más, más de una voz asegura que Bolivia se halla muy cerca de lanzar un elefante blanco de proporciones colosales. Se trata del proyecto represas hidroeléctricas Chepete-Bala, a construirse en la cabecera amazónica paceña. Tiene un presupuesto de más de 7 mil millones de dólares, pese a que no están garantizadas su viabilidad económica, su funcionalidad técnica ni su grado de impacto ambiental. Sin duda, resultaría el final impactante de este tour.