Madre después de los 40 años
Texto: Rafael Sagárnaga, Claudia Eid y María Mena
A sus 41 años Ximena Calvo de Achá recibió una gran sorpresa cuando le informaron que estaba embarazada por tercera vez. Ya tenía dos hijos adolescentes, cerca de salir del colegio, y entre sus planes estaba volver a la universidad para estudiar una segunda carrera. La psicóloga y directora de Tic Tac Toe PreSchool, que fue madre por primera vez a sus 24 años, admite que su tercer embarazo, al principio, le causó un shock y que además, fue bastante pesado.
“Ya tenía dos hijos uno de 15 y otra de 17 (años), entonces pensaba que ya había pasado esa etapa de tener bebés. Y en eso… me embarazo y estaba en shock, pero soy de las personas que cree mucho en los planes y los tiempos de Dios. Tengo eso dentro de mí. Yo sé que los tiempos de Dios son perfectos, aunque ese rato no entienda, sé que es para bien. Básicamente Sebastián (su tercer hijo) ha sido la bendición más grande para mi familia, no estábamos mal, pero nos hizo mejores padres y cónyuges. Es como si Dios me hubiera dado un chance, que es un privilegio en la vida, una bendición, para volver a vivir lo más importante de un humano junto a sus hijos, apreciando cada segundo, porque todo viene y se va. Cuando he criado a mis primeros dos hijos los he amado de la misma manera, pero sin entender que todo son etapas que después se van para siempre. Cambiar pañales, sacar chanchitos, hacer todo de nuevo, era revivir a mis primeros dos hijos”, cuenta.
Actualmente su hijo más pequeño tiene 9 años, mientras que sus dos hermanos María José y Leandro, tienen 26 y 24 respectivamente. Respecto a qué cosas cambian con la maternidad “tardía”, Calvo dice que es como tener el don de regresar en el tiempo y hacer las cosas mejor, con más felicidad y con más estabilidad, tanto económica como emocional. “Disfrutas y ves la crianza desde otro plano, si hay pataletas sabes que es solo una etapa, se hace con más madurez tal vez, puede que la experiencia también influya”, dice.
Todo esto en casos de mujeres que no son madres primerizas, pero ¿qué pasa con las se encuentran con la maternidad después de los 40?
Por ejemplo, Marisa Molinedo tiene 41 años y espera a su primer bebé. Ya tiene ocho semanas de gestación y atraviesa una serie de conflictos y emociones por la llegada de su primer hijo o hija. Será madre soltera, como varias de sus amigas, pero pese a ello espera con ansias el día en que tendrá en brazos a su bebé. Cuenta que cuando era más joven, cada año debía visitar dos o tres veces a un ginecólogo para controlar su menstruación, los dolores que padecía, demás de los quistes que le aparecían y un mioma que se le formó en la pared externa de su útero, entonces se sometió a una cirugía. Lograron extirparle el mioma sin dañar su útero, pero no podía quedar embarazada mientras sanasen las heridas internas.
“Siempre tuve la mentalidad de que las cosas pasan por algo, pero a veces la sociedad te presiona. Me decían que me iba a arrepentir por dejar pasar el tiempo. Me daba ganas de gritarles, de pedirles que respeten mi vida, pero me aguantaba”, cuenta y afirma que lo más doloroso era escuchar los lamentos de su madre y la presión que sus amigas ejercían en ella.
Ahora que quedó embarazada teme ser más una abuela que madre para su bebé, porque su cuerpo siente “el peso de los años”.
En la fría terminología científica ese “cumplimiento de los sueños” se explica en probabilidades de dos variables: éxito y riesgo. Y en este caso la naturaleza juega con cartas claras cuando de riesgo se trata. “Una mujer, hasta los 32 años, tiene la probabilidad de gestar un hijo con anormalidades genéticas de una en 1.200 -explica el ginecólogo Juan Carlos Montalvo-. De los 32 a los 35 años, aumenta ese riesgo a 1 en 800, y en una mayor de 40, sube a uno de cada 10. A partir de los 38 aparecen cambios genéticos en los embriones, también a duplicarse y triplicarse los abortos espontáneos”.
Eso en el caso de los embarazos naturales. Cuando las postulantes a mamá deciden acudir a los métodos artificiales los riesgos bajan radicalmente, pues se hacen estudios genéticos preventivos. Lo más avanzado de la ciencia se encarga de prevenirlos antes de proceder a la reproducción asistida. Sin embargo, las probabilidades de éxito de embarazo no son precisamente altas.
“Recordemos que ya la naturaleza, con sus ciclos marcados, sólo ofrece un 20 por ciento, incluso menos de probabilidades de embarazo -dice Montalvo, ejecutivo de una de las más reconocidas clínicas de fertilidad en Bolivia-. Las pacientes siempre preguntan: ‘Usted me garantiza que voy a tener un bebé’. Y no se puede garantizar nada, sino nos llamaríamos “fábrica de bebés Montalvo”. Sólo podemos informarle el porcentaje de éxito que tiene la clínica. Eso depende de la edad de la paciente y de las técnicas que se aplican, va en un rango del 60 al 70 por ciento”.
CADA VEZ MAYORES
Pero, amén de los éxitos y riesgos, los métodos artificiales son respuestas a una decisión cada vez más frecuente en Bolivia y el mundo: la edad de la maternidad se va postergando sostenidamente. En España, por ejemplo y según la Sociedad Española de Fertilidad, la edad promedio de embarazo ha subido de 26,5, en 1975, a 32,5 años, en 2018. En Chile, según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), el salto fue de 22,47 años, en 1972, a 25,04 en 2016. En Bolivia, según el INE, los porcentajes de madres primerizas de entre 25 y 49 años aumentaron entre 2016 y 2018 de 11 a 14,2, en áreas urbanas, y de 5 a 7,2, en el campo.
“Son fruto de sociedades donde los hijos tienen ‘emancipación tardía’ – explica el sociólogo Carlos Laruta- es decir, que residen en la casa paterna hasta concluir sus estudios universitarios o hasta sus primeras experiencias laborales. Una parte de la Bolivia urbana se va pareciendo más y más a esa sociedad postmoderna. Por esto, el fenómeno de la maternidad va incluso más a allá de los 40 años. Hay implicaciones sociodemográficas. La maternidad es más programada y atendida y está aparejada con la reducción drástica en el número de hijos, prácticamente hacia el hijo único”.
La psicóloga Andrea Borelli añade los fenómenos de la moderna búsqueda de metas profesionales y económicas más la proliferación de divorcios que deriva en la formación de nuevas parejas. “Antes la diferencia generacional era muy marcada -recuerda-. Pero las tendencias hoy muestran a mujeres muy activas laboral, intelectual y físicamente. Incluso, como ventaja, su madurez puede ser especialmente beneficiosa en la futura relación madre-hijo”.
“Aproximadamente, el 50 por ciento de las mamás mayores de 40 lo son por embarazos naturales -señala el ginecólogo Jorge la Fuente, ejecutivo de Embriovid, institución con centros de fertilización en La Paz y Santa Cruz. Pero se nota que se posterga cada vez más el primer embarazo. También cada vez hay más casos de personas mayores de 40 años que requieren procedimientos de reproducción asistida.
El especialista asegura que en Bolivia se halla todo lo que se precisa para este tipo de tratamientos: inseminaciones, fertilización in vitro, diversos procedimientos con óvulos y espermatozoides, diagnósticos genéticos preimplatacionales. Asegura que “no hay nada qué envidiar a ningún laboratorio europeo o de EEUU”.
MAMÁS CINCUENTONAS EN BOLIVIA
Así también se han ido marcando récords de madres a mayor edad en el país. La clínica Montalvo cita a una señora que dio a luz a los 56 años. Su ejecutivo señala que no acepta casos de mayores a 55. Mientras que La Fuente cuenta que su registro mayor fue una mamá que tuvo su alumbramiento a los 49 años. “Pero quiero remarcar que no es mi orgullo”, señala el especialista. Y recuerda que la maternidad a esas edades implica riesgos de orfandad y crianza altos, con padres que superarán los 70 años cuando sus vástagos apenas estén completando su formación escolar.
En el otro extremo se hallan las batallas de quienes buscan el guiño del destino para que el esquivo cuerpo acepte a ese embrión que busca ser bebé. Es el drama que hoy vive Nancy López, una ingeniera de sistemas. Tuvo su primer hijo a los 27, y siete años después se divorció para dedicarse casi por completo a su vida profesional durante más de una década. Hace dos años volvió a enamorarse, su pareja tiene 48 y sueña con el hijo que nunca tuvo.
“Nos hicimos pruebas, nos dijeron que todo estaba bien, pero no hay embarazo -explica-. Cada vez que se me retrasaba la menstruación estaba ilusionada, hasta sentía los síntomas del embarazo, pero viene la regla otra vez. Las relaciones con mi pareja se centraban en buscar un hijo, aumentó mi estrés, estaba deprimida, escuchaba historias de mujeres que cuando se relajaron quedaron embarazadas. No sé cómo relajarme, el reloj está en mi contra. Me parecía que las otras mujeres se embarazaban fácilmente, ¿por qué yo no?”
La pareja cuenta que ha consultado a varios ginecólogos y se ha sometido a un sinfín de pruebas. Ella además visitó a naturópatas, acupunturistas y endocrinólogos. En consecuencia también ha consumido infructuosamente medicamentos recomendados para estimular la ovulación y lograr el embarazo. Finalmente,optaron por la reproducción asistida y visitaron varias clínicas en La Paz y Santa Cruz.
“Gasté más de 2.000 dólares ya en ellos -lamenta-. Un reconocido especialista me dijo que tenía muy pocas probabilidades de embarazarme y aún así de que, luego, el embarazo llegue a buen término. Sin embargo, hay esperanzas. El tratamiento para un embarazo “in vitro” es carísimo, ¡15.000 dólares o más! Entre las opciones que me dieron, por si mis óvulos no sean viables, está la ovodonación. ¿Qué? ¿Existe eso? Pero si yo quiero un hijo de mi sangre que sea de los dos, no quiero un hijo de otros óvulos. Nuevamente frustración, ansiedad, pero sigo viendo opciones”.
Y en casos parecidos las opciones se van cerrando hacia las conocidas técnicas de inseminación artificial y la fertilización in vitro. Como es sabido, en la primera los médicos depositan una muestra de semen dentro del útero en el momento de la ovulación. En la segunda, se unen el óvulo y el espermatozoide fuera del cuerpo de la mujer, en el laboratorio. Según el caso, surgen variantes como aquella que se le ha planteado a Nancy. Suman en el sacrificado costo de ser mamás luego de los 40.
DOS HISTORIAS FELICES
Montalvo cuenta una de las historias afortunadas que bien pudieran darle esperanzas a Nancy. “Era una señora que se había realizado ya seis tratamientos de reproducción asistida antes de llegar a la clínica, tres derivaron en pérdidas y tres fallaron. Estaba totalmente desmoralizada, afectada psicológica y médicamente. Le hicimos ocho estimulaciones hasta conseguir 17 embriones, y sólo uno era normal, los anormales tienen problemas genéticos serios. Colocamos ese único embrión y tuvo una bella nena”.
Tanto Montalvo como La Fuente recomiendan no postergar el tiempo ideal que concede la naturaleza, entre los 25 y 32 años. Naturaleza cuya generosidad ocasionalmente suele dar regalos a algunas contentas mamás cuarentonas como Debbie Marín. Ella recuerda un noviazgo de casi 10 años orientado con su pareja a metas profesionales y económicas. Por esa razón tuvo su primera hija a los 36. Y, casi un lustro más tarde, cuando pensaba que la familia se había completado, le llegaron noticias acerca de un óvulo y un espermatozoide que habían anidado.
Los temores de partos difíciles y de riesgo fueron conjurados sorprendentemente. “Me hice los controles con un ginecólogo especialista -recuerda-. Pero, justo el día del alumbramiento no aparecía. Entonces mi hermana, María Gracia, que es médica, me atendió. Ella me repetía: ‘El parto es algo natural no tiene por qué dolerte, no tienes por qué sufrir’. Y lo increíble fue que tuve a mi hijo sin dolor, de la manera más sencilla. Pienso que es porque con mi esposo llevamos una vida muy sana, especialmente él”.
Aún así, la feliz experiencia de Debbie no quita los crecientes riesgos que atrae la maternidad para quienes pasaron de la cuarta década de vida. Escenario en el que aparece Felipa, quien asegura que conoce el método ideal para la maternidad tardía. Recuerda que “el hijo de sus sueños” llegó en una cajita de cartón. Los dolores de parto fueron los papeleos y trámites para lograr adoptarlo.
“Me dicen ‘otra cosa es que tú hayas gestado ese cuerpo´. Les respondo: cada pedacito de ese cuerpo yo lo he alimentado, cada parte de esos pensamientos y de su alma he procurado moldear, para que sea un hombre de bien. Nadie puede decirme que mi hijo no es mi hijo. Soy feliz y nadie me hace sentir menos. ¡Cuántas caritas y miradas hermosas podríamos iluminar en este mundo si en lugar de buscar ser mamás, pensáramos en quienes quieren y no pueden tener una!”.
