Los libros que debilitan a los poderosos
El hombre más poderoso del planeta se halla en los últimos meses afectado por un simple, antiquísimo pero, a veces, contundente instrumento de demolición: libros. En efecto, Donald Trump, elhombre que sorprendió al mundo con sus habilidades ciber proselitistas y su potencial económico, el presidente de la primera potencia mundial, sufre una singular oleada de denuncias fundamentadas. Tan fundamentadas que pasaron de los breves formatos periodísticos a volúmenes de cientos de páginas donde salen a luz las probables o supuestas debilidades, defectos y hasta delitos del magnate-mandatario. Tan fundamentadas que las pruebas que aportan han dado pie, en alguno de los casos, a que avancen documentales que serán reproducidos en grandes cadenas televisivas.
Los textos que virtualmente acosan a Trump tienen como autores a destacadas personalidades. Bob Woodward, eminencia del periodismo por sus investigaciones en el escándalo Watergate, ha escrito “Fear” (miedo). James Comey, el exdirector del FBI, lanzó “Una lealtad mayor: verdad, mentiras y liderazgo”. La exasesora, exalumna y antigua integrante del equipo de campaña de Trump, Omarosa Manigault, publicó “Unhinged” (Desquiciado). Mientras que el conocido periodista Michael Wolff presentó “Fuego y Furia”.
En la suma de estas y algunas otras obras se va construyendo el inquietante perfil del actual presidente estadounidense. Temiblemente impulsivo, tanto que el equipo de Trump trata de controlar los impulsos de Trump limitando su información o incluso distrayendo documentos de la mesa de su despacho para que no los recuerde. Misógino y lujurioso, al extremo de que se deslizan sutiles alusiones a ciertos grados de perversidad. De trato torpe e inmaduro para el cargo. Poco escrupuloso y con una egolatría que puede imponerse incluso a los más delicados asuntos de Estado en el afán de satisfacer y privilegiar sus propios intereses.
Pero en tiempos en los que la edición de libros se ha facilitado y las crisis políticas se radicalizaron, especialmente en América, este tipo de denuncias ha cobrado auge y se amplía a más mandatarios. En los textos, a Trump y a varios otros mandatarios se les descubre, por ejemplo, manías y traumas psicológicos con los que deben lidiar sus allegados. En “Desquiciado” Omarosa Manigault recuerda tanto la fobia que marca a Trump en relación a los gérmenes patógenos como a arranques neuróticos extremos. Dice ser testigo, por ejemplo, de la vez en la que el magnate exasperado se comió un papel en medio de una reunión con su abogado Michael Cohen.
PERFILES PSICOLÓGICOS
En esa línea suman casos de sus homólogos. Por ejemplo, en el libro “El preso 198, un perfil de Daniel Ortega”, del periodista nicaragüense Fabián Medina, se devela cómo el presidente de ese país ha amoldado su vida al síndrome de la reclusión. El texto asegura que tras siete años de confinamiento en las cárceles de la dictadura somocista, Ortega nunca pudo recuperar la normalidad de sus sensaciones en espacios abiertos y busca siempre algo parecido a una celda para sentirse seguro. Sobre las características psicológicas del presidente Evo Morales también ha escrito el periodista Carlos Valverde en su libro “Santa Zapata” rescatando un perfil trabajado por un psicólogo.
A propósito, el mayor escándalo que el presidente boliviano ha enfrentado en sus casi tres lustros de gobierno ha inspirado al menos cinco libros y un documental. Además de Valverde han escrito Gregorio Lanza, Manuel Morales Álvarez, Diego Ayo y Reymi Ferreyra. Sin duda, los problemas de sábanas inspiran. En el caso Trump, buena parte del texto de Manigault habla de los problemas de pareja del presidente de EEUU.
Mientras tanto, en el libro de Comey se denuncia que Trump pasó una tarde con unas prostitutas en Moscú en 2013. Y en “El preso 198” se vierten sutilezas sobre los problemas íntimos de Ortega y su esposa y vicepresidenta, Rosario Murillo. Como es sabido, Zoila América Narváez, la hija de Murillo ha acusado a Ortega de haberla violado. Acusación que su “todopoderosa” progenitora ha desmentido y despreciado.
En los textos que se han escrito sobre Ortega aparece inseparable, casi como una cogobernante en paralelo Rosario “Chayo” Murillo. Y “Chayo” suma otra característica que ha motivado parte o eje de los libros que hoy se escriben en el continente sobre los mandatarios: la religiosidad extraña. Murillo es dada a prácticas relacionadas a la kábala judía y la mitología egipcia que sincretiza con el credo cristiano. Hay quienes la apodan “la bruja”. No es la única, en la lista se halla uno de los mejores aliados del actual gobierno nicaragüense: el presidente venezolano Nicolás Maduro.
“El dictador y sus demonios” titula el libro que el periodista hispano – venezolano David Placer escribió sobre las prácticas religiosas del mandatario venezolano. Ya hace seis años Placer lanzó también “Los demonios de Chávez”, donde describía las ligazones del ex presidente con la santería y la masonería así como un profundo sentido de superstición.El texto sobre Maduro denuncia, con fotografías y documentos, prácticas de santería a las cuales son afectos tanto Maduro como su pareja, Cilia Flores. No sólo eso, además, sorprende al revelar los significativos lazos que Maduro y Flores tuvieron con el místico hindú Sai Baba. De ahí una de las explicaciones sobre la célebre anécdota en la que el mandatario le hablaba a su predecesor, Hugo Chávez, a quien vio encarnado en un pajarito, unos días después de su entierro.
BUEN HUMOR
Claro que historias como las del pajarito en el que Maduro vio reencarnado a Chávez han motivado uno de los tipos de obras más exitosos sobre los presidentes de estos tiempos: aquellas que presentan a los que más despistes y metidas de pata cometieron. El venezolano inspiró el anónimo “Maburradas” que circulaba por las calles de Caracas, pero también las ocurrencias de sus pares como el chileno Sebastián Piñera, el mexicano Enrique Peña Nieto y el propio Evo Morales dieron más trabajo a las imprentas. En el primer caso la revista The Clinic publicó “Piñericosas I y Piñericosas II”, en el segundo la escritora Guadalupe Loaeza escribió “El Despeñadero de los Peña” y en el tercero hubo varias versiones de “Evadas”, de Alfredo Rodríguez. Textos que recuerdan al célebre “Bushadas” que inspiró el expresidente de EEUU, George W. Bush en 2004.
Pero, sin duda, no resultan las singulares personalidades ni los escándalos de faldas ni las anécdotas jocosas la principal fuente de la tinta que se carga contra los poderosos. Buena parte de esos temas constituyen canales de los pecados o delitos mayores por los que son acusados. Los libros que hoy pesan sobre Trump llegan al límite de la traición a la Patria por la probable connivencia de sus intereses personales con la geopolítica de Rusia u otros países.
SOMBRAS
Casos así pesan sobre prácticamente todos. Bastará recordar el célebre “Hugo Chávez - O espectro” del periodista brasileño Leonardo Coutinho donde acusa a Hugo Chávez y sus aliados en Cuba y Bolivia por un turbio entramado de drogas y terrorismo. Dos libros (“Suicidado”, deG. M. Bracesco, y “Asesinaron a Nisman, yo fui testigo”, de Waldo Wolff y Delia Sisro) denuncian vínculos de la expresidenta argentina Cristina Fernández con la muerte del fiscal Alberto Nisman. Entonces Nisman avanzaba la investigación sobre el atentado a la sede de la comunidad israelita en Buenos Aires y señalaba entre los encubridores de los terroristas a Fernández.
Hay más denuncias sobre alta corrupción y crímenes. En “Piñera y los leones de Sanhattan”, escrito por el periodista Sergio Jara Román, se acusa a Piñera de ser parte de un turbio entramado empresarial que transformó a varios corredores de bolsa en magnates entre los años 80 y 90. Mientras que en el “Séptimo Rafael – Biografía no autorizada de Rafael Correa”, las periodistas ecuatorianas Mónica Almeida y Ana Karina López han deslizado las tendencias sobre autoritarias y casos de corrupción que marcan al exmandatario de ese país.
Los libros, como hace décadas y siglos, vuelven a golpear al poder. Parece repetirse la historia en tiempos de tendencias autocráticas y polarizaciones políticas. Parece repetirse a tal grado que el periodista nicaragüense Avil Ramírez presentó “Déjà Vu Somoza Ortega”. Es un texto donde se muestra una sorprendente serie de coincidencias entre el actual gobierno de Daniel Ortega y el del dictador Anastasio Somoza, a quien en los 70 combatió y derrocó. Allí coinciden desde los adjetivos que se lanzan contra una población sublevada hasta los justificativos con los que se explican medidas económicas y muertes.
Y, quién sabe, en el norte también parece sonar a Deja Vu la reaparición de Woodward quien con su par Carl Bernstein, hace 48 años, impulsaron la dimisión del entonces presidente republicano Richard Nixon. Vale recordar que, en estos días, Donald Trump se halla en el ojo de la tormenta política y en riesgo de que se le siga un proceso de destitución del cargo. Seguro que en ese escenario, Trump no debe querer que más de un libro recién publicado llegue a los manos de la gente.