Etnobotánica americana, una joya viva
Texto: Isabel Martínez Pita
Fotos: EFE/REPORTAJES
La riqueza de los bosques y culturas americanas transformaron el planeta desde el descubrimiento de ese continente. No sólo la gastronomía se llenó de nuevos colores y sabores, también la medicina encontró nuevas fórmulas de curación y la visión del mundo y del universo se transformó.
Ángel Lora González, biólogo y profesor titular de la Universidad de Córdoba, es autor del libro “La diversidad vegetal del Nuevo Mundo: consecuencias etnobotánicas del descubrimiento de América”, en el que no sólo habla de la trascendencia que tuvo el descubrimiento de la riqueza vegetal de América sino también de la sabiduría de sus pueblos, conocedores de los poderes de sus plantas.
Para Ángel Lora el cambio ha sido tan fuerte que, señala: “Imagínate ir a un mercado de abastos en el siglo XI en comparación con ir a un mercado en la actualidad. ¿Cómo sería un embutido sin pimentón o cómo sería una tortilla española sin patata o un picadillo sin tomate?. Hay tratados enteros que hablan de la trascendencia que tuvo el maíz, por ejemplo, en la alimentación de África”.
“Se abrió un mundo nuevo, no sólo para la gastronomía, también a nivel cultural, y ese mundo que parecía cerrado y concreto, que todos conocían y controlaban, se transformó en un mundo distinto, también para la ciencia, contribuyendo a que personajes como Kepler o Galileo pudieran abrir nuestras mentes para ofrecernos una visión mucho más amplia y menos geocentrista del universo. Las consecuencias del descubrimiento de América fueron muchas”.
Las más conocidas, aunque no exclusivas, fueron las alimentarias, que quizás son las que más importancia han tenido en nuestra vida cotidiana; no obstante también los usos medicinales de las plantas llegadas del Nuevo Continente tuvieron una gran repercusión.
LA MEDICINA, UNA DE LAS MÁS BENEFICIADAS
“La medicina ha sido una de las grandes beneficiadas de la entrada en escena del mundo natural americano hasta el punto que grandes compañías farmacéuticas han financiado proyectos hasta hace relativamente poco y, seguramente, todavía lo siguen haciendo, sobre todo, en las cuencas amazónicas, para conocer la riqueza vegetal que existe entre las comunidades locales que conocen las plantas que tienen alrededor”, subraya Lora González.
Sin embargo “hay un caso curioso –continúa el biólogo– que es el uso del tabaco que en América tuvo, entre otros, un uso medicinal para tratar enfermedades de tipo respiratorio y, al llegar a Europa, perdió ese uso y se transformó progresivamente en lo que hoy se ha convertido”.
“Hay países como México cuyo su sistema sanitario incluye el uso potencial de la fitoterapia, porque es tal la riqueza y el conocimiento que se tenía de la flora local para uso medicinal, que ha merecido especial atención el recoger la máxima cantidad de información para su utilización”, añade Lora.
“En muchos casos, este tipo de información es el origen de la síntesis que se realiza a gran escala en la industria farmacéutica”, agrega el especialista.
Ángel Lora asegura que “lo que tardó en llegar de América, o nunca llegó, fueron las culturas asociadas a las plantas, por lo que muchas de éstas convivieron con nosotros sin que supiéramos cuáles eran sus usos primitivos, como ocurrió con el tomate”.
Al faltar la cultura que proporciona el conocimiento, no se sabía qué hacer con esas plantas, no se conocía su utilidad y, simplemente, acabaron siendo usadas como ornamentales y de esta manera se mantuvieron durante mucho tiempo.
El tomate viajó relativamente pronto desde América a Europa y de ahí al resto del mundo, pero la cultura asociada al tomate no viajó con él, por lo que no se sabía para qué servía una planta como esa, que era muy bonita y que se parecía a otras plantas tóxicas conocidas, por lo que se empezó a usar como planta ornamental y no se consumía.
ENTRE LOS 100 ALIMENTOS BÁSICOS DEL PLANETA
“Hay grandes narradores, los Cronistas de Indias, que describen admirados algunos productos de la naturaleza americana que pronto se extenderían al resto del mundo y que, en la actualidad, figuran entre los 100 alimentos básicos del planeta”, afirma el biólogo.
Según Ángel Lora, “todavía hay mucho por descubrir, si es que nos da tiempo antes de que lo perdamos, pero a lo mejor no quedan tantas especies y usos por descifrar porque terminan por perderse a la vez que se pierden las culturas que los conocen, devoradas por los hábitos globales que se instalan en todo el mundo”.
“Al final el responsable de todo esto, entre comillas, es el ser humano y su forma de expresarse en la naturaleza. Para mucha gente, nuestras grandes ciudades son abominables; sin embargo, para algunos ecólogos, éstas no son sino la expresión de nuestro carácter gregario, como las colmenas lo son de las abejas o los hormigueros de las hormigas”, indica Lora González.
“Construimos ciudades y creamos un modelo de hábitat muy transformado y con un metabolismo acelerado y permanente sin precedentes, lo que lleva a consecuencias como el cambio climático o la rápida extinción de especies. Es nuestra forma de vida que, sin duda, genera pérdida de diversidad cultural y afecta a nuestros recursos”, concluye Ángel Lora González.