Bolivia y el múltiple precio de su enclaustramiento

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Publicado el 22/03/2020 a las 0h00
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Los puertos marítimos son eslabones fundamentales para el desarrollo económico de las naciones. Así lo han establecido diversos expertos en el tema. Pero no sólo potencian el desarrollo económico, sino también, desde siempre, han sido ejes del intercambio cultural y los avances tecnológicos. Asimismo, se han constituido en ejes de poder político. Y sabido es que Bolivia, desde hace 141 años, no tiene puertos marítimos.

“El puerto ha sido desde tiempos inmemoriales un centro de comercio estratégico que puso en su momento a los Estados nación de la antigüedad como Fenicia, Grecia, Egipto, Roma, España, o China en primer plano –señala el experto geoestratega mexicano José Encinas Valenzuela–. Su importancia fue motivo de disputas entre países, así como de unificación en el movimiento de cargas y estas condiciones se mantienen hasta nuestros días”.

De esa cualidad fue despojada Bolivia en un caso prácticamente único a nivel mundial. A diferencia de los otros 44 países que son considerados mediterráneos, el nuestro tuvo, durante 54 años, 400 kilómetros de costa desde donde ejerció soberanía. La guerra de despojo implicó además una mutilación de 120 mil kilómetros cuadrados de territorios aledaños que le creó la particular condición de “país enclaustrado”. Una condición que ha sido reforzada y remarcada a lo largo del tiempo en al menos tres oportunidades.

“A Bolivia le pusieron tres candados que impiden su salida al mar –dice el diplomático y excanciller Agustín Saavedra Weise–. El primero, fue el acuerdo de 1904 (suscrito entre Chile y Bolivia que daba por concluida la guerra). El segundo, resultó el acuerdo entre Chile y Perú de 1929 (por el que toda cesión de territorios, por parte de Chile, que otrora pertenecieron a Perú debe contar con la aquiescencia de Perú). Y el tercero, fue el fallo de la Corte Internacional de la Haya de octubre de 2018 (que no reconoce jurisprudencia en los compromisos de Chile para reparar a Bolivia los problemas centrales generados por el enclaustramiento)”. Por esas razones y circunstancias, el país acumula año tras año las consecuencias de carecer de puertos propios y de cualidad marítima en general.

 

CONSECUENCIAS ECONÓMICAS

¿Cuáles son los costos de la falta de una salida soberana al mar para Bolivia? Primero, a nivel económico, Bolivia pasó a depender de la voluntad de Chile. “Diversos estudios establecen que aquellos países que no tienen acceso soberano al mar tienen tasas de crecimiento que en largo plazo son más bajas –dice el doctor en historia económica José Pérez Cajías–. También nuevos estudios muestran indicadores de desarrollo inferiores a otros países similares, pero que cuentan con acceso soberano a una costa. La dependencia comercial de un país de tránsito, lo que sucede con Bolivia, afecta a la competitividad de sus exportaciones y la fluidez de su comercio a través de mayores costos”.

Pérez Cajías es, junto aDaniel Agramont Lechín, coautor del libro “Bolivia: un país privado de litoral. Apuntes para un debate pendiente”, auspiciado por organización Oxfam Internacional. El analista añade y pone altas cifras a las características de la dependencia boliviana: “Cuando mandamos un producto boliviano hacia otro país que no sea limítrofe tenemos que pasar por un país de tránsito. Allí debemos cumplir con las reglas de ese país y pagar las obligaciones que ese país nos imponga. Desde el acuerdo de 1904, nuestro comercio se volvió cada vez más dependiente de los puertos chilenos. Dado que Arica es el puerto natural para Bolivia esa tendencia se fortaleció. Entonces, desde la primera década del siglo XX hasta hoy, prácticamente el 80 por ciento de nuestras exportaciones a países no limítrofes ha pasado por puertos chilenos”.

Basada en variables similares, en 2016, la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi) estableció que los exportadores bolivianos deben enfrentar un sobrecosto de 33,2 por ciento, respecto al promedio regional. Una investigación del economista Rodrigo Burgoa señala que el enclaustramiento tuvo un efecto negativo en el flujo comercial promedio del 11,7 por ciento del Producto Interno Bruto. El trabajo fue realizado para el Instituto de Investigaciones Socio Económicas de la Universidad Católica Boliviana.

Pérez Cajías añade otro elemento que explica las bajas tasas de crecimiento de los países mediterráneos. “Como hay que pagar mayores costos de transacción, los países sólo pueden vender productos que puedan aguantar semejante presión o sea recursos naturales –señala–. Son productos que tienen un alto valor por unidad que en las economías de América Latina serían recursos naturales. Entonces, ser un país mediterráneo haría que se especialice en productos determinados y que tenga una estructura exportadora menos diversificada. Una segunda explicación alude a los flujos de inversión extranjera directa que llega en mayor medida a los grandes hub del comercio internacional”.

 

INTERNET MALO

Y en tiempos de la revolución tecnológica otro factor clave resulta afectado por el enclaustramiento marítimo boliviano. “A quienes no valoran el tema, quiero recordarles que hasta el servicio de internet en Bolivia es malo porque no tenemos soberanía marítima –recuerda Saavedra Weise–. Si tuviéramos soberanía marítima, podríamos también manejar en forma soberana los cables subterráneos que vienen del hemisferio norte. Entonces, nuestro sistema de internet sería mucho más veloz y barato, no resultaría uno de los más lentos del mundo como es hoy”.

En efecto, el acceso a la red de redes, debido a que los cables de conexión están en costas chilenas llegó a ser altamente desigual. En 2012, el director de la Autoridad de Telecomunicaciones, Cliford Paravicini, señaló que la empresa intermediaria chilena alcanzó a cobrar 270 dólares por megabyte adicional de velocidad. En Chile, en ese tiempo, el costo era de 30 dólares. Valga aclarar que la empresa chilena justificaba su conducta en el esquema de baja demanda y tipo de conexiones adicionales de sus pares bolivianas.

 

ENCLAUSTRAMIENTO MENTAL

Esa notable dificultad de acceso a la información en tiempos de vértigo informativo recuerda a otra de las consecuencias de la mediterraneidad boliviana. “Nuestro país no ha tenido un contacto directo con los grandes movimientos sociales y políticos del mundo –puntualiza el historiador Alexis Pérez Torrico–. Eso ha sucedido sobre todo en el campo cultural, no hubo el necesario contacto cultural con el exterior. No nos oxigenamos como país y ese es un problema muy grande porque repercute en una idiosincrasia que carece de visión de mundo. Los comportamientos políticos cerrados, estrechos, miserables, regionalistas tienen que ver con ello, igualmente el pueblo se halla sobre aferrado a sus tradiciones. Hay conductas aldeanas”.

Pérez Torrico es autor de dos libros sobre el tema marítimo boliviano, con él coincide Saavedra y también cita ese factor Pérez Cajías. “Hay también una explicación institucional, publicada en un libro de Naciones Unidas, para entender la relación mediterraneidad y menores niveles de desarrollo de largo plazo –dice el economista–: los países mediterráneos no sólo estarían alejados de los hub o puntos calientes del comercio internacional, sino también de los puntos donde fluyen las ideas y donde se producen los mayores intercambios de nuevas tecnologías. Básicamente, los lugares donde surgen las nuevas formas de entender el mundo”.

Si bien las fuentes consultadas remarcan el peso del encierro boliviano sobre su economía, política y sociedad, también señalan la falta de acciones para conjurarlo. Alexis Pérez advierte que sólo servirá un decidido potenciamiento económico y general que presione hacia la apertura de la frontera y negociaciones más equilibradas. Saavedra confía en que habrá un momento en el que volverán a surgir condiciones objetivas que llevarán a la mesa de negociaciones a ambos países. “Chile y Bolivia tienen 900 kilómetros de frontera y no pueden evadir eso ni las expectativas que eso implica para sus respectivos desarrollos”.

 

ESPERANZAS

“Hay un problema que deriva de la falta de acceso al mar relacionado a la Guerra del Pacífico –puntualiza Pérez Cajías–. Pero no podemos desconocer que también está relacionado con la forma en que Bolivia logró su independencia y las dificultades que desde entonces había para alcanzar los puertos del Pacífico. Entonces, en el estudio que hicimos, planteamos pensar la conectividad del comercio boliviano con el resto del mundo de manera integral. No sólo se trata de que Chile nos imponga determinadas reglas, sino que nuestra competitividad se halle limitada por cuestiones que nosotros podríamos superar. Hay políticas públicas que podrían diversificar los puertos de salida de nuestras exportaciones y también para mejorar infraestructura y logística que faciliten el comercio de nuestra producción”.

Este 23 de marzo se recuerda el Día del Mar en Bolivia. La conmemoración resulta opacada por una crisis política irresuelta, la aún fresca memoria de la derrota en la Corte Internacional de Justicia y la tensión mundial generada por el coronavirus. Sin embargo, en la agenda política nacional, desde hace 140 años, aquella demanda reivindicativa ha estado invariablemente presente.

 

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