Testimonios, bolivianos con el coronavirus en el cuerpo

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Publicado el 15/05/2020 a las 0h00
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Según los expertos y las previsiones oficiales, la pandemia de la Covid-19 se acerca a su pico de manifestación en Bolivia. Esta semana, los registros superaron los 3.000 casos de infectados y 130 muertos. Se prevé que entre fines de mayo y mediados de junio llegarán el momento en el que se pase de la fase de contención y seguimiento a la de atención directa. Es decir, se verá cómo responde el sistema de salud a la prevista mayor ola de afectados y cuál será el impacto mayor de la pandemia en el país.

En ese umbral, personas de todas las clases sociales y regiones han sido afectadas por el coronavirus. Los epicentros de la Covid-19 en Bolivia se consolidaron especialmente en Beni y Santa Cruz, que juntos suman más del 75 por ciento de los afectados y el 70 por ciento de los fallecidos. Y es allí, en el oriente boliviano, donde la pandemia llega virtualmente a todos los sectores: desde las principales autoridades de la Gobernación y personalidades harto conocidas hasta humildes vendedores de las ferias periféricas han ingresado a los centros hospitalarios afectadas por el virus.

 

AISLADA CUATRO SEMANAS

Unos y otros ratifican varios de los síntomas que caracterizan al mal, como también su diversa y compleja manifestación. Hay quienes sufrieron levemente el ataque, aunque ello no quita la alerta que eso implicó para sus respectivos entornos. Es el caso de Natalia Valverde Nallar, hija del conocido periodista Carlos Valverde. “Gracias a Dios, física y anímicamente estoy bien —dice Valverde—. No tuve ni fiebre, ni dolor estomacal, ni mayores síntomas, solamente un suave dolor de garganta y falta de olfato”.

Natalia explica que descubrió que había perdido el sentido del olfato tras hacer la prueba con vinagre. Entonces decidió aislarse por completo de su familia. Luego, pidió que le tomen la prueba. Tres días más tarde, le comunicaron que tenía Covid-19. Posteriormente, se fue a la casa de sus padres, donde le prepararon una habitación especial para que permanezca aislada y en tratamiento. Al susto inicial se sumó otro: el segundo de sus hijos señaló que había perdido el olfato. Pero, afortunadamente, este miércoles 13 de mayo la prueba señaló que no tenía el virus.

La mayor afectación en este caso resulta el distanciamiento de la familia. Valverde, de 33 años, deberá esperar todavía una confirmación de que superó la enfermedad este 17 de mayo y una reconfirmación cuatro días más tarde. Pero además tendrá luego que mantener un aislamiento preventivo de 10 días. Sólo entonces, es decir, el 1 de junio recibirá el alta. Así podrá volver a ver a sus hijos y esposo más allá de la pantalla de celular con la que mantuvo el contacto en esas cuatro semanas.

 

UN GABINETE CONTAGIADO

También en Santa Cruz el virus golpeó con especial fuerza a parte del gabinete del gobernador Rubén Costas. Paola Parada, la secretaria de Desarrollo Humano; Marcelo Ríos, el director de Servicio Departamental de Salud, y Oscar Urenda, el secretario departamental de Salud, enfermaron con la pandemia. Es decir, los principales responsables de la estrategia para conjurar la crisis resultaron contagiados.

Y un aislamiento de sus seres queridos mucho mayor al de Valverde afecta a Parada. “Hace como 40 días dejé mi casa para trabajar de forma presencial, pues tengo a mis padres con enfermedades de base, entonces no podía exponerlos —explica la autoridad—. Fue la mejor decisión que pude tomar. En medio del trabajo hace unos días sentí una falta de aire y mucha fatiga. Creí que se debía al trabajo, a la angustia, al estrés, pues 400 personas estuvimos trabajando a contrarreloj. Luego, me vino mucho dolor de cabeza y un dolor abdominal muy, pero muy fuerte. Posteriormente tuve fiebre, que llegó a 37,2 grados, y escalofríos; no sufrí mayores problemas en la garganta o mucha tos. Decidí entonces aislarme del trabajo para ver si tenía más síntomas, por cinco días, y hacerme la prueba. Di positivo y me vino entonces mucho miedo, me vino la idea del riesgo de perder la vida”.

Parada señala que, a medida que avanza el tratamiento, ha mejorado, pero que siente aún la fatiga y esa falta de aire tan parecida a la angustia que se manifiesta incluso tras simples esfuerzos físicos. Añade que le han advertido que pueden quedar secuelas de ese tipo. Celebra haber decidido a tiempo haberse hecho la prueba y acopia paciencia para completar su rehabilitación y aguardar el reencuentro con los suyos.

 

UNA CURA COSTOSA

“Lo primero que sentí fue que tenía como un calor extra en la cara, especialmente por las tardes —dice Manuel Sánchez, un programador paceño—. Pensaba que era por el exceso de trabajo y por la pantalla, a la que le bajaba la intensidad de luz cada rato. Pero luego ya era claro que tenía fiebre al dormir con muchos escalofríos y amanecía bañado en sudor. Comía poco, me molestaba el estómago. Interrumpía mi trabajo para dormir 20, 30, 40 minutos. Como no había tos o problemas de la garganta, pensaba que no era el virus, no quería que sea. Pero al tercer o cuarto día empecé a toser y sentía molestias en la nariz y los oídos”.

Sánchez señala que optó por dirigirse a una clínica privada cruceña y apeló a contactos para realizarse las pruebas de la manera más rápida posible. Relata que entre la reacción de los galenos y sus contactos sólo apeló a tomar pastillas de paracetamol, ponerse compresas en el vientre y beber mucho líquido. “Llegué muy débil a la clínica y sentía que la tos era más seca, frecuente y pesada —recuerda—. Todas las noches tenía pesadillas, veía al virus en forma de comida, de código binario, de pelea entre familiares. (…) En la clínica me realizaron el tratamiento, entre otros fármacos, con Ivermectina”.

El programador, de 42 años, señala que pasaron ya ocho días desde que dejó la clínica y le fueron instruidas las medidas de autoaislamiento. Explica que aún no supera del todo la debilidad y la tos se ha vuelto permanente, aunque débil. Y lamenta temerle a la medicina pública y de los seguros tanto como condena lo costosa que resulta la medicina privada. Luego se pregunta indirectamente por su lado flaco ante la Covid-19: “Trabajo casi en solitario, sólo estuvieron cerca de mí mi novia y mi mamá. Ellas, cero síntomas, y sus primeras pruebas resultaron negativas; yo, un desastre”.

 

A LUCHAR CON TODO

La Covid-19 resultó también una pesadilla para Joaquín Layme (nombre ficticio), enfermero del Hospital General de La Paz. A principios de marzo se hallaba de vacaciones. Cuenta que, dos días antes de su retorno al trabajo, le vino la fiebre, mucha debilidad y luego ardor en la garganta. Comunicó su estado a sus superiores y le instruyeron que se quede en casa y esté alerta. Su sorpresa llegaría cuando, tras las pruebas, le confirmaron que tenía el virus.

“Me dijeron que me quede en mi casa y me aísle, pero vivo en un lugar chico, con tres niños y mi esposa —reclama—. ¿Cómo saber si no los iba a contagiar a ellos? Tampoco podía mandarlos a casa de algún pariente. Encima sentía que empeoraba. Tosía más, me dolía el pecho, andaba muy mal del estómago. Renegaba y tenía miedo todo el rato”.

Según el relato, por ese entonces, quienes supervisaron su caso empezaron a dudar cuál iba a ser el momento en que debían trasladar a Joaquín a algún centro de atención. Le recomendaban que no hable de su caso y le aseguraban que todo estaba bajo control. Y llegó la cuarentena.

“No tenía fuerzas y estaba asustado, sólo decidí luchar con todo lo que tenía a mi alcance y lo que sé de medicina para curarme. En casa hemos hecho de todo: vahos de eucalipto, fomentos, wira wira, paracetamol, antibióticos y corticoides que me recetaron, todo. Nos dijimos que no teníamos que morir y listo”.

Está en la lista de recuperados. Dice que comunicó su queja a los dirigentes del sindicato y que hubo algún caso similar al suyo con otro de sus compañeros. Pero luego optó por no insistir. “Sin coronavirus nomás ya he visto sufrir a tanta gente humilde en el hospital. Ésta, a final de cuentas, creo que para los bolivianos no es la mayor batalla en cuanto a salud que enfrentamos. Esa es la triste realidad”.

Según las autoridades de la Gobernación cruceña, en el pico de la crisis se llegará en ese departamento a cerca de 3.000 contagiados y 300 muertos. Mientras que, a nivel nacional, el ministro de Salud, Marcelo Navajas, ha señalado que se bordeará los 10.000 contagios y “muchos muertos”.

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