Aristide Gazzoti y la paternidad espiritual
Muchas veces se dice que padre no es el que engendra, sino el que cría, y en medio de estas consideraciones existen historias distintas que viven niños y adolescentes que no crecen con sus padres, pero hay personas que acompañan el camino de quienes lo necesitan.
El fundador de la Casa de los Niños, Aristide Gazzoti, es una de esas personas que considera que hay padres y madres espirituales ante situaciones de abandono o cuando los niños necesitan un acompañamiento.
Gazzoti llegó hace 23 años a Cochabamba y en sus primeros meses en la ciudad se dio cuenta de la presencia de niños en las calles, que trabajan e incluso viven lejos de sus familias.
“Llego a Bolivia hace más de 20 años, vengo a través de la Iglesia, por el trabajo que yo tenía vine a comienzo del año 2000, soy italiano, tengo mi experiencia en el área administrativa y no es tan fácil encontrarse con una realidad que entonces asombra, impacta. Yo vivía en el centro de la ciudad y nos impacta muchísimo ver que había chicos que vivían en la calle, entonces lo que hacíamos era intentar invitarlos a estos chicos a vivir a nuestra casa, en una pequeña sala preparábamos los colchones, les dábamos comida caliente”, contó.
Tras pasar la noche en casa de Gazzoti y sus amigos, dijo que los niños volvían a trabajar cuidando autos, limpiando parabrisas o pidiendo limosna.
Gazzoti trabajaba en el Arzobispado cuando comenzó con su labor de respaldo a los niños que permanecían en la calle durante el día.
“Recuerdo muy bien una cosa que me dijo monseñor Tito Solari. Yo le comenté de esta actividad, eso sirvió y aprovechó en 2001 para decir algo que me impactó mucho, hizo como un llamado: ‘Si la Iglesia es madre, no puede permitir que sus hijos vivan en las calles’. Era un desafío, una propuesta real, fue a partir de ahí que concentramos nuestra actividad en entender por qué había niños en las calles, muchas veces salían los niños de sus casas por violencia o porque no había dinero. Recuerdo un caso que era el papá que los mandaba a la calle por la situación de la familia”, relató.
También dijo que la idea y el trabajo con los niños duró varios años, conocieron a muchos niños y adolescentes. Algunos de ellos, con lo que ganaban en sus trabajos, se iban a jugar a los “tilines”, esa era su forma de disfrutar. “Tener dinero les daba autonomía, eso les daba la posibilidad de ocuparse en ellos”, agregó.
Cuando ya habían albergado a 12 niños, decidieron que ellos necesitaban volver con sus familias. Los pequeños eran de familias que vivían en la zona sur. Gazzoti contó que conoció a sus padres, conversó con ellos y los dejó en sus hogares, pero una semana después nuevamente estaban en las calles. “Me di cuenta que no era tan simple, se trataba de reconstruir toda la historia de una familia. Mi entusiasmo se volvió un empeño más fuerte”, afirmó.
Así, Gazzoti vio la necesidad de construir un centro permanente para acoger a los niños que enfrentaban situaciones complicadas, por lo que se juntó con funcionarios del Arzobispado, quienes ya llevaban comida y frazadas a personas que vivían en la plaza 14 de Septiembre. A través de eso vivió la experiencia de “acercarse a las personas”.
“Aprendí de ellos (amigos de su trabajo) a acercarme a las personas, no con un afán de superioridad, aprendí a acercarme a las personas a su nivel, pero yo me acercaba sobre todo a niños”, contó.
La primera casa que lograron ocupar fue una en alquiler, en la zona oeste de la ciudad, ahí se instalaron con pocos niños y continuaron con su labor de acompañamiento. “A partir del acercamiento con ellos hemos intentado reordenar su historia, su vida, encaminarla a la vuelta a su propia familia, hemos conocido a las familias, las hemos atendido y ahí si después de varios meses de intentos logramos que los niños se insertaran a sus casas”, recordó.
En 2007 adquirieron el terreno donde está actualmente la Casa de los Niños. Compraron el lugar con recursos de amigos y familiares de Gazzoti. Así, se dio vida a la idea que ya se había desarrollado por varios años.
“En enero de 2007 no había nada, vine con niños y para empezar otra etapa de nuestra historia, para poder estar cerca de niños humildes, llegamos a sus familias a través de los hijos”, dijo. Ese sueño creció y Gazzoti contó que ahora “500 personas y 112 familias viven aquí, hay 70 entre niños, niñas y adolescentes”.
Espirituales
“Nos hace padres y madres espirituales de muchos niños, las familias me consideran que soy la persona que les ha ayudado, es una cercanía humana bien profunda con todas las personas que están aquí. Tenemos que construir una escuela, comedor, posta, tenemos una vida de comunidad”, afirmó. Dijo que más allá de ser una “figura” paterna, intenta ser “quien acompaña en la historia”.
“Siempre he estado acompañado por amigos y amigas que han orientado mi forma de actuar, lo que se ha sugerido siempre es que los niños vivan con sus familias, y los otros niños viven con familias que son del corazón, hay 30 familias que son del corazón porque adoptan y cuidan a los niños”, señaló.
Destacó que la experiencia que tiene es “muy bonita”, porque lo volvió a insertar en el “sentido profundo de ser familia”.
“Me siento una persona muy enriquecida en mi vida, no sé por qué me ha tocado esto, no aspiro a nada más que hacer lo que vivo, acompañado por gente muy solidaria, me ha permitido vivir una plenitud humana”, dijo.
Con 23 años de trabajo en Cochabamba, Gazzoti aseguró que su camino está en Cochabamba, a tal punto que que ya tiene reservado su espacio en el cementerio, cuando llegue la hora señalada.