Los miedos y resquemores que el Censo 2022 despierta
El país debe asistir a un examen de su situación demográfica que ha pactado realizar cada 10 años. Será el quinto desde 1950 y debe responder a una serie de incógnitas que hoy sólo resuelve en función a una fórmula virtualmente agotada. Y son incógnitas cada vez más difíciles y urgentes de responder. Sin embargo, los miedos a la radiografía de cómo es la Bolivia de la tercera década del siglo XXI y otros miedos añadidos se han multiplicado.
Hace algunos meses, no faltaron voces que empezaron a sugerir una postergación por la ola de problemas que la realización de este proceso podría desatar. Desafortunadamente, el llamado que recordaba que se acerca el día de hacer el Censo Nacional de Población y Vivienda no sonó en un momento oportuno. Una serie de grandes eventos externos, otra de problemas internos, más crónicos olvidos e improvisaciones despiertan resquemores y susceptibilidades. Como fuere, en ese escenario, la cuenta regresiva para el censo ya corre: quedan sólo cinco meses y 10 días para el nuevo autoexamen boliviano.
Límites peligrosos
Los demonios desatados por las susceptibilidades y los miedos ya andan bien sueltos. Uno de los líos que cobra creciente polémica lo constituyen los límites entre municipios. Al Instituto Nacional de Estadística (INE), principal responsable del censo, se le ha demandado una cartografía que no reste indebidamente manzanos a determinados municipios. Y se le ha planteado la realización de censos de prueba para evitar conflictos.
“No realizamos trabajo alguno en cuanto a la fijación de límites como tal —ha declarado a diversos medios Humberto Arandia, el director del INE—. Ese trabajo, según dicta la Constitución Política, debe ser realizado por las propias alcaldías y las gobernaciones. (…) Tomaremos los datos que han obtenido todos estos Gobiernos autónomos municipales. Nosotros contamos con una nube de puntos de la actualización cartográfica. Y sobre el mapa oficial establecido bajo los parámetros señalados en la ley indicamos a qué municipio pertenecen las casas”.
El INE además solicitó a las alcaldías que solucionen sus problemas de límites hasta junio. Sin embargo, la delimitación entre municipios constituye desde hace décadas un complejo problema. Los pleitos e indefiniciones se agudizaron en los últimos años debido a una explosión del crecimiento urbano especialmente en las grandes ciudades. Por ello, el encargo de Arandia no fue muy bien recibido por los ediles.
El alcalde paceño Iván Arias, un experto en temáticas regionales, afirmó: “En el departamento de La Paz, el 100 por ciento de los municipios tienen problemas de límites, en el país es el 95 por ciento. (…) Es muy complicado y ahora si el INE pide para hacer el censo que todos los municipios arreglen sus límites hasta el 30 de junio, ¿usted cree que los vamos a hacer?, si en 20 años no lo hemos hecho. ¿Cómo es eso? Es una condición medio caída del cielo la que tiene el INE, está fuera de lugar”.
Según la Alcaldía paceña, en el censo de 2012, 226 manzanos, con 123 mil habitantes, fueron cuantificados por el INE en otros municipios. Por ese precedente, 40 instituciones de la urbe demandan una adecuada cartografía y, para ello, incluso piden un censo de prueba en esta región. También solicitaron una reunión con el ejecutivo del INE para analizar y resolver este problema. Pero Arandia desestimó aquellos pedidos. Sólo en torno a la sede de gobierno hay pleitos de límites entre seis municipios y más de una autoridad ya ha vertido advertencias.
El vaciamiento rural
Si en las ciudades del eje se teme por sus poblados límites, en diversas regiones del país el temor es a la inversa. Es un miedo que ya alteró los resultados del censo de 2012. “Entonces, el temor a que los municipios intervengan las propiedades deshabitadas y la presión de éstos para no perder recursos forzó el retorno circunstancial de migrantes a sus pueblos —recuerda el analista Jaime Chumacero—. En muchos casos, una persona retornó a su comunidad y por eso hubo una especie de explosión de viviendas unipersonales. Registramos una de las tasas más altas del continente”.
De hecho, sin ese fenómeno circunstancial ya el paulatino vaciamiento de poblaciones rurales muestra un alto índice de hogares con solitarios habitantes. Una encuesta realizada por el INE en 2017 señala que la mayoría de los hogares rurales, 24,6 por ciento, son unipersonales. Un 16,8 por ciento están conformados por una pareja nuclear (cónyuges sin hijos) y un 10,6 son monoparentales (un jefe de hogar sin cónyuge e hijo o hijos). Mientras que sólo el 12,7 por ciento son hogares extendidos (cónyuges e hijos u otros).
En suma, el proceso de urbanización boliviana probablemente constituya uno de los resultados que más atención generen. Bolivia es cada vez más acentuadamente un país predominantemente urbano. Entre 1950 y 2012, la población urbana en Bolivia creció a un ritmo anual de 3,7 por ciento, casi cinco veces más rápido que las áreas rurales. La mayoría de su población se concentra en el eje central de las principales urbes. Las cabeceras de estas regiones están conformadas por tres importantes áreas metropolitanas: La Paz-El Alto, Cochabamba y Santa Cruz de la Sierra.
Las urbes se llenan
Según el censo de 2012, estas tres metrópolis ya concentraban casi la mitad de la población total del país (5 millones). A ello se añadía que un 13 por ciento adicional residía en alguna de las 33 ciudades intermedias de más de 20 mil habitantes.
En los últimos 15 años, la migración del campo a las ciudades se ha concentrado primordialmente en las áreas periféricas de las tres metrópolis del eje, con tasas de crecimiento muy dispares y elevadas de entre 4,1 y 19,9 por ciento. Según las proyecciones, mientras casi el 50 por ciento de los bolivianos vivía en un medio urbano en los años 90, actualmente ese porcentaje se acerca al 63 por ciento. De acuerdo a evaluaciones de Naciones Unidas, esa cifra bordeará el 75 por ciento en 2025 y el 80 por ciento hacia 2050. El censo que se aproxima deberá emitir la cifra más precisa más sus respectivas proyecciones.
Dicha centralización no sólo afecta a la relación áreas rurales y urbes, sino también la relación entre departamentos, lo que genera otro intrigante resquemor. “Buena parte de los departamentos de occidente experimenta una migración sostenida, muy especialmente hacia Santa Cruz —explica el urbanista especializado en demografía Giovani Torrez—. Pasa eso, sobre todo, con Oruro, Chuquisaca y Potosí e incluso con menos, pero importante intensidad desde La Paz. Algo prácticamente confirmado es que las segundas poblaciones de orureños, chuquisaqueños y potosinos viven en Santa Cruz y el censo será escenario de confirmación”.
Torrez reflexiona sobre las circunstancias y consecuencias de semejante cambio producido en las últimas décadas. Un vuelco demográfico con un sesgo imprevisto en su dimensión. “Se preveían históricas marchas hacia el norte y sur bolivianos que acompañen el desarrollo y crecimiento cruceño —recuerda—. Pero ahora vemos un país con escasa densidad poblacional, gran y diverso territorio y tendencia a la hiperconcentración demográfica. ¿Será que, una vez que el censo lo ratifique, surja una adecuada mirada de visión y planificación estratégica?”.
El eje cruceño
A la inversa, otro fenómeno que según se augura ratificará o hasta magnificará la radiografía demográfica boliviana es el peso poblacional de Santa Cruz. “En el censo de 2012 hubo algo raro —dice Chumacero—. Mientras el crecimiento de Santa Cruz entre el censo de 1992 y 2001 fue del 2,6 por ciento; el salto entre 2001 y 2012 fue del 0,4 por ciento. Es algo que no cuadra con lo que todos vemos, fue un censo aberrante”.
Pero aun bajo esas cifras, cuestionadas por más de una voz, la proyección actual para el departamento de Santa Cruz señala que alberga cerca del 30 por ciento de la población boliviana. Para su capital, la ciudad más poblada del país, se proyecta más del 16 por ciento. Eso como línea base en función a los resultados del último censo. Sin embargo, se alientan otras perspectivas.
“Hay indicios de que la dinámica en torno a Santa Cruz se ha incrementado más de lo previsto —dice Torrez—. Esto, por ejemplo, lo denotan los inmensos proyectos inmobiliarios que se han lanzado alrededor de la capital cruceña. Dan ya para un conurbano de cuatro o más millones de personas en los próximos años. La inmigración tras el nuevo bajón económico que generó la pandemia se acelerado incluso desde el exterior del país. Algunos conocidos, no estoy muy de acuerdo con ellos, prevén que hacia 2030 aquí nacerá casi una megalópolis. Es decir, un conurbano que sume más de siete millones de habitantes, cerca los de 10 millones que hacen a las megalópolis, pero veamos que dice el censo y esperemos que esté bien realizado”.
Sin duda, el peso político, económico y social del eje cruceño tendrá la posibilidad de ser medido el cada vez más próximo censo. Proceso para el que la susceptibilidad sobre su correcta realización, así como en Torrez, no deja de estar presente en otras evaluaciones. Así lo ha señalado, por ejemplo, la diputada cruceña Luisa Nayar, de Comunidad Ciudadana. Nayar y algunos de sus colegas forzaron una reunión con Arandia el 18 de abril tras haberla solicitado desde diciembre de 2021. Presionaron para que el ejecutivo del INE informe sobre estado de la organización del censo.
¿Y la cartografía?
“Estamos muy alarmados con relación a la cartografía —declaró la diputada a Radio El Deber—. Nos dijo que tiene un 17 por ciento de la cartografía avanzado y estamos a escasos meses de que se realice. Indicó que las personas contratadas desarrollarán ese proceso a partir de mayo. Pero en otros países, que tienen tecnología más avanzada, el proceso de cartografía dura entre uno y dos años”.
Con la crítica de Nayar han coincidido también Chumacero y otros analistas. Éste ha recordado que en 2012 algunas de las más importantes polémicas obedecieron a esa falencia, lo que ha traído consecuencias hasta estos días. “Es algo muy importante. Hay, por ejemplo, un distrito en Santa Cruz que tiene la misma cartografía desde 2001 cuando eran 10 mil habitantes —recordó Nayar—. Hoy son 100 mil y siguen recibiendo los mismos recursos de hace 20 años”.
Recursos, representación política y una evidencia de las áreas que ha descuidado de apoyar el Estado boliviano tendrán como específica medida el censo. Mientras tanto, en medio de temores y expectativas, corre la cuenta regresiva para ese singular 16 de noviembre.