Las Malvinas, la zona más próspera de América
En la década de los 80 en las Malvinas subsistían, con lo justo, menos de 2.000 almas en uno de los rincones considerados entre los más inhóspitos, distantes y ventosos del mundo. La población de ese entonces estaba conformada casi totalmente por ingleses varios cientos de los cuales eran itinerantes. Luego, entre abril y junio de 1982, vino la guerra por la posesión de estas islas del extremo sur sudamericano entre Argentina e Inglaterra más sus dolorosas consecuencias. Sin embargo, 40 años más tarde, se han producido radicales cambios demográficos, lingüísticos, políticos y, sobre todo, económicos.
En las Malvinas, según el censo de 2021, están registradas personas de 60 nacionalidades. Un vuelco notable si se compara que en 1980 el 95 por ciento de la población era británica y el 5 por ciento extranjera. Mientras que, en la actualidad, el 15 por ciento de los pobladores proceden de otros países. Es más, según diversos recuentos, entre 1950 y 1980, la población de las islas había ido decreciendo. Pero después de la guerra, a lo largo de estos años, prácticamente se ha triplicado.
El total supera los 5.500 habitantes. Por una parte, hay 3.500 civiles y a ellos se suman los más de 2.000 militares con que el Gobierno británico protege regularmente el archipiélago. Ese cambio ha derivado en que las islas sean prácticamente un lugar bilingüe. Una significativa migración sudamericana ha ocasionado que el español sea hablado con frecuencia en las calles. Si bien hay ciudadanos procedentes de Perú, Paraguay, Uruguay e incluso Argentina, la colonia más extendida en las islas es la chilena. Según un reportaje de la BBC, el 6 por ciento de la población civil isleña son chilenos, es decir, más de 200 personas.
Bilingües
Esta inmigración, que incluye a personas procedentes de España, Polonia y EEUU, es fruto del atractivo económico que cambió la dinámica de esta sociedad. La desocupación es menor al 1 por ciento, la inflación apenas roza el 3 por ciento anual y el Producto Interno Bruto per cápita bordea nada menos que los 103.000 dólares. Es decir, superior en un 59 por ciento al de EEUU, 91 por ciento al de Canadá y 93 por ciento al de Uruguay, y en general duplica, triplica, quintuplica y más al del resto de países americanos. Es más, el PIB per cápita de las Malvinas es 103,9 por ciento mayor al del Reino Unido y tan alto como los de Suiza y Mónaco.
En 1980, la población malvinense se hallaba al borde de un colapso económico. Subsistía gracias a una incipiente labor pesquera, ocasionales visitas de tripulaciones de pesqueros mayores, el apoyo básico de la corona británica más su relación esporádica con Argentina y otros países sudamericanos con visitas de ida y vuelta. Pero en los últimos 40 años, los ingresos de las Malvinas o Falklands se incrementaron en un 500 por ciento. “En 2018, las Islas Falkland (como las llaman los ingleses) ocupaban el quinto lugar en el mundo por PIB per cápita”, informó el Falkland Islands Government o gobierno de las Malvinas (FIG, por sus siglas en inglés) en el informe económico, publicado en 2020.
Claves de boom económico
El salto económico para los malvinenses o kelpers (como la mayoría de ellos se autocalifica) se produjo en 1986. Entonces el gobierno británico cedió al gobierno local el cobro de los derechos de pesca en las aguas del archipiélago. Con el tiempo el poder de autogobierno y autodeterminación de los isleños ha ido creciendo, lo que también ha facilitado sus proyectos y crecimiento. En ese marco, ante las demandas de un creciente mercado mundial la proporción del PIB generado por el sector pesquero creció sostenidamente en las décadas recientes. Aumentó el 35 por ciento en 2011 y el 64 por ciento en 2018, el promedio de crecimiento anual es del 8 por ciento. Los productos pesqueros le significan a las islas el 91 por ciento de sus exportaciones.
Pero además sus exportaciones y producción se han diversificado. Las islas ahora también exportan lana y carne ovina, algo que era prácticamente su único rubro productivo en 1980. La agricultura constituye hoy el segundo sector de empleo más grande y representa más del 10 por ciento del total. Entre 2010 y 2020, el valor de las exportaciones de lana aumentó un 73 por ciento. Este rubro bordea el 3 por ciento de las exportaciones. El boom turístico que hasta antes del golpe Covid experimentó el planeta también benefició a las islas. Hasta 2020, el turismo generaba el 2,2 por ciento del PIB.
Los cruceros que empezaron a realizar tours por zonas australes sumaron en sus rutas a las islas. En las primeras dos décadas de este siglo, la cantidad de pasajeros que llegaron en cruceros aumentó de alrededor de 20.000 a casi 73.000. También se formalizó un par de puentes aéreos que comunicaban a las Malvinas con Chile y el Reino Unido. Ello implicó la llegada de más visitantes como la construcción de diversa infraestructura tanto vial, portuaria, naval como de servicios diversos. Incluso entre los viajeros regulares a las islas cuentan excombatientes o familiares de quienes combatieron en la guerra de 1982.
¿Vuelve la tensión?
Otro sector que le implica recursos a los habitantes del archipiélago actualmente tiene una connotación polémica. Más de una voz de los analistas remarcó en décadas pasadas la importancia de la zona como probable reservorio hidrocarburífero. Y en las últimas décadas se ha procedido a una creciente exploración en busca de petróleo y gas. Esta actividad, traducida en las licencias que emiten las autoridades, implica, según el FIG, un 3,6 por ciento del PIB isleño. Los proyectos de producción de hidrocarburos, sin duda, representan otra perspectiva de mayor bonanza para este confín del planeta.
Sin embargo, el proyecto más ambicioso de las Malvinas resulta la construcción de un nuevo puerto destinado a reemplazar al actual, que fue construido en 1984. El nuevo puerto, que se proyecta estrenar en 2024, no sólo está previsto para recibir visitantes, sino como una puerta de ingreso a la Antártida. Y paradójicamente, en medio de la prosperidad, ello vuelve a agitar tensiones. Pues la proyección hacia el continente helado constituye otra de las disputas territoriales pendientes entre Reino Unido y Argentina.
La posición diplomática argentina, que iba en un progresivo, aunque muy pausado y lento avance hasta los años 80, fue golpeada por el fallido intento de reconquista de un territorio que considera propio. Sin embargo, en noviembre de 1982, con las pasiones de la guerra aún agitadas y la dictadura militar argentina en descomposición, la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) aprobó la resolución 37/9. Allí confirma que “subsiste una disputa de soberanía” y llama “a sus dos únicas partes” a solucionar “de modo pacífico” la disputa.
“El mantenimiento de situaciones coloniales es incompatible con el ideal de paz universal de las Naciones Unidas”, explicita la resolución de la ONU. Y llama al secretario general de la ONU a emprender una gestión de “buenos oficios”. Después de ello la relación entre ambos países quedó prácticamente paralizada y tensionada con más y más avances británicos en relación a su posesión. En 2014, por ejemplo, avaló el referéndum por el cual los isleños manifestaron, por un 99,8 por ciento de los votos, su voluntad de pertenecer al Reino Unido.
Hace seis semanas, el primer ministro británico, Boris Johnson, habló de su intención de visitar las Malvinas, cosa que nunca hizo, y reivindicó el triunfo británico de 1982 —”que muchos creían imposible”— bajo el liderazgo de la entonces primera ministra, Margaret Thatcher. Johnson añadió que la guerra consistió en luchar por el principio de que todos tienen su “derecho soberano a decidir su propio destino”. Sin embargo, se trata de una trampa diplomática, porque la ONU no reconoce el derecho de autodeterminación a pueblos en situación colonial.
Según diversos expertos, a medida que se definen las tendencias geopolíticas del siglo XXI, marcadas en estos días por la guerra entre Rusia y Ucrania, este tenso statu quo podría verse forzado a cambiar. Las nuevas tensiones entre potencias podrían en los próximos años agitar disputas pendientes en todo el mundo. Y, considerando la proyección china sobre el Atlántico, a Gran Bretaña y sus aliados no les convendría mantener una mala relación con Argentina.
