Floriano Martins: “La poesía boliviana es la más ensimismada de Latinoamérica”
Haciendo gala de la proverbial calidez brasileña, el reconocido escritor, poeta y gestor cultural Floriano Martins conversó con OH!. Llegó a Bolivia para participar en la Feria Internacional del Libro de Santa Cruz y del Encuentro de Poesía Ciudad de los Anillos. Fue uno de los invitados principales de aquellos encuentros. Pero también llegó para cristalizar un gran anhelo.
—Usted es un gran viajero, pero entiendo que ésta es su primera visita a Bolivia, ¿no es cierto?
—Sí, y es muy curioso porque, como sabe, yo soy investigador de la tradición lírica de Hispanoamérica. He viajado, más como investigador que como poeta, por casi todos los países de este grupo, excepto Honduras y Bolivia. Finalmente llegué a Bolivia. Sobre todo, a Bolivia, porque siempre tuve un cariño muy grande por la poesía de este país, y por tres amigos que tengo aquí.
—¿Qué le parecieron la Feria del Libro y el Encuentro de poesía Ciudad de los Anillos?
—La feria ha sido muy bien organizada, muy tranquila, bien divulgada y con una muy buena oferta de libros. El encuentro de poesía, realizado por los queridos amigos Gabriel Casazola, Gary Daher y Valeria Sandi, igual estuvo muy bien organizado. Considero que hubo una elección muy atinada y diversificada de los poetas. No lo digo sólo por la elección de los países, sino también por la calidad poética de los invitados. Además, quiero destacar la calidad humana de los participantes. Yo conocía sólo a uno de los invitados, pero al segundo día ya me sentía amigo de todos ellos. Sin duda, la calidad humana es siempre lo más esencial.
—Durante dos años, estos encuentros, este tipo de actividades y la difusión debieron restringirse a lo digital. Usted, con la revista Agulha (Aguja, en portugués), hizo un importante aporte para la difusión de la poesía.
—¿Qué tan valioso o particular considera que es el aporte de lo digital a este tipo de trabajos?
—Es una pluma más con la que podemos contar. Quiero cuidarme de no sobrecargar de importancia a algo que es solamente un componente más que nos ayuda en la difusión y la comunicación. Lastimosamente, como vivimos entre hombres, lo que de algún modo significa vivir entre fieras, podemos utilizar la internet tanto para el bien como para el mal. Editamos Agulha hace 21 años. Tuvimos la suerte de compartir con otras revistas en otros países, como México, Portugal, Costa Rica y Chile. Eso hace que ampliemos lo más necesario y deseado posible la circulación de la poesía, en especial, la poesía latinoamericana. Sin duda, en la época de la pandemia se hizo como casi la única arma para que circule la comunicación, pero es sólo eso. Es un desafío más para saber aplicarlo. Es como saber determinar nuevas formas de expresión artística, pero no como un nuevo arte. Insisto, es como una pluma más. Plumas metálicas, plumas de madera, plumas de silicio son siempre plumas. Claro, como es una nueva mecánica, lleva a nuevos descubrimientos. Es como cuando surgió la electrificación de los instrumentos musicales. Pasar de la guitarra clásica a la guitarra eléctrica te abre un mundo de cosas, pero no por esa razón eres un mejor artista o un mejor creador.
—¿Qué opina de la poesía boliviana?
—La poesía boliviana, con sus altas y bajas, sigue el mismo camino de la poesía de nuestros tiempos. Pero me parece que es muy importante que se debe velar para que Bolivia salga de su casa. Esto lo he conversado mucho con los amigos y me parece uno de los puntos más importantes del encuentro. Si uno sólo conoce la realidad histórica y poética de su casa, de su barrio, de su ciudad, entonces sólo puede avanzar hasta cierto punto. A partir de ahí, se repite. Me parece que la poesía boliviana, entre todas las poesías de Latinoamérica, es la más ensimismada, tiene una dificultad muy grande para salir de casa. Ello por razones históricas, ¿no? Claro, hay casos importantes, en general, debido a autores que viven fuera. Por ejemplo, Pedro Shimose es un magnífico poeta boliviano. Tuvo la suerte de vivir fuera del país, de aprender la realidad poética de otros pueblos y abrirse un poco más. Por supuesto que si se le considera mejor poeta que otros, es en parte por esa razón. Jaime Saenz tuvo la suerte ahora, no en vida, de encontrar personas interesadas en su obra. Yo mismo, en la revista he hecho una antología de poesía boliviana, y eso ayuda en la circulación. En mi revista he publicado a muchos poetas.
—¿Puede destacar a algunos nuevos valores que le hayan impresionado en especial?
—Ahora, hay poetas como Vilma Tapia Anaya, de Cochabamba. Una poeta magnífica, ya es una poeta adulta, con una obra muy bien realizada. En este encuentro he descubierto a una chica muy joven, llamada Sarah González.
Les he sugerido a los amigos Gary Daher y Gabriel Casazola que le pongan atención a esta niña porque hay la promesa de una buena poesía. Sin embargo, este salir de casa al que me refiero no necesariamente significa agarrar el primer vuelo hacia cualquier parte. También tiene que ver con traer libros de otros países para que se lean y se conozca otras poesías. En eso la internet funciona como un arma poderosa, pero está ahí, estática. Hay que buscarla.
— ¿Con qué línea hispanoamericana se conecta la poesía boliviana? ¿Cuál es su perfil en ese sentido?
—Es difícil de decir. Una vez más debo de recordar la condición visionaria de la poesía de Jaime Saenz. Pero no puedo decir que sea parte de una familia hispánica porque hay una singularidad muy grande en eso. Cierto lirismo de la poesía de Pedro Shimose no se puede decir que sea parte de una familia.
El crítico español Jorge Rodríguez Padrón editó en una oportunidad una importante antología de poesía hispanoamericana. Ahí precisamente está Pedro Shimose. Cuando lo lees junto a poetas de otros países, no es exactamente lo que llama la atención su pertenencia a una familia “a”, “b” o “c”. Pero sí que sea, en ese gran grupo, una voz más, una voz de gran importancia, de gran fuerza poética. No me gusta eso de las familias. Me parece más una obsesión de clasificación que pertenece más al mundo académico que al poético.
—Yendo a su obra, me llama la atención su especial pasión por el surrealismo. ¿Qué es lo que lo llevó a esa corriente?
—Son pasiones que tempranamente surgen de manera inexplicable. Yo puedo situarla en el tiempo. Tengo un tío abuelo que era poeta. Cuando murió, me dejó un paquete de cosas de modo simpático. No era una herencia que me vaya a salvar la vida, pero ahí estaba un librito sobre el surrealismo que me llamó la atención. Yo tenía unos 13 a 14 años y creo que fue la primera vez que leí la palabra surrealismo, pese a que conviví con libros, obras plásticas y todo. Ya para mi propio trabajo, para identificar mi poesía y creación, acabo de finalizar el tercer tomo de una trilogía sobre el surrealismo.
Para trabajar con eso, lo más importante fue el descubrimiento de algunos poetas hispanoamericanos que en su tiempo fueron grandes surrealistas. Es el caso del chileno Enrique Gómez Correa, el peruano César Moro, los argentinos Enrique Molina y Francisco Madariaga.
También el chileno Vicente Huidobro, aunque no sea considerado un surrealista pese a la presencia del surrealismo en su obra. Una vez más apelé a la tradición lírica hispanoamericana. En la medida en que avancé en mi investigación, descubrí encantado a esos autores surrealistas. Me permitieron conocer un mundo mucho más amplio que los mismos franceses por el hecho de que sean surrealistas en América. También, por la naturaleza del surrealismo que hacen que es un surrealismo que avanza en el tiempo y que amplía las fronteras del surrealismo. Ya no es una copia o un seguimiento del surrealismo originario francés, y eso me ayudó a cambiar la creación de mi poesía y mi narrativa.
—¿Algo de surrealismo en Bolivia que le haya llamado la atención?
—El primer libro que escribí de la trilogía se llama Un nuevo continente, poesía y surrealismo en América. Allí hago una descripción histórica de la presencia del surrealismo en todos los países del continente. El segundo, llamado 120 noches de Eros, es un libro dedicado a la presencia de las mujeres en el surrealismo. Ahí están 120 retratos de mujeres que en todas las formas de manifestación artística son y fueron importantes. El tercero, Viajes del surrealismo, es un libro sobre el modo en que el surrealismo fue creando raíces por todo el planeta. Muestra el modo de cómo fueron cambiando determinadas perspectivas.
En ese sentido, cuando uno piensa en Bolivia, se piensa en el poeta Julio de la Vega. Pero hay que verlo casi como un acólito porque conocía las perspectivas iniciales del surrealismo, la defensa de la escritura automática, las anotaciones oníricas, etc. Hacía una poesía que buscara seguir estos intentos como determinados por el surrealismo y sus orígenes. Sin embargo, aunque nadie, o poca gente, piense en él como un surrealista, considero que es más importante el carácter visionario de Jaime Saenz. Su verso bíblico, sus imágenes transbordantes… Pienso en eso como algo que es. Aunque los críticos de manera general no lo consideren surrealista por eso, aunque si estuviera vivo y hablara con él, él lo negara.
—¿Por qué?
—Porque, para mí, es más importante esa relación que uno establece con determinadas poéticas y su relación con el surrealismo. Relaciones que contribuyen con el surrealismo en un avance, un ir más allá del surrealismo, casi como escuela. A André Breton no le gustaba la idea de que el surrealismo fuera una escuela.
Pero algo cuando está por ahí más de 100 años no hay otra forma de considerarlo que como una escuela. Ello porque, de algún modo, ha creado métodos, ha creado dogmas. Y ahí están las escuelas, ¿no? A mí me gusta ese surrealismo, el de los autores que supieron romper con el mismo surrealismo e ir más allá. En ese caso, Saenz sería un gran surrealista a quien los surrealistas querrían tenerlo mucho con ellos.
PERFIL
Floriano Martins nació en Fortaleza, Brasil. Es poeta, editor, ensayista, artista visual y traductor. Entre sus libros más recientes están Antes de que el árbol se cierre (poesía completa, Brasil, 2020), 120 noches de Eros - Mujeres surrealistas (ensayo, Brasil, 2020) y Las mujeres desaparecidas (poesía, USA, 2021).
Traductor de libros de renombrados poetas internacionales, es curador de los proyectos “Atlas Lírico da América Hispânica”, de la revista Acrobata, y “Conexão Hispânica” de Agulha Revista de Cultura, que creó en 1999. Dirigió la colección “O amor das Palavras” (2017-2021), de circulación exclusiva por Amazon, y fue curador de la Bienal Internacional del Libro de Ceará (Brasil, 2008).