Irán, el país donde todo depende de la bendición clerical

Un clérigo extremadamente conservador preside Irán desde hace más de un año. Es Ebrahim Raisi, ganó en junio de 2021 sin oposición real unos comicios tan extraños como el sistema que gobierna este país. Aquella victoria resultaba a pedir de boca para su mentor y aliado, el líder supremo el ayatolá Ali Khamenei, el poder mayor y casi total en el país persa. 

Es un sistema de gobierno dominado por los líderes clericales desde que la Revolución islámica sacó del poder al Sha Mohamed Reza Pahlevi, la monarquía que respaldaba Estados Unidos hace más de 40 años. El sistema contempla ciertas dinámicas de debate participación social en las políticas estatales, pero el poder real se ha ido concentrando con cada vez mayor fuerza en las manos del líder supremo. Según la Constitución de Irán, el líder máximo tiene más autoridad que el Presidente. 

Sin duda, semejante estructura resulta asfixiante para vastos sectores sociales. No por nada las protestas resurgen recurrentemente, pese a una represión que las salda normalmente con decenas y hasta cientos de muertos. Así ha vuelto a suceder en estas semanas tras la muerte de la joven Mahsa Amini cuando estaba bajo custodia de la policía de la moral. Hasta el lunes 26 de septiembre, la organización Derechos Humanos de Irán (IHR) contabilizó 75 muertes, en su mayoría de jóvenes. 

¿Quién gobierna Irán?

Hasta antes de su elección como presidente, Raisi, de 61 años, era el líder del poder judicial de Irán. Pasó gran parte de su carrera como fiscal y se halla en una lista de sanciones de Estados Unidos por su historial de violación de derechos humanos. Pesa sobre él especialmente su pertenencia, en 1988, al comité de cuatro miembros que condenó a alrededor de 5 mil opositores a muerte, tal cual han denunciado diversos organismos internacionales. 

Con esos antecedentes, Raisi es protegido de Alí Khamenei, quien ya tiene 82 años. Nadie duda que se trata del principal responsable de su ascenso en el poder. Ambos profesan una profunda desconfianza hacia el mundo occidental remarcada en Estados Unidos e Israel. Diversos indicios apuntan a que Raisi será el sucesor de Khamenei.

Como si se tratase de algo metódicamente calculado ante el natural decaimiento físico de Khamenei, los presidentes anteriores tuvieron posiciones de desacuerdo medido y no de fondo con los líderes supremos. Sin embargo, Raisi constituye el político más afín al líder supremo que llegó a ocupar la presidencia.

La estructura del poder

Todo parece correcto. El Gobierno de Irán está constituido por los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. También celebra elecciones presidenciales, parlamentarias y para funcionarios locales. Hasta ahí, nada que objetar. Sin embargo, el país paralelamente es gobernado por la jerarquía de clérigos islámicos quienes supervisan la gestión civil. 

Este parapoder recae especialmente en la jerarquía del Consejo de Guardianes. Esta instancia se halla conformada por un grupo de 12 hombres. La mitad de ellos, clérigos nombrados por el líder supremo, mientras que la otra mitad son abogados elegidos por el Parlamento y recomendados por el líder del poder judicial. Este último también es nombrado por el líder supremo. El Consejo revisa todas las leyes que pasan por el Parlamento y aprueba a todos los candidatos presidenciales, o sea, control total.

¿Quién elige al líder supremo? Un cuerpo especial de clérigos conocido como la Asamblea de Expertos. Se trata de un organismo electo, pero los candidatos a integrarlo también pasan por la revisión del Consejo de Guardianes, o sea, manda la “teocracia” sobre la democracia.

El creador del sistema

Esta extraña estructura fue diseñada por el primer líder supremo de Irán, el ayatolá Ruhollah Khomeini. El célebre clérigo que estuvo exiliado y aprovechó la ola de indignación generalizada para sacar del poder al sha Mohamed Reza Pahlevi y su monarquía en la revolución de 1979. El sha tampoco fue un ejemplo de democracia ni mucho menos, de ahí que la población se movilizó masivamente para su salida. No se sabe si el remedio fue peor que la enfermedad a ciencia cierta. 

Khomeini creó este sistema híbrido para la nueva República Islámica. Consagró la religión como parte fundamental de su identidad. La Constitución redactada en el mandato de Khomeini dejó en claro que él era la persona a cargo con más rango y que tenía el poder de despedir al presidente. La jerarquía clerical ha tenido la capacidad de sostenerse sistemáticamente. Khamenei fue presidente en el mandato de Khomeini y luego fue su sucesor tras la muerte de Khomeini en 1989. Corregido y aumentado, el nuevo líder religioso enmendó la Constitución para darse más poder como líder supremo.

Las funciones del líder

El líder supremo es comandante de las fuerzas armadas, entre ellas del Cuerpo de Guardias Revolucionarios Islámicos. Se trata de una fuerza paramilitar que ejerce amplio control dentro del país e incluso tiene vasto alcance internacional. El líder supremo puede declarar la guerra y perdonar a prisioneros. Suya es la última palabra en todos los asuntos de seguridad nacional y política exterior. 

No sólo nombra al jefe del poder judicial, el líder supremo elige o influye decisivamente en la selección de ministros clave en el gabinete presidencial. En particular participa en la definición de las carteras de defensa, exteriores, inteligencia y seguridad interna. La prensa está a su merced pues tiene el control de los medios estatales. En suma, puede bosquejar las políticas generales de todo el régimen.

Un Gobierno en problemas

Pese a todo, el Presidente tiene cierta autoridad como jefe de Estado. Por ejemplo, nombra a los ministros en puestos económicos clave. Firma tratados, supervisa el presupuesto y controla la burocracia gubernamental responsable de las obras públicas, los servicios de salud, electricidad, agua, energía y otros recursos. En suma, es la persona encargada de llevar a cabo las políticas del líder supremo. Eso le da un valioso giro de cintura. 

Pero el régimen suma desde hace años crecientes bolsones de resistencia, pese a la fiereza de su represión y a la sólida estructura que la apuntala. Una creciente crisis económica fue agravada por la pandemia, la escasez de agua y las sanciones internacionales, sobre todo, estadounidenses. Éstas se acentuaron episódicamente tras el incumplimiento de los acuerdos en materia de energía y armas nucleares. El líder supremo ha criticado a Estados Unidos por la disputa nuclear.

Sin embargo, el tándem Raisi-Khamenei se muestra sólido. La hipótesis de una nueva sucesión en el poder real iraní cuenta con diversos indicios. Raisi fue alumno de Khamenei, se muestra prácticamente nada propenso a estar en desacuerdo con él, dicen los analistas especializados en el tema Irán. Por su parte, Khamenei ha sido el principal promotor de la figura de Raisi, una especie de jefe de campaña constante, fue quien lo hizo visible desde un principio ante la sociedad iraní.

Es contra ese poder que en estas semanas se han levantado cientos de miles de personas nuevamente tras la muerte de Amini. La joven fue arrestada supuestamente por incumplir las reglas vestimentarias aplicadas a las mujeres, y que exigen cubrirse totalmente el cabello con un velo y usar ropa discreta. Dicha “inconducta” es vigilada y sancionada por los tribunales de la moral que tienen singular poder en el país, pese a un acentuado descrédito. 

Se trata de las protestas más importantes en Irán desde las de noviembre de 2019, provocadas por el aumento del precio de la gasolina y que fueron violentamente reprimidas. Entonces hubo 230 muertos según un balance oficial, más de 300 según Amnistía Internacional. Los manifestantes se muestran cansados de que sus vidas dependan de la bendición clerical musulmana.