Savarín: El área chica del Prado
Ojo de Vid
Conozco a Abel Guzmán desde que trabajaba con mi buen amigo Chavo Sanzetenea y nunca me ha fallado. Siempre joven y sonriente, tiene cuatro hijos profesionales y me ofrece una de las mejores opciones de almuerzo del Prado, de esas que sobrevivieron a los cambios en el Área Chica (donde se meten más goles, en El Prado entre Chuquisaca y La Paz): desde Honorato Quiñonez, más tarde dueño del Restaurant Miraflores junto a doña Evangelina; y ese otro valeroso vallegrandino que fundó el Savarín, don Octavio Camacho, célebre porque al llegar la brigada de podadores de la Alcaldía en aciagos días, se opuso a que usaran el mismo método con su cedro, que hoy parece un árbol centenario frente a los raquíticos cedritos del Prado, víctimas de la poda.
Hoy, Octavio Camacho hijo vendió el local a don Richard y la administradora es doña Gladys, pero la cocina se mantiene. Por eso los ricos almuerzos y platos a la carta que exhibe en su pizarrón.
Suelo ir al Savarín cuando puedo y, luego de sostener mi charla con Abel, pido un almuerzo completo (los calditos en especial saben a gloria). Mucho mejor si los rocías con una cerveza. Que es lo que yo pido.
Cierta vez, Melo, como le decíamos con cariño a Octavio Camacho hijo, me preguntó cómo le llamaría a un pique jugoso que rime con macho. Le pregunté su apellido y convinimos que el plato se llamaría pique Camacho. Es una delicia, a no ser que les guste lo vistoso del pique a lo macho.
No es el único lujo del Savarín, pues también tiene platos criollos verdaderamente bien hechos.
Abel Guzmán tiene la colaboración de muchos meseros jóvenes, todos mis amigos.