Wistu Piku: 83 años
Ojo de Vid
Fotos: Hernán Andia
Cuando mi abuela vivía, era de protocolo llevar a los visitantes a comer dos k’oñi empanadas y un doble de chicha en el Wistu Piku. Mi abuela murió en 1959, pero saludaba a don José y él de inmediato le enviaba las empanadas picantes y la chichita.
Todo comenzó en 1939, cuando doña Elisa Lazarte inventó las k’oñi empanadas (empanadas calientes), que más tarde llevaron el apodo de don José Solíz, herido de guerra según el certificado adjunto: “El suscrito Subteniente certifica que José Soliz fue incorporado al Destacamento 113 en la ciudad de Cochabamba con el grado de Cabo y evacuado del frente por enfermedad en el mes de julio. Es cuanto certifico en obsequio a la verdad y a petición del interesado. Platanillos, 21 de julio de 1939. Fdo: Ilegible”.
La “enfermedad” era una esquirla que le cortó un nervio facial; por eso su apodo. Doña Elisa Lazarte se casó con él a los 16 años. A los 10, había emigrado de Oruro a la populosa zona de Caracota (Aroma y 25 de Mayo) donde su tía Jacoba, que tenía una panadería. Allí, la niña elaboraba llauchas o dobladitas, que repartía ambulante o dejaba en panaderías prestigiosas como la de Mateo Maldonado o de la familia Triantáfilo. Antes de que estallara la guerra, doña Elisa se trasladó a la casa de los padres de don José en la calle Lanza, y allí construyeron un horno de barro para mantenerse; pero vino la guerra, don José se alistó y tuvo que pasar hasta el 39 para gozar de la deliciosa chicha y acompañarla con empanadas calientes que tenían quesillo valluno, quilquiña, cebolla, locoto y komer uchu.
Wilson Ramírez recuerda a su abuela Elisa prodigando las dulzuras del quechua: ¿Cuántas vas a querer, caserito? ¿Quieres blanquitas o picantes, wawitay? Sobre todo ese wawitay, que es la máxima expresión de cariño cochabambino.
Las primeras sucursales fueron en la calle Esteban Arze, primera cuadra, y en La Recoleta (Aniceto Padilla). La disputa exitosa por el derecho propietario de Wistu Piku impulsó a Wilson y a su hermano Víctor a prolongar la marca en La Paz, desde noviembre de 1998 e inicios de 1999 con la apertura de las sucursales de la avenida Saavedra, San Miguel y Calacoto, donde se incluyeron productos tradicionales como el api, el tojorí y los pasteles. Luego siguió Santa Cruz, con Ana María Ramírez, también nieta de don José y doña Elisa, primero en Siete Calles, en la Monseñor Rivero y en la Irala. Eran nuevos tiempos de incorporación: allí las empanadas eran fritas en aceite (las tucumanas), pero Ana María las horneó con jigote de carne, pollo y charke, pero al horno. Y llegó allí también el éxito, con la estrecha colaboración de un tío que llegó de Argentina. Por fin, en 2008 se reconoció la propiedad de esa nueva Marca Notoria: Wistu Piku, cuyo letrero es obra de Víctor Ramírez Soliz.
“Hoy hemos abierto también en Sucre, quizá el esfuerzo mayor, porque es una construcción típica”.
La clave está en que es un negocio familiar, que ya va por la tercera generación. Doña Elisa murió en 1986; don José, en 1988. Al final se hizo cargo Wilson Ramírez e hizo crecer el negocio con nuevos emprendimientos.
Hay una veta de Wilson que da la pauta de su criterio. Es un letrero que dice: “¡De los bolivianos su empanada!”. Un forastero le criticó, pero él dijo: “No, señor, así hablamos en Cochabamba”. Él está atento a lo que dicen sus clientes: “Rico, ¿no ve?”. En el espejo del baño dice: “Qué guapo eres” (en el de mujeres dice: “Qué guapa”).