Espíritu y naturaleza: el Jardín de las Delicias
Texto: Alicia Cortés Soruco
Fotos: soytravel.bo
En medio de las ciudades, nos encontramos rodeados del ruidoso tráfico, las brillantes luces metropolitanas, las responsabilidades, el celular que suena, las tareas por hacer. Esa sobrecarga, ese movimiento incesante nos hacen desear unos minutos de silencio y paz. De la ausencia de escándalos o asaltos a nuestros ojos.
Pero en el fondo, no es silencio lo que deseamos. Es otro tipo de sonido.
Es el silbar del viento entre las hojas, la caída del agua sobre la roca. Es sentir sobre nuestra piel el toque del rocío tibio a la luz del sol, en vez del abrasante calor que emite el concreto. Es también, recostarse a descansar sin pensar en todo lo que se acumula, o en las siguientes actividades que debemos hacer. Dar un paso atrás y disfrutar el simple hecho de ser. Algo que no es sencillo lograr rodeados de edificios, autos y personas.
Es en ese momento donde recordamos que vivimos en Bolivia, un país lleno de maravillas naturales, a la vuelta de la esquina. Es por eso que, con el equipo de UGN, partimos en una aventura por el campo, entre los viejos árboles, bajo el cálido sol del oriente.
A 40 kilómetros de Santa Cruz, se encuentra la puerta hacia el paraíso. Una zona de enormes e imponentes cascadas, de verde y viva naturaleza, donde el agua es cristalina y corre libre por el bosque. Su nombre lo describe perfectamente: el Jardín de las Delicias. Ubicado en el municipio de El Torno, en el área suroeste del Parque Nacional Amboró, este destino es la oportunidad perfecta para desconectarse de la rutina citadina.
Además de la belleza natural que nos rodea, encontramos también distintas infraestructuras y servicios turísticos desarrollados y mantenidos por los emprendedores de la zona, comunarios que han dedicado su esfuerzo a crear un espacio cómodo, accesible y entretenido, conectado con la naturaleza, seguro y ecológico. Distintas actividades nos esperan, desde paseos de trekking guiados hasta piscinas naturales a las faldas de las cataratas, pasando por zonas de escalada y rapel, camping y miradores. Un verdadero testamento a la fuerza del boliviano, a ese espíritu inquebrantable que nos impulsa a crecer y apoyarnos.
Es ese mismo espíritu el que compartimos con las personas que viven alrededor del Jardín de las Delicias. Disfrutando de su cultura y gastronomía, nos sentimos en casa, con los sabores del queso fresco y la mermelada casera, con las voces de personas que tal vez no hemos conocido antes, pero que se sienten como viejos amigos. Aquí, encontramos una comunidad fuerte y resistente, a las orillas del río Surutú, hijo del Amazonas.
De clima templado y cielos impresionantes, llegar al Jardín es encontrarse cara a cara con la inmensidad natural de nuestro país, que nos recuerda que no importa cuán grandes sean nuestras ciudades o cuán numerosa sea nuestra población, la naturaleza sigue siendo dueña y señora de la tierra. Los árboles, orgullosos príncipes y las altas cataratas, fuerzas implacables de la naturaleza.
Es en estos destinos donde encontramos el equilibrio que solo vemos en el país: entre la increíble naturaleza intocada de los alrededores y la dedicación, el esfuerzo de los habitantes, quienes desarrollan su zona hasta crear un verdadero vergel de cultura, belleza y espíritu.
Visitar los destinos bolivianos deja de ser una simple excursión y se convierte en un viaje de descubrimiento y cariño, en el que aprendemos a enamorarnos de nuestro país y entendemos que el crecimiento y el desarrollo no vienen solos: se levantan de la mano del apoyo, la solidaridad y el entendimiento entre nosotros mismos y nuestros compatriotas. Es sólo ahí donde nace el orgullo de pertenecer a Bolivia, Una Gran Nación