Rafael Soler: “El camino al buen poema se hace de rodillas”

Economía creativa Evolución en Cochabamba
Publicado el 24/06/2019 a las 0h00
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El principal invitado a la Feria Internacional del Libro de Santa Cruz conversó con OH! El exitoso poeta, que se tomó casi un cuarto de siglo sabático, recordó esos breves lustros, puso además la mirada en la producción actual y los millenials

 

- Debe ser un caso único. Usted se inició como un autor muy exitoso, cumplía el sueño de cualquier joven escritor. Y, de pronto, decidió darse nada menos que 24 años de pausa, casi un cuarto de siglo sabático. ¿Qué hizo ese poeta y novelista durante todo ese tiempo? ¿Creó, ensayó, reflexionó?

- Tengo un poema que, hablando de la biografía del autor, dice: “Fueron años de apenas unos meses”.  Y es verdad que muchas veces el tiempo transcurre muy de prisa. Si confundimos literatura con vida literaria, el autor necesita de los lectores. Y muchas veces, para eso, no es suficiente con publicar un libro o ese libro hay que acompañarlo en las ferias con lecturas y recitales. Eso obliga a una actividad que es extraliteraria, que es, más bien, social.

Ese fenómeno se da más en los poetas que en los novelistas. Yo en los años 80 tuve mucho reconocimiento como poeta y como novelista. Pero hubo un momento en que había más ruido que ecos. El día a día, lo mediático, quita sosiego al autor. En ese sentido, yo soy un autor muy independiente, disfruto por el hecho de escribir, no busco más. Y llegó un momento en que, después de publicadas dos últimas novelas muy exitosas en la editorial Cátedra, me dije: “Rafa, levanta el pie”.     

No había Facebook ni teléfonos móviles, sólo un número fijo, era fácil desaparecer. Y me propuse un año sabático, para coger perspectiva, buscar otros caladeros, asumir otros riesgos como escritor. Cuando me quise dar cuenta, no había pasado un año, sino tres, cuatro, cinco…Pero yo estaba muy cómodo escribiendo. Soy profesor universitario y mantenía mi actividad docente en primera línea. Y luego la vida me atropelló, la vida es un atropello con sentido. Los hijos demandaron muchas necesidades, soy un escritor de la vida, me gusta llegar al límite en las cosas. Y todo eso me sirvió para ir escribiendo novela, poesía. En 2009, cuando volví, con mi libro “Maneras de volver”, me dijeron: “¿Dónde te habías metido tantos años?”. A partir de entonces volví a publicar, no he parado.

 

- Voy a eso de la cátedra, de que es, además de sociólogo, ingeniero. Recuerdo a Carrol, a Nicanor Parra, a Sábato, acá tenemos a Gary Daher… ¿Cuánto le aporta la lógica matemática al espíritu del artista, del escritor? 

- Tengo un verso que rige mi vida y dice: “Hay que ser lo que se es o no ser nada”. Tengo vocación humanística porque yo, si tengo alguna cualidad es la de la mirada diferente. Pongo la cámara en otros sitios, veo lo que otros no ven, no puedo evitarlo. Y eso es fundamentalmente poesía. Por mi formación de sociólogo soy muy cercano a temas sociales, veo enseguida por dónde va a haber un problema. Otra cosa es que no sepa por dónde va a derivar porque el sociólogo es un notario y poco más.

Cierto que como escritor le debo mucho a mi formación de ingeniero porque el ingeniero tiene que ser crítico, metódico y ordenado. Y cuando la escritura se desboca, pienso en las novelas río o en la escritura automática, a la hora de crear, si tienes un gran panel donde puedes ir organizando todo, juegas con ventaja. Creo que un escritor con la cabeza bien ordenada cumple con el mejor requisito para luego desordenarlo todo.

- Es poeta y novelista. ¿Cuál más que el otro?              

- Soy poeta que escribe novelas. Tengo cierta facilidad para contar historias. Pero construyo mis novelas desde el lenguaje. Para mí el lenguaje es un protagonista esencial de la novela. No es solamente contar, sino cómo lo cuentas.

 

- ¿Cómo es esa convivencia del poeta con el novelista? ¿Se colaboran y se pelean?

- Se llevan bien. Tengo muy buena relación con las dos. Saco a pasear más a la novela. El novelista es quien más pasea conmigo por la ciudad porque es quien va necesitando personajes y porque los personajes siempre están insatisfechos con su espacio en la historia. El poeta no, el poeta no me pide tantas atenciones, pero es porque, como soy poeta, lo llevo siempre puesto. Yo escribo poesía siempre por la mañana, a primera hora.

 

- ¿Qué es un poeta y qué es la poesía?

- Emilio Coco decía que un poeta de los primeros años del siglo XX había dicho: “Yo no soy un poeta, soy un niño que llora”. Y yo creo que un poeta es alguien asomado a un instante que no es suyo. Es alguien que tiene la capacidad de ver en un petroglifo toda la historia que hay detrás porque pone la cámara abajo. Es más fácil definir a un poeta por lo que no es, que definir a la poesía que no hay quién la defina.

 

- ¿Cómo evalúa el estado de la poesía en tiempos del internet y las redes sociales?       

-Soy cordialmente crítico. Hay algo que está haciendo mucho daño: confundir la labor maravillosa que tienen las redes, como instrumentos de búsqueda, difusión y enlace inmediato, con el portal, el foro donde difundir tu obra, cuando tu obra no está hecha.

No conozco ningún novelista que antes de acostarse diga: “Esta página, este párrafo, va a salir en mi novela”. Y luego la cuelgue en la red. No lo hace. Pero hay muchísimos poetas que, antes de acostarse, cuelgan en la red lo que han escrito ese día. Eso va contra lo que es la poesía. La poesía es reposo, es tallado, es volver sobre lo escrito, es dar tiempo a que todo tenga un sentido.

Hay demasiado ruido en la red. Le habla un escritor que no tiene Facebook ni Twitter, que no está en las redes sociales, pero que es localizable. Pero hoy, cuando busco a un poeta, me quedo asustado porque creo que muchas veces veo que hay demasiada urgencia y demasiada a lo hago fácil en lo inmediato. Y la poesía es tiempo, es una larga cochura, de años, en los que siempre encuentras lo que no buscas.

Tú no puedes decir: “Hoy voy a escribir un poema estupendo”. Imbécil, tardarás a lo mejor un mes en escribir un solo poema. Y cuando lo escribas, guárdalo.   

 

- ¿Cuándo considera que un libro de poesía es bueno?

- Cuando conmueve al lector, cuando le concierne, cuando le golpea el corazón, cuando lo emociona. El arte, lo más difícil de la poesía es hacer de lo particular, universal. Que esa peripecia que me pasó a mí, esa pequeña traición, ese desencuentro, que al parecer es irrelevante, pero me ha causado un gran dolor, yo lo cuente de manera que a usted le llegue.

Ahí hay un buen libro de poesía, cuando no hay impostura, cuando hay verdad.

La poesía es música, es ritmo, es emoción y es verdad. Ahí es donde está la poesía.

 

- ¿Cómo escribir para los millenials y los zetas?

- Es el desafío. Hay muchísimo joven, con muchísimo talento, que está buscando cómo crecer. Y tiene un gran problema con beber de la tradición. Y es muy importante beber de la tradición. Es muy importante pasar por los grandes. Si tú no has leído a Jaime Sáenz, ¿de qué estamos hablando, querido? No vas a descubrir lo que ya está descubierto.

El problema es que hay un ejército de jóvenes con talento, dispuestos a hacerlo bien, pero que no perciben, por lo inmediato, la importancia de la tradición. No son capaces de recogerse el tiempo suficiente para leerse a sus mayores. Y luego cambiarla, y luego mejorarla. Hay que facilitar que los jóvenes accedan a la tradición a través de las nuevas tecnologías.   

 

- He visto que usted tiene como instrumento en sus obras la ironía. Pienso que eso cuadra con la mentalidad de las nuevas generaciones. ¿Cómo se usa la ironía, sin llegar a la soberbia o caer en el ridículo?

- Le invito a leer mi novela “El último gin tonic”. La ironía es un instrumento fundamental para entrar en caladeros muy serios. Cuando hablas de la traición, de la infelicidad, de la pérdida… corres el riesgo de estropear la historia por ponerte muy solemne. Sin embargo, si hay un distanciamiento ante la tragedia, y luego la cuentas, el lector se implica mucho más.

Uso la ironía en dos niveles: uno, con mucho cuidado, sobre todo porque los perdedores son ocasionalmente irónicos, ¿cómo sobreviven sino a su naufragio? Y otra, con una ironía, que no debe ser displicente ni soberbia, del propio autor. Si el autor se enfrenta a algo tan tremendo como un tanatorio, el horno crematorio y el cadáver que va recibiendo a sus deudos…Escuchar a ese muerto es muy interesante. ¿Cómo se puede hacer eso? Desde la ironía del narrador.

 

- ¿Qué le parece la poesía boliviana?

-Llegué a este país por primera vez en 2017. Tenía ya amigos acá, Gary Daher, Gabriel Chávez Casazola y su esposa, Paura. Ya había leído a Sáenz y otros poetas. Y aquí encontré algo que me llamó mucho la atención y que dos años después se ha acentuado: la determinación de los poetas de Santa Cruz de hacer de Santa Cruz el espacio poético de referencia del país.

Di talleres, tuve la oportunidad de conocer a Gustavo Cárdenas, como un poeta de referencia, y a otros poetas muy importantes. Pero vi también en los jóvenes osadía, sentido de riesgo, espíritu crítico. Vi un caladero, allí había mucho. Han pasado dos años y eso se ha confirmado. Es un muy buen momento.

 

- ¿Qué le recomendaría a un joven que quiere hacerse poeta? ¿Por dónde debe empezar?

- Por ser humilde. El camino al buen poema se hace de rodillas. Se hace leyendo mucho, escuchando, y, sobre todo, con vocación de riesgo. El poeta es voz y mirada. Cuando tienes la suerte de encontrar tu voz, ya lo tienes todo. Y tienes que contar las cosas bien.

Federico García Lorca, Vallejo y Sáenz no se podían presentar a un concurso. Con un verso, se sabía que eran de ellos. Esa es la voz, ¡madre mía! Y luego la mirada. Entonces a los que empiezan me permito darles un consejo de veterano: no tengáis prisa en publicar. Haz un aplaque, da lecturas, deja que vaya cogiendo pozo. Lleva bien el equivocarte, no pasa nada. Fracasa, el fracaso es lo que más forma. Perder es la manera de adquirir en soledad una certeza. Haz caído, levántate y ponte la medalla. Por lo tanto, el poeta: independiente, inmanejable, periférico, indomable, leído y que sepa buscar sus obsesiones, sea el amor, la muerte, las nubes...        

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Rafael Soler
CORTESÍA

PERFIL

Rafael Soler (Valencia, 1947) es ingeniero y sociólogo, ha trabajado durante más de 30 años como profesor en la Universidad Politécnica de Madrid.

Se dio a conocer como poeta en febrero de 1979 en el ciclo “Poetas Nuevos”, organizado por el Aula de Poesía del Ateneo de Madrid. En diciembre de ese año, quedó finalista del Premio Adonais con el libro “Los sitios interiores (sonata urgente)”, que ganaría en 1981 el accésit del V Premio Nacional Juan Ramón Jiménez, patrocinado por el Ministerio de Cultura.

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