Raquel Schwartz: A los bolivianos nos falta aún entender cuál es la función verdadera del arte”
Raquel Schwartz es probablemente una de las personas más comprometidas con el arte en Bolivia. Se inició y consagró como ceramista, pero fue multiplicando su versatilidad hacia las instalaciones, la curaduría, la gestión cultural, el cine, el diseño. Y ahora se halla realizando obras en otra área. Sobre esa su notable vocación y la situación del arte en general, Schwartz conversó esta semana con OH!
—Por lo que veo, lo que parecía ser una carrera consagrada a la cerámica se expandió hacia prácticamente el universo del arte. ¿Cómo fue esa proyección de su vida artística?
—Empecé de niña, mi mamá me puso siempre a clases de cerámica y me gustaban mucho. Ahí viene la primera inclinación. Luego, me fui a estudiar Diseño Gráfico en Israel y Cerámica en California. O sea, de alguna manera, no estudié el arte en sí mismo. Cuando volví a Santa Cruz, en el año 1988, casi 1989, me metí a un taller de ceramistas y creamos un grupo. Desarrollamos una exposición colectiva que fue mi primera exposición. Me mudé a La Paz, por dos años, y allí proseguí haciendo cerámica.
A mi retorno, realicé una exposición en la Casa de la Cultura y sentí que mi camino para producir quedó plenamente abierto. Hice investigación y probé todos los métodos. Tenía un taller, entonces empezaron a llegar artistas de La Paz y con ellos interactuamos en el taller. Y de pronto, a principios de los 90, organizamos, en Santa Cruz, un encuentro de ceramistas en el que participaron más de 800 personas. Lo hicimos junto con grupo donde estaban Lorgio Vaca y Leticia Straube. Ese fue como mi inicio de gestora cultural. El año 1996, con Sol Mateo, que se había venido a vivir a Santa Cruz, organizamos una muestra colectiva de instalaciones. Fue la primera muestra de ese estilo.
Ahí empecé a trabajar en la búsqueda de fondos para producir esa obra, inicié mi labor de gestión. Es decir, una cosa llevaba a la otra. Hacía cerámica e instalaciones, y me invitaron a las bienales del Mercosur y de Sao Paulo. Y para la bienal de Sao Paulo dejo de hacer cerámica y empiezo a trabajar con otros elementos. En 2005 organicé un encuentro internacional de artistas, llamado Kilómetro Cero, que duró dos semanas. Finalmente, en 2006, junto con Roberto Unterladstaetter y Sergio Antelo, abrimos un espacio de exhibición, producción de arte y estudio de diseño gráfico: Galería Kiosko.
—¿Hay alguna vena artística en sus antepasados? Veo que usted y sus hermanos han tenido esa inclinación.
—Mi padre, no, pero sé que mis abuelas y tías abuelas, rusas, eran actrices. Había dos o tres que fueron cantantes actrices famosas en los años 20 y 30 en Bielorusia.
—En suma, pasó de hacer arte envolviéndolo con sus manos a vivir íntegramente rodeada de arte. ¿Puede detallar los alcances de Kiosko y algunas otras iniciativas que ha encarado
—Mi proceso ha sido muy orgánico, como respondiendo a la necesidad del momento. Abrimos Kiosko porque no había un espacio donde tuviésemos la libertad de expresarnos, un espacio para los artistas jóvenes. Un espacio para poder capacitarnos con talleres, cursos y la biblioteca que tenemos. Igualmente, los talleres de Kilómetro Cero resultaron una especie de detonantes para muchos otros artistas que vinieron de otros departamentos. Y bueno, en Bolivia, la mayoría de los artistas nos ponemos sombrero de todo. A veces soy galerista, a veces curadora, a veces artista. Kiosko es un proyecto de arte que, en base a la creatividad y el interés, ha ido mejorando.
—A propósito de sus obras, vi que varias de las más destacadas se han inspirado en la polémica: “Barcas” (sobre el problema del mar y las justificaciones excesivas), “Misses” (sobre los concursos de belleza), “Bajo el cielo más puro de América” (parte de una estrofa del himno cruceño y la destrucción de medioambiente). ¿La pandemia también le ha llamado a realizar obras con algún tipo de mensaje crítico de ese estilo?
—Mi trabajo responde siempre al contexto. De alguna manera me interesa crear como espacios para evidenciar ciertos temas que andan flotando en el imaginario colectivo, ya sea social o político. De ahí surgen las obras. Pero con el tema Covid no he hecho ninguna obra controversial. Más bien me fui a refugiar en algo que me apasiona: la pintura. He producido varias obras que han cambiado mi percepción personal hacia la vida, hacia la naturaleza, nuestro entorno y el Universo.
No hice ninguna obra que hable de la Covid per se. Pero, a partir de la Covid, del confinamiento, pude encontrar otros caminos dentro de mí misma para una expresión más espiritual. Es algo que también es parte de mi proceso artístico. En el proceso de cambio, en la transformación, que está intrínseca en mis obras. Ese tema transformador que me lleva a la manualidad de la cerámica de la transformación del barro por el fuego y el agua y todos esos elementos me he dado cuenta que son una constante en el proceso del trabajo en general desde mi posición personal.
Y los temas políticos que a veces abordo también tienen ese componente, pero es menos notorio.
—¿Cuáles cree que serán los efectos del golpe de la pandemia en el arte?
—Todavía seguimos decantando diríamos en términos cerámicos. Para mí, como artista y como persona, ha sido un despertar a ciertos conocimientos y a ciertas realidades que me han ayudado en lo personal. Como Kiosko y en general, el mundo del arte siempre ha sido muy resiliente a todo. Nosotros, de alguna manera, siempre hemos estado preparados para las crisis. A los artistas, en general, les es difícil mantenerse estables. Entonces siempre están preparados para las crisis.
De una crisis como ésta en el arte surgen cosas buenas. Habrá muchos cambios, ya los hay, en cómo se ve el arte hoy en día, de cuál es la función del arte, en realidad, en el siglo XXI y en las puertas de un nuevo cambio de era. Son desafíos que los artistas, los espacios y los museos están analizando y repensando. La alternativa de internet nos ha ayudado a seguir adelante, a seguir creando. No hemos parado, hemos trabajado por esa vía, nos hemos reinventado con exposiciones online.
Mantenemos nuestra colaboración con nuestra red que se llama Arts Collaboratory. Con ellos tenemos proyectos de alcance internacional. Lo que sí han parado fueron las residencias y algunos proyectos que teníamos para el último trimestre que los postergamos para el siguiente año. La parte económica es un desafío para seguir siendo sostenibles. Pero, a nivel mundial, hay un cambio que se verá ya no en esta burbuja. Se van a tener que provocar alternativas de otros métodos de hablar de arte y de mostrar arte.
—Ante ese desafío, ¿cuál es el estado del arte contemporáneo en Bolivia?
—Está en boga, hay mucho artista joven. Somos demasiado ricos en contenidos, tenemos todavía mucho por mostrar y decir. Sin embargo, somos un país con poco apoyo, pocos recursos y poca información. No hay espacios, no hay galerías. Y son muy pocas las que verdaderamente trabajan. Siempre surgen desde el lado más personal o deben ser los artistas quienes generen sus espacios o las conexiones.
Todavía nos falta que podamos entender los bolivianos cuál es la función verdadera del arte. El arte contemporáneo se adscribe totalmente a esa función de ser resilientes, innovadores, de dialogar, de interactuar con las comunidades, de ser transformadores sociales. Nos falta, como bolivianos, entender que el arte trasciende la obra en sí.
—¿Qué proyectos tiene en este nuevo tiempo?
—Tenemos desafíos grandes. Debemos conseguir fondos para seguir parados como la fundación que es Kiosko, eso a nivel institucional. En lo personal, yo haré una exposición individual de pintura, en octubre, algo que no hice en mucho tiempo. La haré en Nube Gallery (asociada a Kiosko). Nunca expuse en 14 años en la galería que dirijo.
Paralelamente, seguiré trabajando en la promoción de artistas. Vamos a participar en una feria internacional virtual. Mantendremos nuestra agenda leyendo los contextos. Estamos tratando de editar un libro. Seguimos trabajando.
—No falta mucho para que se cumpla el año de la partida de su hermano Sammy. Dejó un importante legado tanto en la fotografía como en el activismo social. ¿Cómo asumió aquella pérdida?
—Sin duda, nos ha dejado un muy grande vacío a todos los que lo conocimos, a ustedes los periodistas, a los amigos. Fue una sorpresa, pero así es la vida y es lo que nos toca y debemos saber superarlo. Como familia, estamos trabajando en la recopilación del archivo de Sammy. A futuro queremos crear una fundación o alguna organización para seguir contribuyendo al trabajo que él hacía. Y para el próximo año estamos organizando una gran exposición de fotografías de Sammy Schwartz.