Jimena Costa: “Estamos en una situación de desgobierno”
Tras las elecciones de octubre y las que se realizarán este 7 de marzo, Bolivia habrá renovado su escenario de autoridades políticas. Sobre los retos que éstas deben enfrentar y cómo los encaran, OH! conversó con la reconocida politóloga Jimena Costa Benavides.
—Dadas la crisis sanitaria y económica que afectan al país, ¿cómo evalúa la actuación de las nuevas autoridades de gobierno?
—Este gobierno, que ya pasa de los tres meses, está más concentrado en dos aspectos: primero, la pelea interna. En ella, Luis Arce, por un lado, trata de crear una base propia. Hace un esfuerzo por construir un liderazgo que nunca tuvo en el Movimiento Al Socialismo (MAS). Era un ministro bien reconocido en su partido, pero no era líder ni tenía estructura, no tenía sectores sociales ni territorio.
Por otro lado, está la pugna entre David Choquehuanca y Evo Morales, que implica a liderazgos ya construidos con sectores y con territorios más fuertes. Eso los ha tenido bastante concentrados. Se han dedicado a ver cómo se distribuían las pegas, cómo se organizaba el gabinete y quiénes se encargan de qué cosas. A ello, en medio de esa pugna, se suman las elecciones subnacionales.
Evo Morales ha tomado parte del control del gobierno. Creo que intentaba también tomar el control en las elecciones subnacionales para recuperar territorios, sectores y fortalecerse. Pero ahí se le cruzó David Choquehuanca, no tanto en la pugna por el gabinete, sino por las candidaturas. En ese marco, veo, por ejemplo, que la escisión del frente Jallalla no es una división con el MAS o con el proceso de cambio, sino con el evismo. Me parece que están continuando, con otras siglas, el mismo proyecto político que viene con la renovación de los jóvenes del MAS y el choquehuanquismo.
—¿O sea que el Gobierno está relegando la crítica agenda nacional a segundo plano?
—Entre atender la pelea interna y las elecciones vinculadas a la pelea interna, tiene la gestión pública, gobierno y gobernanza como factor de tercer o cuarto nivel de interés. Entonces, un tema tan crucial como es la pandemia lo redujo a la compra de vacunas. Actúa como si tuviésemos un sistema público de salud medianamente sólido o, mejor dicho, medianamente existente. Es como si pensaran que las personas que están enfermas, aisladas o que han sufrido alguna pérdida familiar fueran a resolver sus problemas con vacunas.
Es una miopía o indiferencia total con los derechos humanos de la población boliviana. Por ello, la compra de vacunas es más un pretexto para decir que se está atendiendo el problema. No se ha hecho nada para mejorar la situación de los hospitales. No se hizo nada para crear nuevos ítems y sustituir a los centenares de médicos, enfermeras y personal de salud que han fallecido. No hicieron nada para proveer los insumos y equipamiento suficiente para que cumplan con su tarea, ni para la atención a los pacientes.
Utilizan el tema de las vacunas como un pretexto discursivo para decir que están haciendo algo por la pandemia. Eso está probado por el discurso del “aguanten”, es la prueba de que no les interesa la vida de los bolivianos. Nada más les interesa el tema de prevenir nuevos contagios a partir de marzo. Mientras, si se mueren miles, no es de preocupación del Gobierno. A estas alturas, sólo falta que, como hizo Álvaro García Linera en 2006, ofrezca ataúdes pagados por el Estado.
—¿No cree que se trata de una lenta adaptación debido justamente a un cambio de estilo de gobierno?
—Estamos en una situación, más bien, de desgobierno. Un buen ministro no da la talla para administrar el Estado. No vemos políticas públicas. Todo el debate político se centra en acciones del Legislativo. No hay un gobierno que esté implementando políticas que sean distintas de las de bombero, es decir, las mismas que usó Jeanine Áñez, con temas como los bonos y de ese estilo.
No hay una acción para transformar, revertir o controlar la crisis económica en el plano real porque es un plano discursivo-demagógico lo que presentan. El impuesto a las grandes fortunas no le resuelve la reducción de ingresos al Estado. Ha habido el discurso de un nuevo pozo de gas que habrían encontrado. Pero ni siquiera hay una información con un respaldo técnico serio. ¿Es una bombilla más en un pozo antiguo o es un nuevo pozo? ¿Cuánto tiene de reservas?
Lamentablemente, todo se está cubriendo con campaña y elecciones que son de absoluta indiferencia para la población en el escenario de la pandemia.
—¿La inacción como estilo político de gobierno?
—No creo que sea un estilo político, sino incapacidad. No creo que sea una forma de hacer gestión, sino la incapacidad de hacer gestión. No, porque además no controla todos los factores bajo su mando debido a la pelea interna. No controla sectores, no controla a los evistas. Por lo tanto, no controla parte de su gabinete y no tiene el liderazgo para articular a las diferentes facciones internas.
Entonces, eso hace que Arce esté en una situación, además de su incapacidad, de imposibilidad ejercer el Gobierno como tal. Pero, además de la incapacidad y de la imposibilidad, se puede ver una falta de interés y voluntad. Pareciera que el construir un liderazgo interno es un factor de mayor importancia que el gobernar para el conjunto del pueblo boliviano.
—¿Cuánto de Evo y cuánto de Álvaro está detrás de toda esta situación y a qué estarían apostando ellos?
—Es muy difícil saber cuánto, pero que hay influencia, tanto de Evo como de Álvaro, por ejemplo en la conformación del gabinete, no quedan dudas. Que Evo Morales haya hecho la lista de candidatos a diputados y senadores para la elección 2020 es otro factor de fondo. Eso, porque esa bancada le responde a Morales, no al MAS y menos a Arce ni a Choquehuanca.
En tercer lugar, lo que hemos visto del tratar de imponer candidaturas, y haberlo logrado en algunos casos, en todo el país, nos muestra que quien está haciendo más trabajo político es Evo Morales y no Luis Arce. El otro que está trabajando es Choquehuanca. Entonces, ahora el único freno de poder en el país, frente a la facción evista y de Evo Morales, son David Choquehuanca y los sectores y actores que trabajan con él. Arce no tiene condiciones ni posibilidades de frenar la acción de quien lo puso en la lista como candidato presidencial hasta por lealtad y agradecimiento.
—¿Cuál es su evaluación de las fuerzas opositoras?
—Pareciera que Comunidad Ciudadana (CC) está trabajando como bancada. Se ve una acción conjunta en los diferentes temas con algunas preocupaciones centrales relacionadas a economía, medioambiente y género. Pareciera que hay una agenda de bancada y que están construyendo bancada. Me imagino que habrán tenido que avanzar en la construcción de la estructura nacional para la elección que se nos viene.
Donde parece haber muchísimos problemas es en Creemos, porque obviamente Luis Fernando Camacho usó su candidatura presidencial sólo para proyectar su liderazgo en Santa Cruz. Eso queda muy claro en el momento en que uno ve lo que está pasando en la Asamblea Legislativa. Tienes una bancada pequeña de 16 diputados, y cinco ya se han pasado al oficialismo. Parece insólito, la primera semana, la señora que entró a la directiva ya había cambiado de camiseta.
Que no se hayan motivado para construir ni siquiera una bancada muestra que no había interés de hacer política en el escenario nacional. Hay que resaltar que algunos diputados y senadores de Creemos están actuando, pero, al parecer, por iniciativa propia.
—¿Cree que tras las elecciones regionales surjan los contrapesos dado que probablemente haya más victorias opositoras?
—En los grandes centros urbanos, el MAS siempre perdió y creo que la tendencia no sólo se mantiene, sino que probablemente es mayor. El MAS siempre ha tenido dificultades para ganar en las capitales de departamento, incluido El Alto. Pero el diseño electoral y los propios estatutos departamentales favorecen a que el MAS logre una mayor cantidad de municipios con mucho menos votos. Con dos tercios de votos, la oposición puede obtener algo así como el 30 por ciento de las de las entidades subnacionales. Mientras que el MAS, con el 30 por ciento de los votos, puede acceder al 70 por ciento.
Ganan en municipios donde hay 10 mil habitantes con 9 mil votos. Sin embargo, en los grandes centros urbanos se requiere un millón y medio de votos o, por lo menos 400 mil o 700 mil votos, para tener el triunfo electoral. Ésa es la desfavorable situación de la oposición, porque no ha logrado penetrar en esos pequeños municipios de las provincias. Entonces, lo que vamos a tener es nuevamente un escenario en el que los principales gobiernos que concentran a la gran mayoría de la población van a estar en la oposición. Eso permite pensar en una situación muy difícil para el MAS, aunque tenga 200 de los 339 municipios, son municipios pequeños. Además, por la disputa interna, unos van a responder a Choquehuanca y otros a Evo Morales. En el eje troncal, al menos, se vislumbra un escenario muy complicado.
Entonces, si hay una acción conjunta y coordinada entre las fuerzas opositoras, pueden poner en serios problemas al nivel central del Estado.
—Si añadimos a ese 30 por ciento de municipios chicos, probablemente viene una etapa de bastante conflictividad política, ¿no es cierto?
—Sí. Lo que me parece un rasgo muy triste y negativo es que la gran mayoría de esos pequeños municipios, seguramente más de 200, son inviables. Se crean porque la gente quiere que su lugar tenga un nombre, una autoridad propia, por un tema de status de honor social, pero no por un tema de gestión pública y desarrollo. Son municipios inviables que, año tras año, reciben plata de papá Estado y ni siquiera tienen capacidad de ejecutarla. El Estado financia centenares y miles de concejales titulares y suplentes y alcaldes que no tienen ningún resultado de gestión pública.
Se tendría que hacer un rediseño territorial para mejorar las condiciones en esa gran parte del territorio nacional. Pero nadie se va a jugar el cuello en hacerlo porque a la gente le interesa más tener el nombre, su presupuesto y su alcalde con chofer. No le interesa mejorar las condiciones de políticas públicas. Es un tema muy particular de la sociedad boliviana, donde la pinta interesa más que la pancita.