Gustavo Aliaga: “Con Chile, Arce cae en el mismo error que Evo y Banzer"

Economía creativa Evolución en Cochabamba
Publicado el 11/04/2022 a las 8h43
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La crónicamente conflictiva relación entre Bolivia y Chile se enmarca en una nueva coyuntura. Sobre las características y las posibilidades de un cambio, OH! conversó esta semana con el experto internacionalista Gustavo Aliaga Palma.

—Constituyente, nuevos y jóvenes liderazgos muy identificados con la izquierda y un virtual desplazamiento de la vieja clase política. Al parecer, Chile está experimentando un cambio en el poder como no se había visto en 50 años. ¿Es así o el fenómeno resulta menos fuerte?

—Me parece que hay la misma sensación de cuando Michelle Bachelet llegó al poder en 2006. La llegada de la primera mujer presidente, con desplazamiento de la derecha y una renovación de liderazgos tuvo también un impacto muy importante en Latinoamérica. No por nada ella sigue siendo una de las mujeres más importantes del continente. Recordemos su actual labor en Naciones Unidas. Ahora, evidentemente la llegada de Gabriel Boric a la presidencia es la última fase de un cambio generacional total. La mayoría de las nuevas figuras políticas es gente de 35 años, como el Presidente, y más de un tercio está conformado por mujeres. Todo ello se acopla a un cambio muy importante: la Convención Constituyente. Están dejando la Constitución Política de Pinochet y están construyendo otra. Ya se anuncian muchas

—Sin embargo, es muy probable que no cambie la política exterior que desde siempre Chile la ha manejado de manera invariable. ¿No es cierto?

—Es algo que Bolivia nunca pudo entender. Por ejemplo, el Gobierno hoy dice: “A Bolivia Chile la trata mal”. Chile igual ha mantenido su política exterior tanto con Perú como con Argentina. Recuerde que casi van a una guerra, pero supieron negociar con la mediación del Vaticano. Con Perú también lograron negociar y supieron ir a La Haya. Se pusieron de acuerdo en lo que no estaban de acuerdo y llegaron a La Haya. Allí encontraron una solución equitativa. Recordemos que también estuvieron muy cerca de llegar a una guerra en los años 70 cosas que van a modificar de veras aquella ley de leyes. Se va a pasar a una CPE mucho más abierta. Pero supieron, respetuosamente, poner los papeles sobre la mesa y ubicaron una tercera parte que sea la que defina.

—¿Cuál fue la diferencia en el caso de la llegada a La Haya con Bolivia?

—La receta fue diferente. Evo Morales, al igual que, en su tiempo, Hugo Banzer, pensó que iba a alcanzar una solución negociada y rápida, gracias a sus afinidades ideológicas. Pero Chile les demostró a ambos que eso era imposible, que no iba a ceder soberanía. Banzer hasta restauró las relaciones diplomáticas que estaban rotas desde los 60, tras el desvío del río Lauca. El embajador Vea Murguía llegó a La Paz diciendo que traía el mar en su maletín. 

Banzer creyó que, tras el abrazo de Charaña con Pinochet, estábamos cerca de una negociación, pero le pedían intercambio territorial. Evo Morales, igual, se acercó a Bachelet cuando fue posesionada, el 23 de marzo de 2011. Impulsaron una nueva era, desde 2006 a 2011 se construye una relación envidiable. Se construyen los mecanismos de consulta, las comisiones mixtas. Se arreglan los problemas del norte de Chile. Pensaban que por la afinidad ideológica iba a haber alguna concesión.    

Pero la ideología no tiene nada que ver con la política exterior, eso tenemos que entender los bolivianos. Lo ideológico ayuda, pero, en cuestiones de Estado, como dijo el presidente Boric, no se coloca la carreta delante los caballos. Por lo tanto, no se negocia soberanía. Luego, entre 2011 y 2013, Evo Morales se dedicó a agraviar y a insultar. Eso nos llevó a La Haya para el tema mar. Luego, en medio proceso, Chile, en 2017, cansado de tanto insulto de Morales, abre además juicio para el Silala.

—Se han producido fuertes cambios en el contexto internacional. Chile tuvo varias décadas de desarrollo muy destacado. ¿Qué tan bien ubicado se encuentra en ese nuevo contexto?

—El Estado chileno y el Gobierno chileno no han perdido prestigio. Han gobernado inteligentemente y han sabido hacer elecciones. Su transmisión de mando resultó ejemplar. Es una sociedad, sin duda, con problemas graves, pero, en América Latina, es una de las que mejor se ha sabido organizar. En la región, si la comparamos con Argentina, Perú y Bolivia, es la que ha sabido también mantener una economía de lo más estable. Entonces, economía estable más sistema de gobierno estable le dan un prestigio internacional que le ha ayudado. En ese escenario, la llegada de Gabriel Boric al poder significa mucho y las primeras señales que él ha emitido son inteligentes. Ha mostrado ya claramente que no pondrá la ideología por delante del cargo. Está haciendo los contactos y estructurando su política exterior e interna muy sobriamente. Es el Presidente de los chilenos y a la vez un hombre socialista.

—Se ha señalado muchas veces que Bolivia y Chile son países altamente complementarios. ¿Cuánto ha crecido o decaído esa complementariedad en este tiempo?

Ésa es la pregunta del millón de dólares. Somos el país más económicamente complementario que pueda tener Chile. Es demasiado urgente e importante entender eso. Hoy vemos que la estructura del país se ha empezado a quebrar. Santa Cruz está creciendo a una velocidad impresionante por el vecino que tiene, es decir, Brasil. Santa Cruz crece a más del 5 por ciento, y el resto del país sólo la podría igualar en tres a cinco años. Una gran cantidad de bolivianos ha empezado a emigrar a Santa Cruz a un ritmo que no habíamos visto antes. Primero, por las posibilidades de conseguir trabajo; segundo, por las posibilidades de desarrollar. Hay migración desde todas las regiones, se está construyendo una sociedad que bordea los 3 millones de habitantes. En cambio en occidente, tanto Oruro, Potosí así como la propia La Paz y El Alto han construido malamente su vecindad. Con Perú recién se consolidó una buena vecindad, pero vivimos durante mucho tiempo problemas delicados por falta de relacionamiento. Ni qué decir en relación al norte de Chile donde baja más de un 76 por ciento de la carga boliviana. Si entendemos que el occidente boliviano, tres departamentos, son complementarios con el sur peruano y el norte chileno, podremos desarrollarnos a toda velocidad. 

—Hablamos entonces de una apertura que constituye más que opción, algo así como de una urgente necesidad. ¿Es ese el escenario?

—Estamos al lado del mar junto a dos países que están creciendo impresionantemente. No podemos quedarnos fuera de la posibilidad de construir un trípode económico de países. Nuestros dos vecinos además estarían encantados de que Bolivia deje la improvisación política y tanta ideología. Tenemos el derecho de encontrarnos las tres naciones e integrarnos de veras. La construcción del desarrollo en los próximos años pasará porque entendamos que, sin duda, dependemos del desarrollo de Perú y de Chile. Si no hacemos eso, nuestro destino, especialmente como occidente boliviano, se nos complicará. Todavía seguiremos exportando minerales, por ello, tenemos que mejorar nuestra relación. No nos podemos seguir peleando o dejando que más de 300 camiones con toda la carga boliviana queden parados por cuestiones netamente administrativas. Todo sólo por la falta de una buena política de relacionamiento.  —¿Cuáles deberían ser los primeros pasos y que no se debería hacer para avanzar en ese sentido? —El presidente Luis Arce se resbaló en la misma cáscara de plátano que Evo Morales. Las relaciones internacionales no deberían ser un problema. No podemos jugar el todo en el reconocimiento o no de Chile. El presidente Boric ya lo dijo: “Restablezcamos la última fase que nos falta en la relación”. Desafortunadamente, en este momento no lo podemos hacer debido a que está en curso el juicio por el Silala. Eso va a enervar nuevamente a la sociedad boliviana. El mal manejo en la estructuración de ese juicio, realizado básicamente por el gobierno de Morales, nos llevará a una nueva frustración. Y lo que nos quedará como nación será el mismo verso de decir: “No relaciones diplomáticas”.    

Tenemos que estructurar de una vez el establecimiento de relaciones normales, totalmente fluidas, que nos permitan acercarnos a las autoridades chilenas de otra manera. Con Chile, Arce comete el mismo error que Evo y Banzer. Por eso repitió en la plaza Abaroa: no relaciones si no nos devuelven el mar. Así estamos trabando el desarrollo de Bolivia simplemente por un capricho político.

—¿Cuán compleja es la agenda pendiente con Chile?

—Los dos problemas graves en la agenda bilateral fueron el tema marítimo y el de las aguas del Silala. En el primero, perdimos, La Haya lo dijo: “Chile no le debe nada a Bolivia”. En el tema de las aguas dulces del Silala la decisión será demasiado importante. Lo que La Haya decida sobre el Silala será un parámetro sobre cómo tomaremos las decisiones para otros casos parecidos. Hay aguas que parten del lado chileno y aguas que parten del lado boliviano. El tema de las aguas dulces se ha vuelto mucho más complejo. En los próximos años, el mundo sufrirá un problema por este elemento, entonces cada gota de agua dulce es muy importante. Dios quiera que salgamos considerando que el fallo sobre el Silala fue justo para Bolivia. El anterior gobierno masista nos dejó con declaraciones muy polémicas que han tomado muy en cuenta las autoridades chilenas. El presidente Arce heredó eso y, en un año y medio, no ha explicado cuál será su estrategia en este caso. Simplemente partió la delegación boliviana a La Haya. Lo que tiene que estar claro, y ojalá Chile lo entienda, es que se debe llegar a una salida equilibrada.

—En esa relación crónicamente tensa, ¿hay temas que puedan agravarla, por ejemplo, el narcotráfico?

—El presidente Arce, en 2021, estableció una agenda de nueve puntos que la llamó “hoja de ruta”. En su reciente visita le añadió el tema del mar. Chile le respondió que La Haya ya resolvió esa controversia. En este 2022, se ha abierto un nuevo texto al que han llamado “la agenda urgente” y que tiene puntos mucho más concretos: seguridad de la frontera, asuntos migratorios, controles para enfrentar al crimen organizado y mejora de condiciones del libre tránsito y el proceso de cargas de las exportaciones bolivianas.  En cada punto hay elementos muy fuertes. Chile, por ejemplo, hoy es el tercer país de Latinoamérica en exportar cocaína porque esta droga le llega de todo lado. Tampoco podemos olvidar el problema con los migrantes venezolanos y bolivianos que ha crecido terriblemente en la frontera. Y ni qué decir nuestro problema de cargas. Entonces sería muy recomendable que el presidente Arce entienda que tenemos construir nuestro relacionamiento, de una vez, de manera inteligente y profesional. 

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